Con el mejor lote de la corrida del Puerto de San Lorenzo
Desde hace años se sabe que Daniel Luque posee condiciones de buen torero, capaz de llegar a la primera fila. Más de una vez le he llamado «la eterna esperanza blanca». Esta tarde, en Las Ventas, puede servir de punto de inflexión en su carrera e impulsarle a una actitud de autoexigencia que le sitúe entre las figuras.
Devuelto por inválido el primero, el sobrero también
flaquea mucho; además, sale parado, mansea, barbea tablas, embiste sin
celo. Padilla le busca las vueltas,
en banderillas. Muestra su oficio y voluntad en la faena; por la
izquierda, se esfuerza en alargar las embestidas pero el toro vale muy
poco, le piden que lo mate y lo hace a la segunda. Recibe al cuarto a
pies juntos, gallea por chicuelinas; deja los palos a sus banderilleros
que no están afortunados. A la muleta parece embestir bonancible.
Rodilla en tierra, Juan José lo dobla varias veces: quizá, demasiadas,
porque el toro se apaga muy pronto. El trasteo es correcto, sin lucimiento y esta tarde mata con menos contundencia de la habitual.
El toro va a más
El segundo toro se cae antes de varas y repite las caídas,
después: surge la bronca pero acierta el presidente manteniéndolo porque
va a más, humilla y repite. El Cid desmaya la muleta desde el comienzo, se luce en series de mano baja, algo acelerado, traza naturales con clase
pero la emoción es escasa y todo se difumina al fallar con la espada.
El quinto no permite nada, en los primeros tercios, flaquea mucho, se
para. Desde el comienzo, intenta los naturales, su especialidad, pero se relaja más con la otra mano. Muestra voluntad pero todo se queda a mitad y falla mucho con el descabello.
Con siete años ya de alternativa, a Daniel Luque
le llega esta tarde su gran oportunidad y sabe aprovecharla. El tercero
es un toro bravo y noble, le permite dibujar los muletazos, acompañar
con la cintura los naturales, prodigar los detalles estéticos. Las
«luquinas», cambiando de mano, desatan el entusiasmo y mata de media
arriba: primera oreja. El último toro no vale nada en los primeros tercios (sufre un pitonazo y contusión en el pecho José Miguel Neiro)
pero va a mejor, embiste a la muleta con temple. Luque lo va centrando,
se luce en los cambios de mano, luce su garbo y, a la segunda, logra un
estoconazo fulminante: otra oreja. Este éxito le puede abrir una nueva etapa, si asume esa responsabilidad.
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