sábado, 16 de enero de 2016

Veintidós personas y dos perros en la conferencia antitaurina de Madrid

antitaurinos


 Por la libertad de expresión, de convocar y de ir o no a cualquier espectáculo, llámese en este caso conferencia. Este sábado, por las fiestas de San Antón, el Ayuntamiento de Carmena anunció una conferencia antitaurina, a la que exactamente acudieron 22 personas, contando al conferenciante, al joven que se encargaba del equipo técnico y a quien esto firma. Y puesto que la filosofía de algunos animalistas es incluir en el mismo saco personas y animales, haré honor a ella y diré que entonces fuimos 24: 22 seres humanos y 2 perros. Una señora entró también con su can de la correa, pero no parecía agradarle lo que allí se contaba y tomó presta la puerta de salida. Ejercía su libertad de no escuchar lo que allí se decía. Pero si quieren la incluimos (y al perro también, faltaría más).

Por cierto, en las escaleras del Auditorio Escuela Música desfilaban muchos mamiferos carnívoros de la familia de los cánidos, algunos con chalequitos y unos jerséis de las firmas más caras que pueda usted poner a cualquier niño o bebé. Los tenderetes de protectoras de animales contaban con «souvenirs», desde paraguas a chapas. Y muchos folletos.

Cogí alguno para entregar a un conocido ganadero de lidia, que me consta que cuida con esmero a animales que se ha encontrado abandonados en la carretera por si se anima a adoptar algún otro. La verdad es que no conozco a nadie que cuide tanto los animales como estos hombres de campo.

Llueva, nieve o truene, se levantan a cuidarlos, a alimentarlos, a repasarlos en esa inmensidad de la dehesa, de la libertad de la que gozan los bravos y otras especies…  Qué lujazo ser un toro bravo, aunque no los vistan con jerséis de marcas. A ver quién es el guapo que se arrima y se los pone…

Bueno, quizá conozca algún valiente el conferenciante, José Enrique Zaldívar, que en el inicio de su charla de ciencia y demagogia aseguró que el toro es «un animal pacífico». Me comprometo desde aquí, si él así lo desea, a intentar que un ganadero de bravo le abra las puertas de su finca y que enfunda un jersey, una gorra y unos calcetines a ese animal pacífico llamado toro. Como no hubo turno de preguntas entre el público (22 personas y 2 perros), me quedé con las ganas de preguntar que, si tan pacífico es el toro, por qué esos antitaurinos que saltan al ruedo no lo hacen cuando el toro acaba de salir por el ruedo, y si gustan que le planten un par de besos y le den un abrazo.

Hablábamos de los panfletos. En esta conferencia anti que se organizó desde la libertad y a la que yo ejercí mi libertad de asistir me regalaron otro, donde cuál fue mi sorpresa estaba bajo el patrocinio de Avat, la Tortura no es cultura y Cas Internacional, una organización holandesa que financia con cientos de miles de euros los ataques a la Tauromaquia, reconocida Patrimonio Cultural en España si no recuerdo mal. Pues sí, en el día de los animales, todas esas maravillosas asociaciones que prefieren la extinción de una especie y la desaparición de la dehesa como fuente ecologista aparecían en los «festejos» organizados por el Ayuntamiento de Madrid.

Precisamente citando a la alcaldesa, Manuela Carmena, arrancó la conferencia Zaldívar: «Los taurinos dicen que Carmena ha organizado esta conferencia para acabar con la Tauromaquia», vino a decir. Ejerció su libertad de expresión el veterinario y los 22 asistentes (más 2 perros) ejercimos la nuestra de escucharle con atención. Hubo verdades y mentiras. Y más de una falta de respeto como llamar «gentuza» a subalternos y puntilleros: «Son gentuza, incluso algunas veces creo que alguno lo deja vivo adrede para que sufra más si ha dado problemas al novillero» (alucinante invención). «Depredadores» llamaría luego a los toreros.

También nos ilustró con las distancias: «Un toro tiene un ángulo de visión de 1,20 metros, lo que da ventajas al torero, que por eso se pone de rodillas al lado sin el trapo en actos chulescos cuando el toro no ve. El toro siente una frustración muy grande al no poder agarrar el capote». Comparó la liberación de endorfinas del toro con el parto más doloroso: por el mismo precio (cero euros y renovación del catarro porque hacía más frío que en Ajalvir), asistimos a una clase de los distintos niveles de dolor en el parto, comparándolos con el toro -surrealista, sí-).

El «maestro» Zaldívar, capitán de Avatma, pidió la desaparición de la Tauromaquia en todos sus órdenes, hasta la propia ganadería de lidia o el modelo de ella, que vino a describir como el reino de los sufrimientos. Cualquiera que haya visitado una ganadería -muchas abiertas a todo aquel que quiera verlas- puede comprobar la falsedad de tales palabras. Y alguna media verdad -lo medio siempre es mentira-, encubierta de discurso Walt Disney. Y con un cuento se puso el broche precisamente la actuación: «La Tauromaquia contada por un toro de lidia». ¡No solo son animales pacíficos! ¡También hablan!

Quien habló largamente fue el conferenciante. Carmena ejerció la libertad de anunciar en su programa de fiestas del patrón de los animales al presidente de la asociación que quiere acabar con una especie animal (¿contradictorio?). Zaldívar ejerció la libertad de expresarse, de contar sus teorías -unas con mayor rigor científico que otras- y tirar de demagogia. Y veintidós  personas ejercimos la libertad de escucharlo, auque no pudimos ejercer la libertad de preguntar. No hubo hubo turno de preguntas. Me gustaría saber qué haría Zaldívar con el ganado de lidia si llevarlo a un zoo o si él pagaría los tres mil y pico euros que cuesta criar cada toro, una raza única. O quizá los animalistas prefieran su extinción…

No pudimos preguntar, pero 22 personas (y dos perros) escuchamos atentamente y con el máximo respeto. Ningún taurino fue a boicotear la conferencia. Al otro lado de la cama, no se puede decir lo mismo. Y son muchos más de 22. Mismamente en Madrid, la ciudad de Carmena, más de 22.000 personas van cada día a los toros durante un mes entero en San Isidro. Ayer también éramos 22. Pero sin los ceros. Exijamos respeto y libertad, sobre todo cuando hablamos de actos y espectáculos legales. Y los toros lo son. La restricción de la libertad es totalitarismo y abolir la especie de lidia, una raza única, sería un atentado y un agravio a libertad (incluso si gustan los de filosofía animalista a los propios animales), más allá incluso de que para muchos la tauromaquia sea la más audaz y creativa de las artes, esté protegida por ley y genere miles de puestos de trabajo y millones de euros.

A ver si en el próximo programa de fiestas de animales aparece un ganadero de lidia. Superar el número de asistentes no será difícil, aunque la Fiesta no cuente con un lobby como el anti.

PD: Por cierto, entre los animalistas, vi zapatos de cocodrilo, correas de piel y, cuando me levanté a hacer una foto, uno de última fila reservaba para tomar una mariscada. Pobres langostas, asadas y cocidas en vida, ¿verdad, «Waltdisneys»? La próxima conferencia que la dé Bob Esponja.

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