-No se puede decir que usted sea de hoja caduca...
-No, no, pienso vivir muchos años. Pienso vivir tres mil años. Estoy muy preparado.
-¿No se resiente de nada después de su amplísima trayectoria?
-Tengo el tobillo roto, pero ahí voy. Me duele, a
veces más o menos... No tengo clavos. No me lo pudieron operar y lo voy
soltando, pero tengo unos dolores fuertes.
-En cambio, no ha sido condición inexpugnable para volver a torear.
-Me he preparado de manera concienzuda. Esto para
mí era muy importante. Tengo la mente muy preparada. No me ha costado un
trabajo grande tener que hacerlo. He ido cogiendo vacas de menos a más.
Pero muy bien. He hecho diez tentaderos.
-¿Podría tener continuidad?
-No habrá continuidad. Esto es una cosa distinta.
Tiene que darse una cosa muy gorda para que vuelva a hacerlo. Yo estaba
retirado y sigo retirado. He vuelto para un festival, para una cosa muy
importante.
-Le
pregunto esto porque no sé si percibe que igual la Fiesta merece
alicientes. ¿Cómo percibe la realidad taurina contemporánea?
-Me pone en una tesitura un poco complicada. Hay
muy buenos toreros, muchas figuras. Pero esto está un poco con la
crisis... Está muy mal. La empresa, el toreo... Estamos pasando una
racha mala.
-¿Siente que ha decrecido el interés?
-¡Toreros hay y son unos fenómenos! Pero la
economía está muy baja. Las entradas, el piso de plaza, criar a un toro…
Se junta una bola muy grande. Creo que remontará. Hay que tener fe.
-¿Alguien que pueda tirar del carro?
-No sé si hay algún torero que pueda tirar. Sigo
poco la Fiesta. Estoy en mi campo y en mis cosas. No le presto mucha
atención...
-Pero
es un año especial, suma medio siglo de alternativa y de efemérides en
las plazas más importantes del mundo, como Las Ventas. ¿Qué recuerdos
tiene de aquella época?
-Recuerdo una cornada muy fuerte en Madrid. Me dio
muy fuerte, pero me dio mucha gloria. Fueron dos cornadas, una en la
ingle que el mismo pitón lo pasó a la arena, pero me vino muy bien.
-Luego volvió para formar un lío.
-Me recuperé y volví. Corte dos orejas y más tarde
ocho en dos tardes. A uno no se le puede pasar por la mente. Salió,
pero no es muy normal. Cornadas me han dado varias. Pero esa fue muy
importante. Me recuperé y no me vine abajo.
-De aquel tiempo a esta parte, ¿cree que ha cambiado mucho el toreo?
-El toreo no ha cambiado. Lo que ha cambiado ha
sido el toro. El toro, con tantos kilos, no da espectáculo. Tres veces
al caballo no puede ir. Eso es una mentira que se han montado. Un toro
no puede ir en tantas ocasiones. Sus amortiguadores, a la tercera, no
pueden tirar para arriba. Muchos se quedan sin movilidad. En mi época,
con unos kilos menos, 480, el toro tenía mucha movilidad. Y se daba un
espectáculo fuerte. Ahora mismo, no es por nada, pero con los toros tan
gordos nos hemos equivocado.
-¿Se ha forzado demasiado la máquina en ese sentido?
-Nos hemos pasado. Le hemos dado demasiado a la
llave inglesa, ¿a cambio de qué? Lo importante es que el toro se mueva.
El toro con más movilidad tiene más peligro.
-¿Cómo recuerda la rivalidad con sus compañeros?
-Había un grupo de cabeza muy grande, muy fuerte.
Íbamos haciendo combinaciones y se montaban muy buenas ferias. Siempre
nos hemos llevado bien. Había una cosa muy importante, que había dinero
para todo el mundo. Toreros, ganaderos, el que vendía un botijo delante
de la plaza... Aquello era un mundo precioso. Muy importante.
-¿Ya no lo es?
