Historiador, editor y apasionado de la imagen, Gabriel Pilonieta Blanco (Mérida, Venezuela, 1955) es el actual editor jefe del periódico El Tiempo Hispano.
A lo largo de su vida, ha explorado la fotografía desde múltiples facetas: como investigador, editor, gestor cultural y fotógrafo.
Su vínculo con la imagen se forjó desde la infancia, influenciado por el legado de su padre, quien consolidó en Mérida la empresa familiar Fotoartema.
A los 14 años, Pilonieta ya experimentaba con su propio laboratorio fotográfico y, apenas dos años después, fundó Servicios Fotográficos, una empresa que mantendría activa durante 35 años.
| Gabriel Pilonieta Blanco |
Su formación en el ámbito visual lo llevó a España en la década de los ochenta, donde estudió en el Centro de Enseñanzas de la Imagen y en el Instituto de Estudios Politécnicos de Barcelona.
A su regreso a Venezuela, desplegó una intensa actividad en la promoción y difusión de la fotografía, fundando en 1985 la Galería Fotográfica Mandril, un espacio que acogió más de 65 exposiciones en una
década.
También dejó su huella en la crítica y el periodismo especializado, colaborando con publicaciones como Encuadre, Extracámara y la revista de la Fundación Bigott.
En 1990, junto a destacados fotógrafos y gestores, impulsó Fundaimagen, una plataforma independiente que logró reunir a cientos de fotógrafos en las Jornadas Fotográficas de Mérida.
| Historia de la Fotografía en Mérida l |
Ahora, con la publicación de los tomos I y II de Historia de la Fotografía en Mérida, Pilonieta nos invita a un recorrido inédito por la memoria visual de los Andes venezolanos.
A través de una minuciosa investigación, rescata la obra de fotógrafos que, a pesar de su relevancia, han permanecido en el olvido.
En esta conversación, exploraremos su trayectoria y el proceso detrás de estos libros que reivindican la riqueza fotográfica de la región.
¿Cómo surgió su interés por documentar la historia de la fotografía en Mérida y plasmarla en varios tomos?
Mi padre trabajaba en Circuito Teatral Los Andes, donde desarrollé una fascinación por la imagen.
Luego se convirtió en distribuidor de productos Kodak en Mérida, lo que me permitió estar en contacto con la fotografía desde niño. A los 16 años ya revelaba y copiaba.
Mientras estudiaba historia, documenté un viaje a los cinco países bolivarianos y presenté un audiovisual en la Universidad de Los Andes. Ahí noté que la fotografía no se consideraba herramienta ni
objeto de estudio en la historiografía.
Esto me motivó a investigar y rescatar archivos fotográficos en riesgo de desaparecer.
Además, promoví la fotografía en Mérida con la Galería Fotográfica Mandril y Fundaimagen, que organizó importantes encuentros nacionales e impulsó las Jornadas Fotográficas Latinoamericanas en Caracas.
Gobernador de Mérida Ricardo Fonseca Uzcátequi 1865 |
Hace más de 40 años inicié este proyecto con tres objetivos: documentar la vida y obra de los fotógrafos, crear un banco de imágenes y difundir los hallazgos mediante publicaciones.
Dado que la fotografía en los Andes ha sido históricamente ignorada en los estudios sobre Venezuela, estos tomos buscan llenar ese vacío y preservar un legado visual que, de otro modo, se habría perdido.
Usted menciona que están trabajando en un banco de imágenes sobre la fotografía de Mérida.
¿En qué estado se encuentra este proyecto y qué impacto espera que tenga?
Desde hace 22 años vivo fuera del país y, cada vez que regreso, noto con mayor preocupación la pérdida de archivos fotográficos. Mi intención nunca fue convertirme en coleccionista, pero con él tiempo entendí que, si no adquiría ciertas imágenes, simplemente desaparecerían.
A raíz de la publicación del primer libro, algunas personas comenzaron a donar sus colecciones, lo que permitió recuperar archivos valiosos.
Un ejemplo es el de dos fotógrafos italianos que en los años 60 documentaron Mérida con imágenes de altísima calidad, impulsando el turismo y la construcción del teleférico.
Su archivo, que se creía perdido, fue recuperado gracias a un descendiente que me entregó miles de negativos en julio del año pasado.
Actualmente, estamos digitalizando esas imágenes en una oficina en Mérida y recibiendo más donaciones. La prioridad ahora es asegurar financiamiento para la continuidad del proyecto, ya que la
conservación de los archivos requiere infraestructura adecuada.
Aunque todavía estamos en una etapa inicial, la meta es consolidar un banco de imágenes que garantice la preservación de este invaluable patrimonio visual.
Entonces, entiendo que, a medida que surgen nuevas donaciones e investigaciones, van trabajando en nuevos tomos sobre la historia de la fotografía en Mérida.
Así es. Algunos archivos son tan significativos que merecen libros propios. En abril viajaré a Italia para buscar una asociación con la ciudad natal de Franco Anzil y Valentino Mettler, dos fotógrafos clave en la historia visual de Mérida, para publicar un libro en italiano y español sobre ellos.
También hemos recuperado el archivo de Oswaldo Jürgenson, un fotógrafo estoniano que documentó la transformación de la Universidad de Los Andes y la vida intelectual de Mérida en los años 60.
Actualmente, digitalizamos sus 72 carpetas de negativos, cada una con unas 300 imágenes.
En cuanto a los tomos sobre la historia de la fotografía en Mérida, el primer tomo abarca hasta 1899 y el segundo hasta 1930. El tercero cubrirá hasta 1965 y tendrá mucho más material gráfico. De hecho, hay casi 100 páginas de diferencia entre el primero y el segundo por la cantidad de imágenes recuperadas, y estoy considerando una segunda edición del primer tomo con nuevas fotos encontradas.
La investigación no se detiene porque uno diga: "Ya terminé". ¿Porqué razón?
Porque siempre aparecen nuevos hallazgos. Un ejemplo es Ralph Aldo, un geólogo norteamericano que viajó a Sudamérica en 1910 con una expedición de 200 geólogos para elaborar el mapa petrolero de la región. Era un aficionado a la fotografía y tomó muchas imágenes del país, pero su trabajo nunca ha sido reconocido como el de un fotógrafo.
Estas fotos permanecieron inéditas y surgieron justo cuando ya habíamos terminado el primer libro.
Por eso, en una segunda edición seguramente lo incorporaremos.
Lo mismo ocurre con archivos que aún no hemos localizado. Por ejemplo, Alfredo Jahn, conocido por su labor como ingeniero y por diseñar la carretera Transandina, realizó un levantamiento fotográfico de Venezuela durante sus expediciones geológicas para el gobierno de Gómez. Se sabe que tomaba fotos en cada viaje, pero su archivo está perdido. Solo he encontrado algunas imágenes originales en un museo en Berlín, pero son de Valencia, por lo que no sirven para este proyecto.
Uno de los objetivos de estos libros es sembrar pistas en mentes curiosas. Ya uno va de salida, pero nuevas generaciones de historiadores y fotógrafos podrán continuar esta labor y rescatar nuestro patrimonio visual e histórico antes de que se pierda por completo.
Usted dijo algo muy importante al comienzo sobre los archivos fotográficos y lo que ocurre cuando la familia ya no puede hacerse cargo de ellos.
Muchas veces, debido a la migración o a la falta de recursos, terminan en la basura. Me preocupa esto y, dado que mencionó la importancia de sembrar curiosidad en las nuevas generaciones, ¿qué estrategia sugiere para acercar este acervo histórico a los jóvenes?
Mi opinión es sencilla: debemos aprovechar las herramientas que tenemos hoy, especialmente el internet. Tenemos que adaptarnos a los tiempos. El amor por el país y su historia es algo que nace y se cultiva de manera personal. Nadie puede imponerlo, pero sí se puede sembrar la inquietud. A mí me ocurrió con un tío, mucho mayor que mi padre, que me mostró la historia de nuestra familia a través de varias generaciones. Eso me enamoró del pasado y de la importancia de conservarlo.
Por eso, la difusión en redes sociales es clave. Publico imágenes constantemente en Facebook e Instagram para que la gente las vea, las comente y entienda que preservar la memoria visual es un esfuerzo necesario.
Pero esto debe hacerse bien. Mucha gente recopila imágenes, pero descuida dos aspectos esenciales: la calidad de la reproducción y la identificación del fotógrafo.
Debemos dejar de ver la fotografía solo como una ilustración de un texto. La imagen tiene un protagonismo propio como documento histórico, y su autor es tan importante como la obra misma.
Saber quién tomó una foto y en qué condiciones permite a los historiadores del futuro reconstruir la historia con más precisión.
1 comentario:
Excelente reportaje. Saludos desde Ecuador.
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