miércoles, 24 de julio de 2019

El Fandi pone su salsa al buen «Pescadilla» en Santander



Corta una oreja con fuerte petición de otra al mejor toro de la corrida, con el hierro de La Ventana del Puerto

El Fandi, con el cuarto toro
El Fandi, con el cuarto toro - Serrano Arce

Rosario Pérez 

Echaba chispas el móvil en el paseíllo: acaba de anunciarse oficialmente la baja de Roca Rey durante todo el mes de agosto, con el roto que eso supondrá en carteles y taquillas. Se hablaba de la figura peruana en las redes, en los tendidos y en el callejón de Cuatro Caminos, con gestos de preocupación del sector. Se confirmaba lo adelantado por ABC: el mes más taurino se queda sin su estrella dorada y peligra su comparecencia en lo que resta de temporada, por lo que los empresarios se verán en la tesitura de si anunciarlo o no en las ferias septembrinas. Malos tiempos para la lírica taquillera con la posible «cornada» de las devoluciones...

Y pésimos para la lírica los dos «Cartucheros» del Puerto de San Lorenzo que abrieron la tarde. Si manso y a la defensiva era el primero, el segundo se derrumbó como una casa de papel. Mejoró algo el tercero, con el que Alejandro Marcos tiró de desparpajo en su variedad capotera y comenzó faena con esperanzadoras maneras. Pero el rítmico son de la embestida se apagó antes que una cerilla y, para colmo, el viaje del acero fue horroroso.

Cosas de manso apuntó el cuarto, «Pescadilla» de nombre, que luego sacó casta y fue un toro de mucha emotividad. Y ahí estaba El Fandi, el torero de voluntad inagotable, para ponerle su salsa en un tercio de banderillas en el que se la jugó de verdad. Tremendo con los palos. Ardía la plaza, con las palmas a coro. Pero si aquello parecía un manicomio, acabó siendo un oasis de paz comparado con la locura desatada en la apertura de obra. Embestía una barbaridad el tal «Pescadilla» mientras Fandila lo toreaba con las dos rodillas en tierra. Con el hierro de La Ventana, el buen ejemplar se movía por ambos pitones. Y el granadino tiró de oficio y disposición para enredarlo en una electrizante labor, con muletazos por doquier, muy jaleados pero de poco aroma. Para sabrosón, que dirían por Manizales, este ejemplar herrado con el número 34. Los molinetes fueron el condimento que faltaba para la explosión total en el graderío. Tras una estocada caída se pidieron con énfasis las dos orejas, pero el presidente solo concedió una. Los gritos de «¡fuera, fuera!» llegaron a Santoña.

No cuajó la pañolada en el quinto, un toro medio, con mejores inicios que finales, con el que Sebastián Castella, que había prologado con firmeza con un cambiado por la espalda, planteó una técnica faena, rematada en las cercanías y de un efectivo espadazo. De vacío se marchó también Alejandro Marcos, que falló otra vez con el acero frente al acapachado y deslucido sexto.

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