Discurso Conmemorativo
Orador: Dr. Pedro Rivas
Hoy, 17 de octubre de 2025, diecisiete (17) egresados de la Escuela de Educación de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes, se hacen presentes en este recinto sublime Paraninfo de esta institución bicentenaria para recordar una de las fechas más emblemáticas de nuestras vida estudiantil y magisterial.
En este lugar de la academia conmemoramos el Quincuagésimo Aniversario de nuestro grado de Licenciados en Educación otorgado por la insigne Universidad de Los Andes, institución facultada por el Estado venezolano para otorgar el título de Licenciados en Educación para desempeñar el ejercicio de la profesión docente.
La Promoción de Licenciados en Educación 1975-2025, la concebimos como un intervalo existencial que evoca esa maravillosa estancia universitaria que formó la mente y el espíritu, habilitó a la razón y aquilató la vocación para el desempeño de la gestión educativa y el fortalecimiento de la docencia.
Regresar a la universidad para homenajear a la casa de las luces que nos formó es valorar el reencuentro con nuestros pares llenos de historias académicas y pasajes de la vida de cada uno por aquel paradisíaco ambiente acogedor y bucólico de una ciudad fría, lluviosa todo el tiempo y elegantemente vestida con el manto de las finas neblinas que se apoderaba de la vespertina Mérida, serrana y estudiantil.
El concepto de una promoción académica universitaria es una oda a la vida y a la memoria fresca que nos hizo educadores en medio del calor de los acontecimientos culturales y políticos del momento. Igualmente es la reivindicación de las amistades hechas y mantenidas en el tiempo; es el recuerdo sublime del compañerismo solidario y comprometido.
Una promoción es la evocación silenciosa y cómplice de los enamoramientos públicos y otros, callados por el silencio atrapado en la inseguridad y la duda; una promoción también son las ilusiones maravillosas que nos generaba el mundo académico a la par de las expectativas laborales mediadas por los politiqueros de turno, suerte de dioses sin un ojo y mochos de un pie o una mano, suerte de fatalismo nacional que nos acompaña siempre.
¿Qué significación tuvo para nosotros ingresar el acto de grado?
Sentimos el cuidadoso protocolo para entrar escrupulosamente al Aula Magna en dos columnas con el atuendo medieval de la toga y el birrete, propio de la cultura universitaria europea que la universidad española adoptó en hispanoamérica, y luego la universidad republicana, asumió como propio. Tales ritos y ceremoniales son parte de la cultura universitaria venezolana, igualmente como lo son el idioma castellano, nuestros nombres y apellidos y otras expresiones españolas que nos hoy nos identifican y definen.
Ingresamos a ese sagrado recinto para que la ceremonia de la graduación diera paso a la juramentación, la imposición de la medalla y la entrega del título universitario firmado por el señor rector, el decano y un profesor cercano como por ejemplo, el padrino.
Estar allí fue una experiencia única que detuvo el tiempo para vivir la emoción y el sentimiento personalísimo e indescriptible del autoreconocimiento, el logro individual y la felicidad colectiva del grupo. Y eso es posible porque en ese momento se pueden percibir el valor de lo sublime y lo sagrado, así como el sentido y la significación del espíritu universitario introyectado en una suerte de posesión de que somos la universidad que nos forjó y cultivó el ser del magisterio.
Ingresar al sagrado recinto del Aula para ser graduados de Licenciados en Educación es la experiencia de un acto académico que solo se vive una sola vez, aun cuando podamos regresar después a recibir otros títulos, reconocimientos y condecoraciones.
Cincuenta años de ese acto trascendental así lo indica
Los padrinos
El Paraninfo, lugar sagrado por antonomasia de la Universidad de Los Andes, nos reúne para celebrar un acto lleno de significación académica y vida que junta a tres grupos de egresados que llevan en su promoción los nombres de tres profesores ilustres que marcaron nuestra identidad universitaria y que hoy le homenajeamos: los profesores: Livio Muñoz Oráa, Ana Luisa Angulo de Picón y Ramón María Jauregui.
El profesor Livio Muñoz Oráa, para aquel entonces era un joven profesor oriundo de Guanare estado Portuguesa; fue escogido por sus méritos académicos y su apoyo sin miramientos a nuestras luchas estudiantiles en defensa de una formación académica proba, sólida y humanística del Departamento de Tecnología Educativa donde estudiábamos. Además, el Prof. Muñoz Oráa fue una persona muy identificada con el sector estudiantil y piedra angular de la amistad con los estudiantes que hoy celebran en su nombre.
