El torero corta dos orejas al último toro
Matar seis toros es un arma de doble filo, algo así como
una reválida, que debe plantearse sólo en los momentos de plenitud.
Manzanares es el ojo derecho de los sevillanos, pero la tarde se pone
cuesta arriba y la tarde se salda con dos orejas al último.
El primer toro, de Núñez del Cuvillo,
es justo de presentación y fuerzas. Lo recibe con buenas verónicas,
quita por chicuelinas de manos bajas (el recuerdo de su padre). En el
centro del ruedo, liga muletazos solemnes, estéticos. Pero falta emoción
porque hay muy poco toro. Las pausas que el toro necesita han enfriado
al público.
Ochenta kilos más y peores intenciones tiene el segundo, de Domingo Hernández.
No le deja estirarse con el capote, corta en banderillas; en la muleta,
se para, se queda debajo. La faena tiene mérito y valor, a pesar de un
desarme. A un toro que ha puesto en apuros a los banderilleros, le ha
sacado todo lo que tenía.
Falta la lidia adecuada
El tercero, de Victorino,
es otro tipo de toro, recibido con ovación. Pero saca mucha guasa.
Menos mal que a éste lo lidia su cuadrilla titular. Trujillo pone al
público de pie con dos pares monumentales y le tocan la música. La faena
es valiente pero le falta darle la lidia adecuada, a la antigua. Mata
de largo, sin confianza. Era el primero de Victorino que mataba: ¿matará muchos más?
La tarde se ha venido abajo, como el toro del Pilar, cuarto, flojísimo. José María está aseado pero sin enemigo. Los muletazos alternan con las caídas: decepción general.
El quinto, de Toros de Cortés, se desinfla como un globo en el primer puyazo. El sobrero de Juan Pedro también
flojea: en cuanto le baja la mano, rueda por la arena. Luce su estética
un momento el matador, suena la música pero vuelve a pararse.
El ánimo del padre
Antes de que salga el sexto, Manzanares padre, que ocupa un burladero, sale por primera vez para hablar con su hijo, parece darle ánimo. El diestro toma el camino de los chiqueros.
¿Se lo ha recomendado su padre? Apostaría que sí. A la larga de
rodillas suceden otras dos, en el centro del ruedo, bonitas verónicas a
pies juntos y un remate con las dos rodillas en tierra. Saludan Curro Javier y Trujillo.
Primer brindis de la tarde, al público. El segundo Juan Pedro aguanta
lo suficiente. Lo cita de largo, acude con nobleza, se suceden los
derechazos al ralentí, los preciosos cambios de mano, los magníficos de
pecho. Cita a recibir y acierta: ¡dos orejas!
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