viernes, 5 de junio de 2015

El Cid, sin opciones en su gran reto con seis victorinos en San Isidro

La corrida resultó muy complicad y peligrosa. El banderillero Pirri sufrió una cornada de 15 centímetros

El Cid, sin opciones en su gran reto con seis victorinos en San Isidro
Después de quince años de alternativa, El Cid merece gran respeto de los aficionados, por su trayectoria, que incluye triunfos en los cosos más exigentes –Madrid, Sevilla, Bilbao– sin salirse de los cauces del toreo clásico, eterno. La cumbre de su carrera fue su hazaña con seis victorinos, en Bilbao. Cuando ya está en una etapa avanzada de su carrera, repite, en Las Ventas, ese gesto: «Como ese hombre que ha sido la pureza del toreo se llama Manuel y lo ha hecho dos veces, lo llamaremos manuelada», escribe Ignacio Ruiz Quintano, con su habitual ingenio.

Por desgracia, los toros de Victorino Martín resultan un fiasco, no permiten ningún lucimiento. La tarde se despeña sin remedio en el tedio absoluto y el enfado creciente del público, aunque la corrida sólo ha durado hora y media. [Así lo hemos contado en directo]. No se trata de buscar excusas fáciles. Lo realmente duro, para El Cid, es que hubiera salido algún victorino de bandera y no hubiera sido capaz de cuajarlo. No ha sido así. Ni uno solo de los seis toros se ha prestado al lucimiento. Hay que lamentar también la cornada que sufre David Pirri, en el cuarto.

Bajemos al relato concreto. El primer toro flaquea, tardea y protesta pero no va mal del todo. Se luce El Cid en dos muletazos por bajo de categoría, al comienzo de la faena, y, al final, en algún natural largo; en medio, el toro prueba y se apaga. Lo mejor, la sensación de firmeza que ha dado el diestro.
El segundo es reservón, espera en banderillas, saca peligro: se queda debajo, vuelve rápido. Un toro para machetear y matarlo. Como el público actual no está acostumbrado a eso, prolonga el trasteo más de lo adecuado.

Brindis al público

El tercero es, junto al primero, el único que ofrece alguna posibilidad; no muchas, desde luego. Embiste sin continuidad, es soso, se apaga. El brindis al público indica la actitud del torero, que lo intenta, hace el esfuerzo, con técnica correcta, pero no logra brillar. Ha sido la ocasión de mostrar un repertorio más amplio que los inevitables derechazos y naturales.

A partir de aquí, la caída en barrena de la tarde se acentúa. El cuarto es muy malo y deslucido, espera en banderillas, con el consiguiente peligro y el mitin de los peones; aunque toman precauciones, es herido David Pirri. En la muleta, se queda cortísimo. Sólo hubiera sido posible la forma de lidiar de antaño a estos toros.

El quinto hace muy mala pelea en varas; se produce un nuevo mitin en banderillas, con la bronca consiguiente. Es otro que no tiene un pase. Después de tantearlo, El Cid hace un gesto de impotencia: es lógico, aunque la gente se lo recrimine.

Estalla la bronca

En el sexto surgen dos de las poquísimas ovaciones de la tarde: a Javier Ambel y a Tito Sandoval, en un gran puyazo. Lo intenta Manuel en la muleta pero el toro se pone andarín, se para a mitad, pega cabezazos. No hay nada que hacer pero estalla la bronca: lógica por la decepción y el aburrimiento. Punto final. 

No ha vencido al Cid ningún gran toro sino una corrida que no ha permitido lucimiento alguno, con el toreo actual. Se podía haber ampliado algo más el repertorio, en las faenas de aliño. Pero eso, ahora mismo, parece olvidado.

Al recibir el premio de las peñas de toda España, decía Albert Boadella, por la mañana, que el toreo es un milagro. Esta tarde, el milagro no se ha producido. Muy triste debe de estar El Cid pero no derrotado. He recordado los viejos dichos taurinos: «El hombre propone, Dios dispone y el toro lo descompone... Lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible». Y un lema del Siglo de Oro: «Yo he hecho lo que he podido; Fortuna, lo que ha querido».

Postdata. El compañero Ángel González Abad acaba de publicar el libro «Cerco (nacionalista) a la Fiesta», donde recoge sus artículos, publicados en el ABC de Cataluña. Vale la pena leerlos para reflexionar sobre esta triste historia. Como señala en el prólogo Bieito Rubido, «lo que de verdad está en juego en aquellos lugares de España, donde, bajo la disculpa de prohibir los toros, se está cercenando un poco cada día el fecundo territorio de la libertad». Y eso es más importante que la Tauromaquia, mucho más importante que el señor Artur Mas. Lo proclamó Cervantes, en boca de la pastora Gelasia: «Libre nací y en libertad me fundo».

Ficha de la corrida

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