De la mano con su hermano, Carlos Emilio, conocimos las letras y el espíritu del proyecto de creación de una universidad para los llanos que desafortunadamente no pudo ver debido a su temprana muerte: La Universidad de Los Llanos. La sede rectoral escogida a priori para esa universidad llanera estaba impregnada de un sentimiento pedagógico y magisterial muy profundo, cuya localización estaba en las instalaciones coloniales del Liceo José Vicente de Unda y García de Guanare, el primer liceo de Venezuela, creado el 16 de mayo de 1825 por decreto y rúbrica del Padre Libertador. Con la ida del Dr. Carlos Emilio, nuestro amigo, la universidad ya no sería la misma y tampoco nosotros que vivimos ese sueño de otra manera. Conocimos la UNELLEZ en su vientre.
Por su parte, los profesores Ana Luisa Angulo de Picón y Ramón María Jauregui fueron los padrinos de los compañeros egresados del Departamento de Administración Educacional.
Ana Luisa de Picón, maestra normalista y abogada, tuvo el honor de ser egresada en 1963 de la primera promoción de Licenciados en Educación de la FHE: brillante y exigente profesora, fue un modelo de entrega y celo por una sólida formación en la escritural y la exposición argumentativa, propia de una didáctica integral con apego a las formalidades de la presencia física y ética de un buen educador en ejercicio de las funciones docentes y administrativas. En nuestra jerga estudiantil era mentada con cariño como la “viejita Picón”.
Ramón María Jauregui, el otro padrino de la promoción 1975, fue un docente extraordinario, de gran rebeldía frente a la injusticia, la superficialidad, la mediocridad y la piratería docente admitida y tolerada por el poder institucional. De formación jesuita, mostraba la influencia una sólida influencia teológica e identidad con Paulo Freire y su Teología de la Liberación. Era filósofo y, además físico, matemático. De él aprendimos que la crítica era constructiva si proponía soluciones desde la acción concreta; que el silencio era omisión y complicidad; que la acción sin propósitos claros y sin dirección era tremendura y fracaso seguro.
Desde su hogar con Begoña, su esposa de ayer y nuestra compañera de lides estudiantiles, oía con respeto y prudencia nuestras permanentes discusiones académicas y conspiraciones políticas contra el poder instituido, siempre empequeñecido por la ambición, la sordera cómplice en el interés en mantener el orden para que nada pasare. Vivimos el frenesí emocional y la racionalidad de la política.
A Ramón María lo recordamos como un maestro universitario. Desde Cataluña se disculpa con sus ahijados por no estar presente. Hoy celebra el cumpleaños 88 y con una cabeza buena. Nos envía abrazos de felicitación.
Estimados amigos que nos acompañan, este evento es un reconocimiento a la Universidad de los Andes, representada por tres profesores padrinos que dejaron un legado lleno de enseñanzas y valores comprometidos con la ética y el buen ejercicio de la profesión docente, tan exigua y desairada en estos días tan críticos de nuestra existencia histórica.
¿Quiénes somos y de dónde veníamos?
En el despunte del año 1971 iniciamos nuestra carrera universitaria con un grupo de bachilleres que expresaban una multiplicidad de costumbres, voces y rostros particulares que definían su procedencia estudiantil e irían configurando en la interacción social y pedagógica una identidad profesoral y universitaria que definió nuestra promoción. Ese ethos hoy nos convoca a celebrarnos y a ser reconocidos por nuestra Alma mater.
En este sentido, somos la concordia educativa de aquellos bachilleres que llegaron para hacerse de una profesión, mientras se iba construyendo el nicho socio-espiritual en la Escuela de Educación que en este momento cada uno de nosotros siente. Así empezó a gestarse el concepto y el sentimiento de una promoción cuyos estudiantes provenían de distintas latitudes de la geografía nacional
De la región andina nos vinculamos con estudiantes oriundos de Mérida, El Vigía, Santa Cruz de Mora, Tovar, Zea, Chiguará, los Pueblos de Sur y Timotes; La Puerta, Valera, Mendoza Fría, Boconó, Trujillo y Torondoy; San Cristóbal y Lobatera.
Otras raíces nativas daban cuenta de compañeros venidos de Bruzual, Guanare, Guanarito, Biscucuy, Maracaibo, Barquisimeto, Coro, Punto Fijo y Delta Amacuro.
Esta mezcla sociocultural del país construyó el biotipo cultural de una promoción que desplegaba una identidad docente universitaria y una idiosincrasia singular, hoy observada en este recinto en los alegres rostros de: Paula Rosa Garcés Betancourt; Aura García de Mora; Juan Manuel Fernández Rey; José Adalberto Moncada Jaimes, Ilia Calderón Lacruz; las hermanas Nora y Ana Consuelo García Rosales; Nancy Molina Lacruz; Humberto Rosales, Tania Mora y su marido Ángel Rodríguez; Rosalba Rojas Uzcátegui; Luis Omar, Zambrano Mora, Belkis Beatriz Volcanes de Moreno; Fides Escalona; Nancy Gamarra; Dilcia Rivas; Oscar Enrique Blanco Gutiérrez, Carlos Schwarzenberg, Tellería María Begoña y Pedro José Rivas, quien les habla.
