César Guillén Lamus
Con gratitud al Señor, hoy llega el día cuando cesa la vida activa con responsabilidades de índole administrativo luego de 57 años de Sacerdocio de los cuales, 41 años como Obispo y Arzobispo, de Su Eminencia Reverendísima Baltazar Enrique Cardenal Porras Cardozo, quien me permite recordar la parábola de la semilla de mostaza, la cual nos enseña que el Reino de los Cielos puede comenzar siendo pequeño, pero tiene el potencial de crecer y expandirse inmensamente, hasta crecer y convertirse en un árbol alto y fuerte, brindando refugio y sustento a muchos. La parábola nos permite comprender como una semilla del Reino de Dios, bien sembrada en tierra fértil, ha de crecer de tal manera que no puede ocultarse y las personas tienen que notarlo...
Así ha transcurrido la vida y sacerdocio de nuestro querido Cardenal, quien en sus 41 año de Obispo y Arzobispo, nos regaló el trabajo, cariño y afecto en nuestra Ciudad de Mérida y Caracas. Conocido por todos, su trabajo y trayectoria, se puede afirmar que ha sido un Hombre destacado con sobresalientes actuaciones en el mundo de la Iglesia Católica, no sólo en Venezuela, sino también en la Iglesia Universal.
Su extenso currículum refleja que ha cumplido cabalmente con los designios sagrados, habiendo recibido dones o capacidades para contribuir en esta vida sirviendo a Dios y a las personas. Lo ha hecho y vivido con la sencillez del hombre inteligente que con sabiduría ha hecho de los dones recibidos, un trabajo multiplicador para bien del prójimo, de la formación de nuevos y sabios sacerdotes y del trabajo en conjunto con sus hermanos obispos y arzobispos. Podemos decir que ha cumplido cabalmente para con Dios, con la frase que expresa su escudo "In Domine Tuo", en tu nombre.
Por su labor Pastoral, ejercida con dedicación, esmero y mucha Fe, hemos visto y disfrutado de su buena y gran actuación y cosecha, habiendo trascendendido no solo en el ámbito religioso, sino también en lo social, cultural y académico, siempre con mensajes y acciones oportunas. Nos deja la enseñanza de otra de las la parábolas de Jesús, como es la de los talentos, que nos recuerda que todos hemos recibido dones o capacidades para contribuir en esta vida sirviendo a Dios y a las personas. Nuestro querido Cardenal, con el talento recibido y por su trabajo realizado, hoy ha de estar satisfecho y preparado para rendir cuentas, cuando Dios examine qué hizo con lo que Él le dio y encomendó.
Desde su etapa de formación ha sobresalido, obteniendo la licenciatura en Teología, con honor magna cum laude, para luego en su período de Sacerdocio Parroquial, en Calabozo y Caracas, como Profesor y Rector de Seminario, actuar de manera notable y relevante, para ser nombrado Obispo el 23 de julio de 1983, por el Papa Juan Pablo II, y consagrado el 17 de septiembre de 1983, en la Catedral de Mérida a manos del Cardenal Arzobispo de Caracas, José Alí Lebrún. Le conocí siendo Obispo Auxiliar, trabajando sin búsqueda de protagonismo, con ejemplar respeto a su Maestro Monseñor Miguel Antonio Salas. Le conocimos tambien como su sucesor, respetuoso y gentil con quien había trabajado, atendiendo y cuidando del Arzobispo Emerito hasta su último día, con la gratitud y sencillez, demostrando una de sus cualidades, la de un Hombre justo y bueno.
Hoy los católicos en Venezuela, vivimos el cierre de un ciclo activo de uno de los hombres de Fe, Oración y compromiso con la iglesia local, quien ha sobresalido como buen Pastor y figura paterna, para muchas personas en las labores que le ha tocado desempeñar, habiéndose constituido, como referente y persona de influencia positiva, que ha sobresalido en la historia contemporánea de Venezuela. Nos ha enseñado el camino de cómo cumplir las obras de misericordia espirituales, dando siempre un buen y oportuno consejo, enseñándonos a los ignorantes la palabra y camino de fe y buenas acciones, corrigiéndonos con discreción y prudencia a quienes nos equivocamos, consolando a los afligidos y a quienes las circunstancias nos hacen sentir dolor y tristeza, perdonando las injurias a quienes le han injuriado, sufriendo con paciencia la debilidades de su prójimos, y sobre todo, rogando a Dios con la Fe y esperanza por el beneficio de todos en nuestra amada Venezuela.
Sus actuaciones valientes y certeras, han sido guía para muchos en momentos de desesperanza, y seguro estamos, seguirá expresando la palabra del buen y oportuno consejo, que solo los Hombres claros y sensatos pueden dar.
Gracias querido Cardenal por su entrega, por su trabajo, por su afecto y por sobre todo, por mantener la llama viva de la Fe basado en sus ejemplos de la vida cotidiana que desarrolla con su sencillez, desprendimiento, desinterés por lo material, y por su gran honorabilidad.
Hoy inicia una nueva etapa de su vida Sacerdotal, en donde con su experiencia, podra transmitir consejos oportunos, palabras de aliento y reflexión, sirviendo como luz en el camino de quienes continúan en el ejercicio de las diferentes responsabilidades de nuestra Iglesia Católica Venezolana. Vale recordar, qur muchos de ellos formados bajo su conducción o guiados con su afecto y Amistad en las dos Arquidiócesis en las cuales usted estuvo protagonismo y excelente desempeño en los últimos años.
El trabajo realizado como gran gestor para lograr llevar al Doctor José Gregorio Hernandez a los Altares, nos permita ver cristalizado el anhelo de un País que con Fe y Esperanza, de tener nuestro Santo en los Altares de la Iglesia Universal.
Que Dios le dé larga vida y permita continuar multiplicando los dones que la Divina Providencia le ha dado...
Necesitamos sus Oraciones, y le aseguro que igualmente tendrá, las Oraciones de los verdaderos Católicos que con gratitud hoy le decimos: Gracias querido Cardenal.