domingo, 4 de marzo de 2018

Ferrera, a fuego con un victorino de pedernal en Olivenza



«Mojarrillo» vende cara su vida en un mano a mano en el que Ginés corta la única oreja


Antonio Ferrera, en el recibo al toro de Victorino
Antonio Ferrera, en el recibo al toro de Victorino - José Vicente Arnelas
 
  Silencio. Un toro y un torero se baten en duelo en Olivenza. «Mojarrillo», negro entrepelado, de 535 kilos, vendió cara su vida. A fuego el hierro de Victorino Martín. Una ovación trepó por los tendidos cuando apareció en el ruedo y Antonio Ferrera creó un saludo invertido, su particular ferrerina. En lidiador provocó el delirio: aquello que se estila poco, siempre impacta.

La gente sabía que la batalla que se iba a fraguar no se antojaba fácil, pero pocos imaginaron que este «Mojarrillo» desarrollaría tanto peligro. Andarín y tobillero, buscaba presa una y otra vez, cada vez con más complicaciones. Allí, que diría el viejo Victorino, no comía pipas ni el que las vende.

Trasladado a la actualidad: ni los instagramers sacaban el móvil para subir una foto. Era la guerra más dura del inicio de temporada frente a una alimaña, que se revolvía rápida con su seriedad y su casta de pedernal a cuestas. Ferrera, con más tablas que el Ikea, le buscó las vueltas entre las emociones. Por el izquierdo parecía que medio se tragaba los meritorios pases. Puro espejismo. El corazón se encogía en cada muletazo. Un torero macho se jugaba la vida con un victorino de sílex. A fuego, con esfuerzo y coraje, obtuvo una tanda imposible: no quería dejarse ganar la pelea. Para matar pasó las de Caín con el de la A coronada al acecho. La ovación tuvo más entidad que algunas orejas del serial.

Como peso tuvo la que recogió Ginés Marín tras pasaportar a su primer victorino, mejor que su hermano, sin ser nada del otro mundo y con sus problemas. El joven resolvió con mucha dignidad e incluso sorprendió al componer ante «Cobrador» pasajes con belleza.

Entusiasmo a la verónica

Antes había maravillado a la verónica en el de Garcigrande, con dos medias fenomenales. Variado y sabroso fue el prólogo con un notable toro que planeaba por momentos en una desenvuelta labor. Cortó una oreja, pero no pudo redondear con el descastadísimo sexto.

Para dulcificar la guerra anterior, Ferrera gozó luego de un estupendo toro de Domingo Hernández, aunque ya parecía pesarle que era el quinto de su jornada... Antes sostuvo al flojo de Zalduendo en una sentida y templada faena. El extremeño había ocupado la baja de El Juli y la taquilla se resintió dentro de un ciclo de alto nivel en medio de los aguaceros. Larga vida a la Feria de Olivenza.

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