miércoles, 31 de mayo de 2017

Apuntes en un cartel internacional en San Isidro

Ni una vuelta al ruedo con una novillada de Montealto de noble comportamiento 


Diego Carretero resultó cogido en las bernadinas al melocotón quinto 
Diego Carretero resultó cogido en las bernadinas al melocotón quinto - Paloma Aguilar
 
ANDRÉS AMORÓS Madrid

En el vigésimo festejo de la Feria, cartel internacional de novilleros: un mexicano, un español y un francés. (Los tres tienen 20 años y están en su tercera temporada con picadores). Es una prueba clara de la universalidad que la Tauromaquia tiene, como cualquier otro arte. Y eso no choca de ningún modo –como algunos creen– con el hecho de que sea la Fiesta española por antonomasia. Ya en 1899 lo proclamaba el Conde de las Navas, en su monumental obra «El espectáculo más nacional». Basta, para advertirlo, el simple sentido común. No todos los españoles son aficionados a los toros (ni a cualquier otro arte). Hay muchos aficionados excelentes fuera de España. Todo eso no impide que, en el mundo entero, se identifique al toro con España y se vea la Fiesta como una de las señas de nuestra identidad. (Igual que sucede, por ejemplo, con el Renacimiento y Florencia; o con el jazz y Nueva Orleáns).

Los novillos de Montealto, variados de pelaje, son nobles y muy manejables, aunque les falta algo de transmisión.

El mexicano Leo Valadez es un diestro bullidor, «todoterreno». En el primero, que embiste con templanza, comienza de rodillas, en el centro; encadena suaves muletazos por los dos lados; muestra facilidad pero no llega a emocionar como la nobleza del toro permite. La espada es su punto flaco. Muestra su soltura con las zapopinas, en el cuarto, que se viene arriba; el trasteo gana interés pero la faena no se redondea y vuelve a matar mal. Ha demostrado más oficio que inspiración.
Leo Valadez, de rodillas
Leo Valadez, de rodillas- Paloma Aguilar
Sorprendió gratamente Diego Carretero, en Fallas. Recibe con larga de rodillas y verónicas cargando la suerte al segundo, un colorado «Caramelo» que protesta un poco. Traza derechazos con buen aire pero no logra acoplarse del todo. Mata feamente, a la tercera. El quinto, un bonito melocotón, es brusco, puntea en las telas. Diego sufre un desarme en el inicial «cartucho de pescao». Los enganchones deslucen la faena y el arrimón no agrada a todos. Sufre un trompazo en una inoportuna bernadina y reincide, cubriéndose con una toalla la rota taleguilla. Logra la buena estocada a la segunda. Además de la entrega, se le ve con buen aire pero le falta madurar.
Diego Carretero, por bernadinas al quinto
Diego Carretero, por bernadinas al quinto- Paloma Aguilar
Se presenta el francés de Arles Andy Younes, de cara aniñada: ha toreado bastante y destaca por la finura de su estilo. El precioso tercero pelea bien en varas. Saluda Morenito de Arles. En la muleta, el novillo sale desentendiéndose. Andy apunta pinceladas estéticas y mata con decisión, saliendo con la faja y el chaleco rotos. En el sexto, abusa de desmayar los muletazos, compone la figura sin el necesario mando. Tiene gusto pero le falta naturalidad.

Todo ha quedado en apuntes, detalles, esbozos… Está bien pero conviene aspirar a lo que Eugenio d’Ors llamaba «la obra bien hecha», y Rafael el Gallo, «lo bien arrematao».

Posdata. Es frecuente que se anuncien toros con nombres femeninos: «Investigadora», «Hebrea»… Quizá la documentación se refiera a la vaca madre pero no tiene sentido. Conviene respetar la lógica.

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