miércoles, 6 de marzo de 2013

Novillos y novilleros de diferente sello en Castellón


Román, Lama de Góngora y Vicente Soler cortan una oreja cada uno a la novillada de El Parralejo

Novillos y novilleros de diferentes sellos en Castellón
efe
Román compone un derechazo
 
Volvían los novillos de El Parralejo a Castellón, después del triunfo de la pasada edición. Pero el juego que dieron los novillos lidiados, distó mucho de los del año pasado. Y no es que fuera mala la novillada, pero el juego que dieron fue muy dispar. Nobles y con calidad fueron los dos primeros, nobles tercero y sexto, bajo de raza el tercero y con las fuerzas muy justas el sexto. Mientras que cuarto y quinto desarrollaron los problemas que suele dar la raza y resultaron exigentes para sus matadores.
Los tres novilleros igualaron a trofeos exhibiendo estilos distintos, por lo que el público se divirtió a lo largo de las casi dos horas y media que duró el espectáculo.

La primera oreja la cortó Román a su primero, que tuvo prontitud y repetición en las embestidas. No terminó de acoplarse del todo el valenciano, que realizó una faena desigual, en la que destacó una soberbia serie con la izquierda. Los adornos finales y un buena estocada dieron paso a la concesión del trofeo. Pero donde de verdad estuvo importante Román fue con el cuarto, un ejemplar que puso a prueba la capacidad y el valor de este torero. Planta muy firme y una seguridad impropia de un novel. No hubo orejas, pero la sensación que dejó fue muy buena.

Lama de Góngora dejó a lo largo de su actuación pinceladas de muy buen gusto. A su primero, del que paseó un trofeo, le hizo una faena de más a menos, destacando las series con la izquierda, así como las trincheras y el pase de la firma con las que remató. Quiso hacerle lo mismo al quinto, pero éste tuvo mucho más picante y le planteó problemas que no terminó de resolver.

Vicente Soler acusó los nervios propios del debut con caballos y acabó pasándolo mal con su primero. Sin embargo, se superó ante el último, arrimándose y poniendo la emoción que le faltó al flojo ejemplar. Una gran estocada fue determinante para cortar la oreja.
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