Paco Ureña también sale a hombros por la puerta de cuadrillas tras torear a cámara lenta a un toro pastueño en tarde de disparado entusiasmo
Y el nombre del victorino "Cobradiezmos" subió a los anales de la historia de la Maestranza con su indulto. Un toro bravo, sin duda. Humillador y repetidor. Manuel Escribano colaboró en el perdón de su vida. Porque potenció todas sus virtudes con sitio y cabeza cuando el toro adelantaba por las manos y anuló los tenues recuerdos del tercio de varas. La plaza enloqueció como si no hubiese visto un toro bravo en años. Es probable. Escribano seguía toreando aunque el victorino pedía la muerte. Y el presidente asomó el pañuelo naranja como rendido a la masa. Como dicen que esto beneficia a la Fiesta, no voy a ser uno quien se ponga de vieja cascarrabias. Y menos con la feriecita que arrastramos. Con otros indultos hemos comulgado como si fueran ruedas de molino. Pero eran otras plazas, claro, no Sevilla.
Gloria a Victorino, que alcanza un cénit más es su carrera, aunque desde el 96 yo recuerdo a "Veraniego" (El Tato) o "Bordoñés" (El Cid) tan bravos y con más profundidad que éste, otro son, desorejados por sus matadores y muertos a estoque. Las orejas simuladas fueron para Manuel Escribano, que desde que se fue a portagayola llevaba en la mirada la ambición ciega. Foto histórica la vuelta al ruedo con Victorino Martín júnior y el mayoral.
Antes había saltado "Galapagueño" con unas hechuras de taco. Bajo, guapo, cárdeno y sevilano. Todo mimos para su bondad en los tercios preliminares. Visto y no visto. Paco Ureña brindó a su paisano Pepín Liria. Veinte temporadas se han cumplido de aquellas batallas épicas de Liria y El Tato con los victorinos. Ureña eternizó un derechazo a cámara lenta que despertó a la Maestranza de su letargo. Un ole tan inacabable como el muletazo recorrió los tendidos. Ureña entendió la nobleza dormida sin violencia, solo con los vuelos; muy mexicano el toro y el torero, en el fondo y en las formas los dos. A la tercera tanda diestra parecía que se había acabado "Galapagueño". Cambió la mano el murciano de Lorca. Un natural de cada serie, y fueron dos, se antojó bárbaro. Como los pases del pecho. Las sensaciones del victorino, ya como distraído, seguían siendo las mismas. Pero también a la mexicana la faena continuó. Y el alma pastueña y perezosa de "Galapagueño" cobró vida de nuevo en el regreso al pitón derecho. Despacito, despacito, el toreo. Los ayudados por bajo y genuflexo fueron superior colofón. Ureña se fue tras la espada. La estocada delanterilla fue mortal. La afición se disparó hasta las dos orejas como termómetro del indulto posterior, anterior en la narración.
Rompió plaza "Baratero" con una longitud monumental. 606 kilos de cárdena osamenta y una alzada considerable. Un golpe de viento interrumpió los buenos lances de Manuel Escribano. Perdió entonces el victorino las manos. Reclamó Escribano poco castigo en el caballo y cuarteó con facilidad en banderillas por los dos pitones; el par al sesgo se quedó incompleto. Una ecuación de alturas había que resolver con la muleta. Por abajo no se podía obligar y por arriba se incrementaba la escasa humillación del toro. Sin casta alguna, por cierto. Nada fácil por su falta de fijeza y viaje. A ME le levantó los pies del suelo cuando se quedó colocado en perpendicular y tablas. El puntazo no pasó de un hojal en la taleguilla. A izquierdas embestía por el sobaco. La faena se alargó sin ton ni son. Cayó un aviso y el victorino se puso gazapón para cuadrarlo.
Ureña no se dejó nada en casa con "Melonero", un victorino que no humilló en su ensillada anatomía. Y de ella lo colgó en un instante de la faena.
Morenito de Aranda dio una tarde para pensárselo. Desafortunado y pesadísimo. Aunque quiso arreglarlo yéndose de portagayola con el quinto. No se atrevió ni se entendió con "Pensador" y se atacó con "Paquecreas", dos victorinos con opciones.
Postdata: A la mitad de los los varoniles victorinos los registraron en el acta, y por ende en el programa oficial, con nombre de mujer. Los tres primeros respondían por "Baratera", "Pesadora" y "Galapagueña". O la paridad había entrado a saco también en el machista mundo del toro o se trataba de un homenaje póstumo a Lily Shangai. Ni una cosa ni la otra: la Unión de Criadores había mandado las fichas con los nombres de las bravas madres de "Baratero", "Pesador" y "Galapagueño" en lugar de los de sus hijos. Entuerto aclarado.
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