Un saludo y aliento solidario para Rosalbita Rojas, recientemente hospitalizada en el HULA y para Ana Consuelo García Rosales, quien se recupera progresivamente de una operación de columna. Para ellas nuestro afecto solidario y abrazo fraternal.
Sea oportuna la ocasión para recordar la memoria de los compañeros idos a otros planos del universo: Javier Álvarez, Iván Roa, Vitelio Guerere, dos religiosos: Nery De Jesús Nieto y el cura Enzo Guariendo Tinazzo; Jesús Orlando Betancourt, Muchacho Garzo y recientemente, José Santiago Gudiño.
Somos parte de una generación de egresados que escribió y sigue escribiendo con orgullo la historia de la Universidad de Los Andes y de la educación venezolana en cientos de liceos del país y de universidades como la UNELLEZ, Universidad Nacional Experimental de Guayana y ULA.
De esta promoción celebrante ocho compañeros hicieron carrera docente universitaria: Carlos Schwarzenberg en la Universidad Nacional Experimenta de los Llanos Ezequiel Zamora en Barinas; y Amadís Flores Petit, en la Universidad Nacional Experimental de Guayana en Puerto Ordaz, llegando a ser su rector en 2003.
Seis compañeros anidaron su lecho en la ULA. Juan Manuel Fernández, Begoña Tellería, Óscar Blanco, Pedro Rivas, Javier Álvarez Iván Roa, estos dos últimos ya no están con nosotros.
Un dato relevante de esta camada es encontrar dos profesores activos de la ULA con cincuenta años de actividad sin haber hecho efectiva su jubilación: Juan Manuel Fernández en la Escuela de Medios Audiovisuales y Pedro Rivas en la Escuela de Educación. Así mismo, en el Núcleo Universitario del Táchira, se encuentran María Auxiliadora Maldonado y Óscar Blanco ambos jubilados pero trabajado en el Doctorado de Educación, Óscar es su coordinador, dirigiéndolo con devoción y mística.
Sirva la ocasión para enviar un caro saludo a dos grandes compañeros de estudio acá presentes desde ayer, los Licenciados Freddy Diaz y Ángel Rodríguez.
Honrar a nuestra Alma Mater
En este encuentro con la historia queremos ennoblecer a la Universidad de Los Andes que sembró en nosotros una profesión y una identidad universitaria, por consiguiente, rendimos pleitesía a sus profesores que la hicieron posible. Queremos que esta celebración mantenga fresca su memoria, los evocamos con agradecimiento y consideración. Su nobleza, impronta y ejemplo lo llevamos en nuestro espíritu.
En el Ciclo Básico de la carrera sentimos el influjo magisterial de José Miguel Monagas, María Eugenia Dubois, Ana Luisa Angulo de Picón, Rufina Pernía, Obed Montilla, Carmen Aranguren de Salas, Luís Bigott, Luís Hernández Nieto y su famoso preparador Jaime Zarauz, María del Pilar Quintero, Justina Paredes, Singh Anusuya de Estévez, Ramón María Jauregui, Alberto Arvelo, Cecilia de Scorza, Cesar Chávez Taborda, , Rafael Cartay, David Fermín, Pepe Rondón Nucete, Jesús Manuel Briceño Moncillo, Otto Maduro y Nestor Añez. Hubo otros pero, éstos los más apreciados que dejaron su impronta en nosotros.
En los estudios del Ciclo Profesional siempre estarán presentes las enseñanzas de los profesores: Livio Muñoz Oráa, Tarik Souky y Olga Horobec; así como las de Alberto Alcalde, Aníbal León, Arévalo José Patiño, Raúl Dávila, Juan Bautista Castillo y Leónidas Prieto Anato.
Finalmente, despido estas palabras evocando la serrana Mérida que hospedó nuestro transito mientras hacíamos la carrera, lo cual no impidió disfrutar las oportunidades que nos brindaba una universidad preñada del sentimiento de una ciudad estudiantil que ofrecía recreación y encanto, parranda y diversión sana, mientras las cinco águilas blancas de don Tulio Cordero, acompañaba nuestro día a día.
Sirva este reencuentro de egresados de la Escuela de Educación para recordarnos que somos sabia institucional y, por ende, solidaridad plena en las difíciles circunstancias por las que atraviesa la universidad en la crisis más angustiosa y severa de la historia nacional de los últimos 125 años.
Somos pues, la alegría de la vida universitaria y también el dolor que le acongoja. No obstante, somos la esperanza y el optimismo que aprendimos de sus lecciones de resiliencia institucional.
Viva la Universidad de Los Andes, bella y serrana. Viva su gente, vivan los estudiantes. Viva la vida que hoy nos permite celebrar este maravilloso encuentro con nuestra Alma Mater. Demos infinitas gracias al Creador por permitirlo.
Abrazos infinitos.
El título de Licenciados en Educación otorgado por la ilustre Universidad de Los Andes tiene tres fechas aniversarias en 1975: 27 de junio, 10 de octubre y 5 de diciembre.
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