lunes, 19 de mayo de 2014

Toros El Cordobés: «El toreo no ha cambiado; lo que ha variado es el peso del toro»

Su muñeca izquierda le delata. Es una soplona pujada y retorcida por miles de naturales dentro y fuera de los ruedos que demuestra la grandeza de uno de los personajes de más alto rango que ha tenido la Fiesta Nacional.Manuel Benítez «El Cordobés» acaba de explotarla por última en la plaza que él mismo inauguró (9 de mayo de 1965), el coso de Los Califas, para cortar dos orejas a su «último novillo» en un festival. A su edad, aún se atreve a tentar a la suerte, en realidad porque aún anda sobrado de facultades. Entrena una media de dos horas al día desde hace más de tres décadas. Hace tenis con un entrenador que le echa bolas sin parar porque «jugar contra otro hace que le tenga que devolver la pelota y pierdo tiempo», explica. También hace natación. Su aspecto lo dice todo. Está hecho un chaval. «El cuerpo es como una planta que necesita savia para llegar a las ramas. Si me siento, este (señala al sofá de su casa) acaba conmigo». Juventud en la dorada vejez.

-No se puede decir que usted sea de hoja caduca...
-No, no, pienso vivir muchos años. Pienso vivir tres mil años. Estoy muy preparado. 

-¿No se resiente de nada después de su amplísima trayectoria?
-Tengo el tobillo roto, pero ahí voy. Me duele, a veces más o menos... No tengo clavos. No me lo pudieron operar y lo voy soltando, pero tengo unos dolores fuertes. 

-En cambio, no ha sido condición inexpugnable para volver a torear.
-Me he preparado de manera concienzuda. Esto para mí era muy importante. Tengo la mente muy preparada. No me ha costado un trabajo grande tener que hacerlo. He ido cogiendo vacas de menos a más. Pero muy bien. He hecho diez tentaderos.

-¿Podría tener continuidad?
-No habrá continuidad. Esto es una cosa distinta. Tiene que darse una cosa muy gorda para que vuelva a hacerlo. Yo estaba retirado y sigo retirado. He vuelto para un festival, para una cosa muy importante.
-Le pregunto esto porque no sé si percibe que igual la Fiesta merece alicientes. ¿Cómo percibe la realidad taurina contemporánea?
-Me pone en una tesitura un poco complicada. Hay muy buenos toreros, muchas figuras. Pero esto está un poco con la crisis... Está muy mal. La empresa, el toreo... Estamos pasando una racha mala.

-¿Siente que ha decrecido el interés?
-¡Toreros hay y son unos fenómenos! Pero la economía está muy baja. Las entradas, el piso de plaza, criar a un toro… Se junta una bola muy grande. Creo que remontará. Hay que tener fe. 

-¿Alguien que pueda tirar del carro?
-No sé si hay algún torero que pueda tirar. Sigo poco la Fiesta. Estoy en mi campo y en mis cosas. No le presto mucha atención...

-Pero es un año especial, suma medio siglo de alternativa y de efemérides en las plazas más importantes del mundo, como Las Ventas. ¿Qué recuerdos tiene de aquella época?
-Recuerdo una cornada muy fuerte en Madrid. Me dio muy fuerte, pero me dio mucha gloria. Fueron dos cornadas, una en la ingle que el mismo pitón lo pasó a la arena, pero me vino muy bien.

-Luego volvió para formar un lío.
-Me recuperé y volví. Corte dos orejas y más tarde ocho en dos tardes. A uno no se le puede pasar por la mente. Salió, pero no es muy normal. Cornadas me han dado varias. Pero esa fue muy importante. Me recuperé y no me vine abajo.

-De aquel tiempo a esta parte, ¿cree que ha cambiado mucho el toreo?
-El toreo no ha cambiado. Lo que ha cambiado ha sido el toro. El toro, con tantos kilos, no da espectáculo. Tres veces al caballo no puede ir. Eso es una mentira que se han montado. Un toro no puede ir en tantas ocasiones. Sus amortiguadores, a la tercera, no pueden tirar para arriba. Muchos se quedan sin movilidad. En mi época, con unos kilos menos, 480, el toro tenía mucha movilidad. Y se daba un espectáculo fuerte. Ahora mismo, no es por nada, pero con los toros tan gordos nos hemos equivocado. 

