miércoles, 31 de mayo de 2017

San Isidro: cabeza y corazón de Andrés Roca Rey

Corta una oreja, igual que Perera, en una gran corrida de Victoriano del Río 


Roca Rey, al natural con el tercer toro
Roca Rey, al natural con el tercer toro - Paloma Aguilar
 
ANDRÉS AMORÓS Madrid

La nueva actuación de Roca Rey dispara la expectación. Las llamadas de amigos preguntando cómo se consiguen entradas son el más claro ejemplo. Torea por última vez en la Feria, igual que sus dos compañeros. Ninguno de los tres tuvieron fortuna en sus anteriores corridas pero los focos se centran en Roca Rey: es el precio que se paga por el éxito. Victoriano del Río ha lidiado una gran corrida, con varios toros excelentes: segundo, cuarto y quinto eran toros para cortarles las dos orejas. Perera y Roca Rey logran un trofeo. El público ha vibrado –¡por fin!– con toros y toreros. Asiste Don Juan Carlos, que recibe brindis de López Simón y Roca Rey (¿por qué no de Perera?).

En solo un año, Roca Rey se ha convertido en un fenómeno, gracias a su valor, que llega a asustar a los públicos. (A veces, ha degenerado en temeridad y ha dado lugar a demasiados percances: algo que no es síntoma de ser un buen torero). Pero es todo lo contrario de un «chalao»: sabe muy lo que hace y lo que quiere; torea al toro y al público con igual claridad. En su anterior corrida, cierto sector madrileño le trató con la dureza que reserva para las primeras figuras: una evidente señal de que ya lo es.
El momento culminante de esta gran corrida se vive en el tercer toro, «Beato» ( como el de la despedida de Esplá). Desde el comienzo, mansea, huye, barbea a tablas. Brinda a Don Juan Carlos.

 La gente aprecia la dificultad del toro, que tiene movilidad, transmite peligro. Después de algún intento de sacarlo, sigue Roca Rey la máxima de Marcial Lalanda: lidiar al toro donde él quiera; uno tan manso, en chiqueros. Allí se planta, consigue naturales mandones y suaves, le saca todo lo que tiene y lo mata de una gran estocada: justa e importante oreja. El último es el más deslucido de la tarde, protesta, pega tornillazos. Andrés no puede redondear el triunfo pero se justifica, aguantando las embestidas descompuestas.
Roca Rey brinda a Don Juan Carlos
Roca Rey brinda a Don Juan Carlos- Paloma Aguilar
Desde su último y grave percance, Miguel Ángel Perera no ha vuelto a ocupar el puesto de privilegio que antes tenía. Creo que los públicos le están tratando con cierta injusticia, porque conserva la capacidad y el valor que le llevaron a la primera línea, pero no ha logrado, quizá, «vender» su imagen y suele empeñarse en realizar «su faena», lo permitan o no las condiciones de cada toro. El primero es veleto, suelto, manejable. Tarda mucho en acoplarse y el toro acaba rajándose. El cuarto es un magnífico «Cantapájaros» (como el del triunfo de El Juli). Se luce en banderillas Curro Javier. Acude suave y templado a la muleta de Perera, que logra derechazos lentos y uno de pecho, interminable. Buena estocada: oreja.

Con valor impávido, López Simón logró entrar en las Ferias; el año pasado, fue el que más toreó y más trofeos cortó; no veo que haya mejorado la calidad de su toreo. Ésta es su tercera actuación en esta Feria: las anteriores, no logró triunfar. Esta tarde, recibe ovaciones pero, con dos grandes toros, no ha logrado ningún trofeo… El segundo flaquea pero embiste con suavidad, humilla. El diestro se planta, muy vertical, se enrosca al toro, que repite incansable. Por la derecha, surgen algunos enganchones. La faena ha sido desigual, comparada con la nobleza encastada del toro. Mata con suavidad (como a veces hace Talavante). El quinto va de largo al caballo, derriba, se luce Tito Sandoval, muy ovacionado, firme candidato a premio. No es «Cojito» sino nobilísimo: humilla, repite, saca motor, va a más; aunque al final se raja, ha tenido magníficas embestidas, que López Simón sólo ha aprovechado en parte. Entrando de lejísimos, pincha.

Siempre me ha gustado ver a los buenos toreros con toros mansos pero encastados: es una buena prueba de su capacidad. Roca Rey la ha superado brillantemente, esta tarde, sin heterodoxias ni tremendismos. Se la ha jugado pero sabiendo perfectamente lo que hacía y teniendo el valor preciso para realizarlo. En el toreo –y en la vida–, el que reúne cabeza y corazón tiene todas las bazas para triunfar.

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