-Todo cambia. La Fiesta tiene su color. Pero
faltan muchas cosas. Faltan personas que vendían delante de las plazas,
en los puestos, los coches de los toreros. Recuerdo que eran americanos.
Las bacas con el equipaje, el botijo... Ahora, con las carreteras tan
buenas, con las furgonetas con cama... Ahora parece que no son ni
toreros.
-¿Está al corriente de la Fiesta?
-Voy poco. Estoy tan alimentado de mí mismo, y muy
contento de lo que he hecho en el toro, que no me hace falta
alimentarme. Tengo otras cosas que me alimentan. Pero sé lo que hay
dentro, fuera y por los lados.
-A lo largo de su trayectoria, se ha hablado mucho de su figura, pero ¿usted llegó a tener algún ídolo en el que se fijaba?
-No. Pero cuando trabajaba en Madrid, en los
albañiles, una vez iba paseando por la calle Alcalá junto a mi hermana y
mi cuñado, y en esto que llegaba un tal Luis Miguel Dominguín con un
Mercedes. Yo no sabía ni quién era ni ná... Con un Mercedes verde... Y
dije, yo me compro uno como este. Claro, mi hermana y mi cuñado se
empezaron a reír. Y me dijeron: «¡Tú qué te vas comprar un Mercedes!» Y
luego me compré uno.
-¿Llegó a pensar que podría llegar hasta donde ha llegado?
-¡Qué va! Ni lo pensé ni me lo creo todavía.El
toro es tan complicado y tan cosa de uno mismo... Uno tiene que ir por
delante del toro. Tienes que ir acaparándolo, si no te acapara él a ti. Y
entonces estás perdido. Tienes que estar muy firme con él para que no
te vea. Como le abras un poco la ventana, te puede ver. Es
complicadito... Pero no imposible.
-Hable de su tauromaquia. Siempre ha tenido un estilo propio.
-Cuando hacía el paseíllo y miraba al público, ya
sabía cómo iba a estar. Yo estaba toreando y mirando. Veía las
reacciones un poco. Iba cambiando y dando lo que el público quería. Es
natural. Es el que paga. El que se merece todo. Entonces, lo que yo no
iba a estar es frío y viendo que al público no le llegaba. Pues así,
cambiaba. Eso es lo importante, que no solamente es pegar pases... Hay
una masa, que somos todos unidos y tiene que tener unos contactos.
Entonces ya estamos todos toreando. Si en una plaza no hay gente, yo no
toreo un toro. Porque no me dice nada.
-¿Cuál cree que es el secreto de su éxito?
-Cogí un camino desde que empecé. Desde novillero
con caballos me cogían todas las tardes siete u ocho veces. Me
machacaban y otra vez y por un sitio y por otro... A muchos no les gusta
cómo toreo… Hubo muchas peleas, a puñetazos... Hablo del público. Pero
al final, todo el mundo iba a verme. Los que decían que no y los que
decían que sí. Eso sí que tiene gracia. Entonces había para todo el
mundo. Yo creo que ahora mismo estamos en unas horas bastante bajas. Yo
estoy loco por ayudar a los chavales, pero estamos sacando al toro de la
línea del torero luchador, del torero que tiene que pensar en la vida
para navegar, para acoplarse. Las escuelas taurinas están muy bien. Pero
no veo a todo el mundo pegando pases. Además, vienen chavales
preparados y con todo hecho. Aunque luego viene la hora de la verdad.
Que no es lo mismo el toreo de salón… Que luego te cuesta mucho trabajo
navegar en el toro… Belmonte arrancó por ahí... Manolete, yo mismo y
otros han ido por ahí. Yo dije hace un tiempo que hay que ir a cara o
cruz, a jugársela. Eso es el toreo. El público no es tonto, sabe lo que
ve.
-¿Cuál ha sido su mejor tarde de toros?
-La que acabo de torear hace poco. Ha sido emocionante. De verdad. He demostrado que la edad no existe.
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