-¿Se ha forzado demasiado la máquina en ese sentido?
-Nos hemos pasado. Le hemos dado demasiado a la llave inglesa, ¿a cambio de qué? Lo importante es que el toro se mueva. El toro con más movilidad tiene más peligro.

-¿Cómo recuerda la rivalidad con sus compañeros?
-Había un grupo de cabeza muy grande, muy fuerte. Íbamos haciendo combinaciones y se montaban muy buenas ferias. Siempre nos hemos llevado bien. Había una cosa muy importante, que había dinero para todo el mundo. Toreros, ganaderos, el que vendía un botijo delante de la plaza... Aquello era un mundo precioso. Muy importante. 

-¿Ya no lo es?
-Todo cambia. La Fiesta tiene su color. Pero faltan muchas cosas. Faltan personas que vendían delante de las plazas, en los puestos, los coches de los toreros. Recuerdo que eran americanos. Las bacas con el equipaje, el botijo... Ahora, con las carreteras tan buenas, con las furgonetas con cama... Ahora parece que no son ni toreros.

-¿Está al corriente de la Fiesta?
-Voy poco. Estoy tan alimentado de mí mismo, y muy contento de lo que he hecho en el toro, que no me hace falta alimentarme. Tengo otras cosas que me alimentan. Pero sé lo que hay dentro, fuera y por los lados. 

-A lo largo de su trayectoria, se ha hablado mucho de su figura, pero ¿usted llegó a tener algún ídolo en el que se fijaba?
-No. Pero cuando trabajaba en Madrid, en los albañiles, una vez iba paseando por la calle Alcalá junto a mi hermana y mi cuñado, y en esto que llegaba un tal Luis Miguel Dominguín con un Mercedes. Yo no sabía ni quién era ni ná... Con un Mercedes verde... Y dije, yo me compro uno como este. Claro, mi hermana y mi cuñado se empezaron a reír. Y me dijeron: «¡Tú qué te vas comprar un Mercedes!» Y luego me compré uno. 

-¿Llegó a pensar que podría llegar hasta donde ha llegado?
-¡Qué va! Ni lo pensé ni me lo creo todavía.El toro es tan complicado y tan cosa de uno mismo... Uno tiene que ir por delante del toro. Tienes que ir acaparándolo, si no te acapara él a ti. Y entonces estás perdido. Tienes que estar muy firme con él para que no te vea. Como le abras un poco la ventana, te puede ver. Es complicadito... Pero no imposible.

-Hable de su tauromaquia. Siempre ha tenido un estilo propio.
-Cuando hacía el paseíllo y miraba al público, ya sabía cómo iba a estar. Yo estaba toreando y mirando. Veía las reacciones un poco. Iba cambiando y dando lo que el público quería. Es natural. Es el que paga. El que se merece todo. Entonces, lo que yo no iba a estar es frío y viendo que al público no le llegaba. Pues así, cambiaba. Eso es lo importante, que no solamente es pegar pases... Hay una masa, que somos todos unidos y tiene que tener unos contactos. Entonces ya estamos todos toreando. Si en una plaza no hay gente, yo no toreo un toro. Porque no me dice nada.

-¿Cuál cree que es el secreto de su éxito?
-Cogí un camino desde que empecé. Desde novillero con caballos me cogían todas las tardes siete u ocho veces. Me machacaban y otra vez y por un sitio y por otro... A muchos no les gusta cómo toreo… Hubo muchas peleas, a puñetazos... Hablo del público. Pero al final, todo el mundo iba a verme. Los que decían que no y los que decían que sí. Eso sí que tiene gracia. Entonces había para todo el mundo. Yo creo que ahora mismo estamos en unas horas bastante bajas. Yo estoy loco por ayudar a los chavales, pero estamos sacando al toro de la línea del torero luchador, del torero que tiene que pensar en la vida para navegar, para acoplarse. Las escuelas taurinas están muy bien. Pero no veo a todo el mundo pegando pases. Además, vienen chavales preparados y con todo hecho. Aunque luego viene la hora de la verdad. Que no es lo mismo el toreo de salón… Que luego te cuesta mucho trabajo navegar en el toro… Belmonte arrancó por ahí... Manolete, yo mismo y otros han ido por ahí. Yo dije hace un tiempo que hay que ir a cara o cruz, a jugársela. Eso es el toreo. El público no es tonto, sabe lo que ve.
-¿Cuál ha sido su mejor tarde de toros?
-La que acabo de torear hace poco. Ha sido emocionante. De verdad. He demostrado que la edad no existe.

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