lunes, 24 de junio de 2019

El Fandi, la bala que nunca falla



El granadino corta dos orejas a un gran toro de Luis Algarra y sale a hombros en la Feria de Hogueras

El Fandi pasea feliz las dos orejas del buen cuarto toro
El Fandi pasea feliz las dos orejas del buen cuarto toro - SCP/Teseo

Rosario Pérez 

Y allí estaba el Usain Bolt de las banderillas, superando su propia marca en cada carrera, en cada zigzag, como si cada parada ante el toro fuese la línea de meta. Bárbaro El Fandi. Hay que tener muchos pies y valor para mirarse cara a cara en el espejo de un bravo mientras se le desafía en líneas rectas y curvas hacia atrás. Se caía la plaza con el torero con las piernas más ágiles del escalafón. «Ya podía haber corrido así el Hércules», se oyó en el toro de la merienda. Tras el fracaso con la Ponferradina, un aficionado quería hablar con el apoderado, Matilla, para ficharlo en el partido de vuelta. La locura estalló mientras corría para atrás después de un cuarto par al violín (un dos en uno). Un prodigio: ya quisieran muchos deportistas tan portentosas facultades y ese temple a la carrera. Fandila está para competir con Coleman, heredero del atleta jaimacano. La bala de Atlanta frente al rayo de Granada (o viceversa), que al lado de sus compañeros de cartel parecía Gallito.

Y cómo fue ese estupendo «Valeriano» de Luis Algarra, un ejemplar que poco (o nada) tuvo que envidiar al garcigrande del día anterior. Pero no se le honró con el pañuelo azul, pese a todo lo que le exigió El Fandi desde aquellas carreras infinitas, en la suerte «natural y contraria». De rodillas se postró en la vibrante ronda de inicio en una faena con un capítulo clásico y otro más populista. Eso sí, el espada que cultiva a la par el cuerpo y la mente, con sobrados conocimiento y oficio, no escatimó nunca esfuerzos y la gente se lo pasó pipa. Se tiró a matar y paseó dos orejas en medio de la algarabía.

Lástima que la mayoría del conjunto ganadero se arrastrara con las peludas puestas. Qué buena corrida se lidió, con clase y nobleza, aunque algunos acabaron afligidos, no se sabe si por aburrimiento o por falta de fondo.

En la primera parte, fue El Fandi el que más cerca estuvo de tocar pelo con el que descorchó el sexteto. Lo saludó con una larga de rodillas y echó los vuelos de fábula en dos verónicas de temple total: aquel fue el mejor homenaje a Dámaso. No se vería un toreo tan angelical en todo el festejo.

Enlazó luego unas chicuelinas antes del galleo por el mismo palo. Y se marcó un quite por navarras, bautizado como el «del ventilador» ante la ola de calor que se avecina. Llegó después la algarabía en banderillas, con un tercer par al violín y jugueteando con el rival entre los plácemes del público. Un principio genuflexo, unido a un molinete y otro de pecho, dio paso a series a media altura con un animal que cabeceaba. De pronto, sonó un grito irrespetuoso que le comparaba de mala manera con el Hércules (caprichos del destino, luego querían enfundarle la camiseta blanquiazul) y esa voz le hizo enfandilarse. En su salsa, trazó un puñado de molinetes, rodillazos y un desplante que subieron la temperatura. El pinchazo hondo dio paso a un descabello a lo Roberto Domínguez. Fue lo más notable, junto a esas dos lentificadas verónicas cuando asomaba la tarde.

«Impresnado», así, con ese, era la belleza absoluta. Quizá no haya salido un toro tan hermoso estas Hogueras. ¡Y cómo acudía a los capotes! Aquella embestida invitaba a soñar. No merecía ese puyazo tan trasero el de Algarra, que en el primer muletazo hizo literalmente la croqueta. Cayetano se postró de hinojos en el emotivo prólogo. Menuda clase tenía el animal, con el que se quitó de brusca manera las zapatillas en busca del contacto con las raíces. Su sangre Rivera salió a relucir en varios pasajes enrazados, pero no terminó de surgir el acople necesario, demasiado despegado. Una tanda al natural levantó algunos «oles» mientras sonaba «Nerva». El noble de «Impresnado» fue a menos y se afligió totalmente en la hora final. No ayudó nada, por lo que el matador pinchó antes del espadazo. Sí acertó a la primera en el quinto, con el que saludó. Poco más que contar...

Variado con el capote, Toñete comenzó su labor rodilla en tierra para terminar con ambas sobre la arena en una vibrante escena. Otro algarra de nobilísima calidad, ante el que el joven diestro buscó la templanza sin apreturas y con altibajos. No anduvo fino con el acero, pero Antonio Catalán sí acertó en el sexto y paseó un trofeo.

La festividad de San Juan se la llevó El Fandi, a toda máquina y a la vez el más templado en tarde de pases acelerados. Despacio o a la carrera, el sello Fandila es siempre garantía de espectáculo, la bala que nunca falla.

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