Dentro de las corridas de rejones, ésta tiene un cartel inmejorable: los toros del Capea, con la nobleza de la casta Murube,
y las tres figuras actuales. Interesa sobre todo un enfrentamiento que
se da menos veces de lo que debiera, el del clasicismo de Hermoso de Mendoza con la arrolladora espectacularidad de Diego Ventura.
Me recuerda varios títulos de películas: «Duelo de titanes (OK
Corral)», «Duelo en la alta sierra», «Dos cabalgan juntos» (pero no son
amigos); Leonardo Hernández podría ser «El tercer hombre»; la terna,
«Los tres caballeros».
A dos pistas
En el muy noble primero, Pablo Hermoso galopa
a dos pistas, con «Berlín»; con el agilísimo «Pirata», clava en corto,
se adorna y mata certero: oreja. En el cuarto, con «Disparate», se luce
en la suerte que él ha inventado, como si alternara las dos caras de su
muleta (el caballo); «Dalí» baila y se adorna en la cara del toro; clava
a dos manos con «Pirata» pero pierde el trofeo con el descabello.
En el segundo, suelto, Ventura arriesga
mucho con «Nazarí», quiebra espectacular con «Milagro», levanta de
manos a «Remate» y clava al violín. Una faena de gran eco pero falla al
matar. Encela bien al quinto, levanta clamores con los quiebros, al son
de «Luna de España» (la canción de Celia Gámez,
aquí tradicional), repite la suerte de su rival para demostrar que él
también la domina. Una faena completa, que entusiasma. Mata a la
segunda: oreja.
Leonardo, muy
valiente, levanta clamores, en el tercero, con los recortes en tablas y
alardes ecuestres; clava con acierto pero mata a la segunda (quizá ha
abusado del toro, agotándolo): dos orejas, generosa la segunda. Vuelve a
lucirse en el último, en una labor ardorosa, pero clava desigual. Mata a
la segunda: una oreja más remata su feliz tarde.
Sale a hombros Leonardo Hernández.
El rejón de muerte impide a Ventura ese premio, que merecía. Pablo
Hermoso luce su maestría: son tres espectaculares caballeros.
En Palma de Mallorca y Marbella,
un ciudadano holandés ha repetido su número: es un notorio profesional
de tirarse al ruedo... cuando el toro ya ha muerto. Frente a la
Peregrina, unos cincuenta antitaurinos se manifiestan contra los toros,
mientras de la Plaza salen, felices, los aficionados (cien veces más):
es la estampa viva de un esperpento aunque ellos, probablemente, no lo
sabían. Dudo mucho que hayan leído a Valle-Inclán
o que conozcan su tajante opinión: «Los toros son la única educación
que tenemos. Una corrida de toros es algo muy hermoso». En Pontevedra y
en cualquier otro sitio, disfrutemos -el que quiera- leyendo a
Valle-Inclán y acudiendo a las Plazas de toros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario