Con doce Puerta Grandes en Las Ventas
Diego Ventura, a caballo en su finca de La Puebla del Río - Raúl Doblado
LORENA MUÑOZLa Puebla Del Río (Sevilla)
«Sueño» es el nombre de uno de los caballos más importantes de su cuadra y la palabra que mejor define a Diego Ventura. Ha llegado a la cumbre del rejoneo pero sigue teniendo ilusiones y sueños que alcanzar. Tiene una afición desmedida. Monta y entrena una media de diez horas diarias. Su refugio y su cuartel general están en La Puebla del Río, muy cerca de Sevilla, donde vive desde niño.
Hace una pausa en su rutina diaria para hablar del próximo compromiso importante: Madrid.
«Es diferente a otros años, me siento muy feliz, estoy disfrutando mucho en la plaza y tengo la cuadra mejor que nunca», dice tajante. «El año pasado llegaron a pedirme el raboen un toro, estoy supermotivado. Madrid es de las plazas, junto a Sevilla, que me ha marcado y que me lo ha dado todo. Es una afición en la que entré de lleno. Voy con muchas ganas, muy ilusionado, aunque con la responsabilidad lógica».
Ventura ha conseguido superar todas las marcas. Lleva doce Puertas Grandes en Las Ventas, pero no es conformista, solo piensa en el futuro. «Soy de los que no mira nunca atrás. El que paga una entrada para el día 7 o el día 21 no se acuerda de si tengo doce o ninguna. Ya habrá tiempo de pensar en ellas cuando me retire. Ahora solo pienso en triunfar como quiero, toreando a gusto, cada vez más despacio y sintiéndome torero. Cuajar un toro de principio a fin es el sueño que tengo en la cabeza. El año pasado estuve muy cerquita pero hubo matices que me gustaría corregir».
Y su ilusión es encerrarse en solitario con seis toros en Las Ventas como hizo en 2013 en la Real Maestranza. ¿Para cuándo en Madrid? «Será en el momento que la empresa lo vea y lleguemos a un acuerdo. Lo he logrado en Sevilla, en Ronda y en Huelva. Mis metas son Las Ventas y Campo Pequenho, en Lisboa. Seis toros en Madrid, además de una responsabilidad enorme, es el sueño de cualquier torero. Un rejoneador nunca lo ha conseguido. Ahí estaré cuando llegue el momento, Dios quiera que sea pronto», asegura.
Diego Ventura valora abiertamente los dos carteles de San Isidro en los que se anuncia, en ninguno con Hermoso de Mendoza. «Me hubiera encantado torear con Pablo. Siempre quiero la competencia; busco a los mejores. El año pasado toreé con Sergio Galán y Leonardo y salimos los tres en hombros. Son dos rivales que me motivan mucho, también Andy Cartagena y Manuel Manzanares, dos toreros de máximo nivel que están en muy buen momento».
Extraña que no se acartele con el navarro. «Hubiera sido el sueño de cualquier aficionado al mundo del rejoneo. Ojalá algún día tanto la empresa como Pablo tengan la vergüenza torera de hacer un mano a mano». Preguntado por si han quedado atrás los conflictos entre ambos, responde negativamente. «No, no, aunque por mi parte no hay ningún problema. Torear juntos es defender el bien de la Fiesta, sería bonito compartir carteles en Sevilla, Pamplona, Logroño, Bilbao… No hay otra vuelta: es él quien no quiere. Se pueden poner excusas un año o cuatro pero no en dieciocho que llevo de carrera. Ninguna empresa ni nadie puede decir que no interesa. Lo necesitaba hace años, para demostrar que quería ser figura, pero ahora no lo necesito, solo se lo debo al público que me quiere y me respeta. No tengo que demostrarle nada a nadie más».
Diego Ventura es una figura del rejoneo que empezó desde abajo. «Salía a la plaza sabiendo que mi familia era muy humilde y mi padre no podía poner el dinero. Empecé en los pueblos de Ávila donde me pagaban los gastos y a veces sobraba algo, donde te echaban toros cinqueños o con algún defecto». Cuando lo cuenta, recuerda emocionado a su padre, una persona clave para que hoy sea quien es. «Fue mi talismán secreto, el que siempre confió en mí aunque mi madre también, a pesar de que no quería que toreara, sabía lo que había pasado mi padre. Era muy severo conmigo, en aquel momento no lo entendía pero ahora agradezco que no me lo pusiera fácil porque me esforcé mucho.
