El sevillano desorejó al cuarto de una desrazada corrida de Teófilo Gómez y el mexicano perdió con la espada un trofeo en cada toro. Sin brillo Armillita
MARCO A. HIERRO
Seis toros de Teófilo Gómez hacían acto de presencia esta noche en la Plaza de toros Monumental de México. Hacían el paseíllo a partir de las once y media hora española José Antonio "Morante de la Puebla”, Octavio García "El Payo” y Fermín Espinosa "Armillita IV”.
Escasa tenía el primero la raza y el espíritu para mantener la humillación en el capote con el que quiso estirarse Morante sin éxito por lo apagado y dormido del viaje del cárdeno. Escaso fue también el picotazo en varas a un feble animal que a penas se mantenía en pie. Y tuvo detalles de mucha torería la faena desde el inicio, con dos trincheras muy jaleadas y mucha suavidad en los cambios de mano para dejar su personalidad. Y fue esa personalidad la que provocó que surgiesen muletazos muy hondos y de gran asiento y empaque entre la vulgar embestida de cara natural y desrazada que regalaba pocas veleidades. Muy entregado en el final, supo acoplarse al bicho con la mano diestra para ligar el toreo en un epílogo por alto de mucha conexión. Horrible fue la forma de entrar a matar para dejar una media baja que impidió cualquier premio.
Muy buena fue la brega por abajo de El Payo al segundo en su salida, ofreciendo capa sin dejar que tocase percal hasta que le dejó maciza una media verónica en el centro del platillo, plena de empaque. Galleó por chicuelinas Octavio la colocación al caballo para sacarse la espina de no haberlo podido torear de capa. Tiró precisamente de empaque El Payo para coserle despacio el belfo a la sarga, aprovechando el atisbo de calidad con que iniciaba los muletazos y alargando los trazos con seguridad y solidez cuando se quedaba debajo el toro por su falta de fuerza. Esa desrazada condición fue la que lo hizo medir la arena más de la cuenta, restándole continuidad a la buena labor del rubio queretano. A media altura hubo de darle el trapo Octavio al natural, donde sobresalió la colocación y el dominio del escenario que exhibió el mexicano, maduro y entregado para reventar al animal en una tanda de mano baja y medido ralentí sobre la diestra. Manejó con solvencia los tiempos para otorgar pausa y aire al escaso fuelle del de Teófilo y compuso los naturales en el final con la muleta tersa, donde ya no pasaba el animal. Un pinchazo previo y el fallo con la cruceta deslucieron la buena labor y arruinaron el premio.
Una bronca importante acompañó la salida al ruedo del esmirriado tercero, escasísimo de cara y de trapío para esta plaza, al que tuvo que perseguir Armillita para cumplir el recibo. Por caleserinas quitó el mexicano sin gran ajuste ni brillo, pero sí con decisión y voluntad. Afanoso anduvo Fermín a lo largo del trasteo, pero no le echó cuentas el tendido a la labor con un animal que ni siquiera tenía la mínima franqueza de los dos anteriores. Se le quedó bajo la tela, le volvió sobre las manos y le protestó con insistencia, pero no perdió los papeles el bisoño hidrocálido. Tuvo la paciencia y el oficio para dejarlo llegar mucho al trapo, encelarlo y ligarle un par de series con seriedad, pero la escasa presencia del toro impidió la comunicación con la grada, que no dejó de protestar al animal.
El cuarto le volvió la cara a Morante en el saludo de capote para no permitirle el brillo hasta la monumental media verónica que preludió un concierto de expresión torera a falta de calidad en la embestida. Comenzó con las chicuelinas del quite, cinceladas por el sevillano ante la arrancada andando y sin clase que no impidió que surgiese la naturalidad del artista. Continuó con el tremendo empaque muletero en doblones de trinchera, en enganches adelante para encelar la llegada, en lentos derechazos poniendo mucho en los embroques, dando a la colocación la importancia justa en beneficio del trazo. Enorme Morante al natural, sólido de piernas, erguido de figura y profundo de dibujo, larguísimo para la renuencia del animal, creyéndose siempre el discurso para hacerlo llegar al tendido, siempre entregado con el de La Puebla. La mano por abajo, la muleta en el morro para ligar los dos primeros con el pulso preciso, perdiendo pasos para los siguientes y ganándolo luego ante la distracción del animal, deletreando los remates y saboreando la tremenda estética. Sensacional. Una estocada corta y tendida rubricó la obra para desorejar al animal.
Arreado salió El Payo para lancear con mucha fe al quinto, que venía mejor que se iba pero que embestía muy despacio, permitiendo la media monumental que abrochaba el recibo. Por saltilleras y gaoneras colocó el queretano al toro en el caballo para sacarlo luego con verónicas muy despaciosas, deletreadas en los vuelos. Y así tuvo que ser el toreo con la muleta en una faena de grandísima voluntad de hacer el toreo ante un toro de escasa transmisión que no se rebozó nunca, pese a tomar largo el trapo cuando logró Octavio meterlo en la muleta. No impidió, sin embargo, que exhibiese El Payo un toreo maduro y confiado que dejó una gran impresión en los tendidos, volviendo a arruinar el trofeo con el mal uso del acero.
Más bien tímido y discreto fue el saludo de Armillita al fino sexto, que le humilló las arrancadas al hidrocálido en su salida. Con la muleta se le notaron más las carencias al chaval por la gran actuación de sus compañeros de cartel, porque tuvo buen aire el animal, que le humilló mucho en los embroques sin encontrar el pulso preciso. Se fue templando más Fermín a medida que transcurría el trasteo, pero hubo tanta voluntad como inseguridad y falta de ajuste para trazar. Muy compuesto en el final, fue a más en su labor Fermín, a la par que fue a menos la calidad del de Teófilo Gómez, casi desentendido de la entrega mostrada en el inicio con la sarga. Horrible con la espada, escuchó silencio.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros Monumental de México. Décimo quinta de la Temporada Grande Internacional. Corrida de toros.
Seis toros de Teófilo Gómez, escasos de presencia y desiguales de juego. Noble y sin espíritu ni clase el feble primero; deslucido pero obediente el desrazado segundo; escaso de presencia el deslucido tercero; sin entrega ni raza el obediente cuarto, a menos; deslucido y sin tranco el quinto; con calidad y humillación el feble sexto.
José Antonio "Morante de la Puebla” (nazareno y oro): ovación y dos orejas.
Octavio García "El Payo” (turquesa y oro): ovación y ovación.
Fermín Espinosa "Armillita IV” (púrpura y oro): pitos y silencio.
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