Crónica de la 19ª de la Feria de San Isidro
Mundotoro
Pregonada por la supuesta escasa presencia, la ganadora, la esperada de la feria, salvó honra y fama con el trapío real. El de la bravura y el de la profundidad. Con un tercer toro que fue lumbre pura, protestado de salida, tapó las bocas de quienes priman el trapío inmóvil de las 12 del mediodía. También se protestó la cara cerrada del quinto, de gran cuerpo y gran clase. Dos faenas distintas, una aguerrida de Borja Jiménez y otra intermitente de Talavante, dejaron a la tarde sin triunfo. Borja pinchó y se quedó con una oreja en una tarde interesante. Emocionante. Para debatir. Para cantar al toro bravo. Y al trapío que da en la plaza la bravura y las grandes embestidas.
Estuvo la corrida secuestrada y lidiada en una tercio -entre los tendidos 5 y 6- por un viento que sin ser apreciado en los tendidos, sí molestó en los vuelos y en el orden de los muletazos. Bajo la premisa de los viejos papelillos en el ruedo en busca del resguardo, inauguró Borja Jiménez el lucimiento en esos terrenos con el tercero, ‘Experto’ de nombre. El toro de Santiago Domecq, de buen perfil, veleto, fino de hechuras, aunque suelto de carnes, impuso su respeto frente a las protestas en el recibo a la verónica y en el caballo, donde se arrancó con franqueza y humilló con la cara abajo. Es cierto, que el castigo fue muy medido.
Comenzó el de Espartinas, bajo el jolgorio de los tendidos del sol, su faena por muletazos con una rodilla en tierra, hasta continuar de hinojos por derechazos. Una faena presidida por la emoción tan denostada y anhelada durante más de una semana. Embistió el toro con la bravura más indómita, la que no permite la reducción. Esa que sólo quiere ver muleta y una entrega máxima en cada muletazo. Así planteó la faena Borja Jiménez en las primeras series sobre la mano diestra, todo muy ligado, con el trazo poderoso. Con el público en pie después de cada serie. Una batalla épica que recordaba por momento a la de Iván Fandiño con ‘Grosella’. Por terrenos y vibración. Una exigencia máxima a la que se unieron los terrenos y el viento. Una embestida para corazones tranquilos y mente despejada. Quiso Borja Jiménez recoger la embestida al natural, con un trazo curvo que el toro no permitía al no ser posible su reducción. Sobre la izquierda, hubo muletazos sueltos -algunos más estéticos, otros con más largura-, pero no subió la ligazón -aunque sin llegar a la vibración de los comienzos- hasta que no volvió a la mano derecha. Tras un pinchazo, dejó una estocada y paseó una oreja. El encuentro fue sincero.
Más basto de hechuras, amplio de sienes y con poco cuello fue el sexto, que siempre marcó su querencia hacia los adentros e hizo hilo a los banderilleros. Se enfrentó Borja Jiménez con firmeza al toro más descompuesto del encierro, calamocheando constantemente y embistiendo con el pitón de fuera. Por el izquierdo, era de cama. Aún así, lo intentó en una serie. A éste, le metió la mano con habilidad y acierto.
Lidió Santiago Domecq dos de los toros de la feria: ‘Experto’ y ‘Tejonero’. Fue el quinto un toro de gran clase, con mucho fondo, secuestrado también por el viento. Una bravura que sí permitió la reducción y la línea curva. Dos conceptos con el denominar común de una bravura para un gran triunfo. Comenzó de nuevo Alejandro Talavante su faena con buen tono, hasta que varias rachas de viento cambiaron el tempo de sus muñecas y de su feria. Buscó el extremeño una ligazón en el sitio. La largura del astado y su buena condición también necesitaba inercia, quedando las series algo amontonadas con la necesidad siempre de un remate obligado por física. Una faena intermitente que subió con una serie de derechazos genuflexos como remate, ya cuando los tendidos habían comenzado su disputa y habían designado a su ganador. Tras una estocada contraria, tuvo que hacer uso del verduguillo. Escuchó palmas, mientras que el toro fue despedido con una gran ovación. Con el segundo, justo de raza y poder, cualquier trazo con cierta exigencia provocaba que el toro doblara las manos. No hubo opción.
Con un traje propio de un museo dedicado al patrimonio nacional, llegó Uceda Leal a Madrid, para dejar dos faenas de aromas clásicos, del toreo de siempre. Un sensacional inicio de faena al cuarto, sacándose al toro por ambos pitones, fue una fragancia al buen toreo. Como varios derechazos de figura natural, en dos faenas siempre medidas frente a un lote que tuvo cierto embroque, escasos finales y nulos fondos. Una corrida de Santiago Domecq donde se evaluó el trapío, pero no se premió la bravura.
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