Sabía que me podía exigir, que tenía cualidades, pero se hipotecó por su hijo». ¿Haría lo mismo por el suyo? «Si quisiera y tuviera afición lo tendría todo, pero no me gustaría. Antes pensaba que lo difícil era llegar pero ahora veo que es mantenerse». Sin embargo ayuda a los que empiezan en una especie de escuela de rejoneadores oficiosa en su propia casa, de donde salió Andrés Romero. «Sé lo complicado que es este mundo, lo que es venir de la nada. Aquí siempre hay cuatro o cinco chavales aprendiendo, viven en casa, aprenden y entrenan conmigo. Todo lo que sea ayudar a jóvenes será ayudar al futuro de la Fiesta. Cuando me vaya del toreo me gustaría montar mi escuela. Sería precioso que de ella salieran las próximas figuras».
Mientras habla de la que es su profesión y su pasión, hay un brillo especial en sus ojos. Pero, ¿cómo es el día a día de Diego Ventura? «Soy un caso aparte. Empiezo a montar a las ocho y media de la mañana, paro a las dos para comer y luego desde las cuatro hasta que se hace de noche. Los mozos a veces me esperan y otras les digo que se vayan. En verano son las once o las doce de la noche y sigo montado a caballo. No es por obligación, con la cuadra tan identificada podría pasar, pero así ha sido mi vida desde niño cuando lloraba para no ir al colegio y montar a caballo, cuando soñaba con torear. Tengo problemas con mi familia y llevan razón, paso muchas horas dedicadas al caballo y debería estar más tiempo con ellos».
La clave de su éxito: «Me dicen a menudo que el caballo y yo parecemos uno. Creo que es por las horas que pasamos juntos. Los veo nacer, los crío y selecciono su genética. Es un mundo muy bonito que te enamora de tal manera que llegas a perder la cabeza», explica. Ahí radica la base de una cuadra compacta y de mucho nivel de la que cada año salen nuevos «caballos estrella».
«Ahora mismo tengo toreando veinticinco. A lo largo de la historia, los rejoneadores han tenido diez o doce caballos y solo uno o dos estrella en su carrera. El hecho de que yo saque nuevos caballos que se confirmen en figurones es un sueño». Precisamente «Sueño» es uno de los más importantes de su cuadra: «Es mi niño, lo he visto nacer. Toreé con sus padres y sus abuelos, es un orgullo para mí. Me hace sentir cosas que solo el que torea a caballo sabe lo que digo. Me permite torear como quiero y por eso le puse “Sueño”, porque sabía que era un caballo que me iba a hacer soñar el toreo».
¿Es su caballo preferido? «No me puedo quedar con uno, son como mis hijos. De cada uno me gusta una cosa y entre todos tiramos del barco como una familia. También siento cosas muy especiales con “Nazarí”, “Lambrusco”, la yegua “Milagro” o “Ritz” que ha debutado en Sevilla y va a marcar una etapa en mi carrera. A veces no tengo ni que ponerle la ayuda de las manos ni de las piernas, van haciendo lo que estoy pensando. Eso se consigue con muchas horas de trabajo».
¿Qué cualidades busca en un caballo para su cuadra? «A día de hoy no me vale cualquiera. El público está acostumbrado a verme con caballos de mucha calidad y belleza y que pisan unos terrenos comprometidos, que se identifican mucho conmigo. Les pido que transmitan, que sean morfológicamente perfectos y atletas. La personalidad y la expresión toreando las llevan en su genética». Y explica con la misma maestría que torea cómo es el entrenamiento con un toro adiestrado y con el carretón. ¿Es diferente el entrenamiento de los caballos según el tercio? «Sí, el caballo de salida tiene que tener velocidad, se entrenan los cambios de ritmo y a doblarse, para acostumbrarse a que el toro aprieta. El caballo de banderillas tiene que templar, se entrena más despacio, más suave, yendo de frente y cargando la suerte al pitón contrario... El caballo de matar tiene que dejar llegar al toro, debe pasar en línea recta. Los entrenamientos diarios se basan en eso».
A pesar de este trabajo, Ventura tiene muy claro que es un torero al que «no se le pueden ver dos corridas iguales. En las faenas busco la improvisación, que haya magia, arte, sentir cosas que te salen y que cuando las intento hacer de nuevo, no surgen igual». Así es Ventura, un rejoneador que torea «con el corazón, con raza, pero también con la cabeza, lo hace que salga el torero artista que siempre he querido ser».
Respecto a esta temporada, cuenta que «desde hace dos años busco otros encastes distintos y hacer carteles bonitos». Y concluye con su sueño de Madrid: «Triunfar, pero sobre todo hacer una faena que quede en el recuerdo, para la historia».
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