Feria
Aguascalientes
MACÍAS
ENCIENDE LA MECHA DE LA FERIA
Cortó una oreja y se dejó dos más en la punta de la espada |
Al Toro México
Aguascalientes, Ags.
La actitud de Arturo Macías
fue la chispa que encendió la tarde, y gracias a esa fe inquebrantable del
hidrocálido, el festejo tuvo un claro triunfador en el día grande de
Aguascalientes, durante la tradicional corrida de San Marcos.
El magnífico quite por gaoneras que hizo al tercer toro, de la ganadería de Campo Real, fue muy emotivo y marcó el rumbo de su actuación, pues ya no se bajó de ese tren arrollador en una faena vibrante que tuvo dos partes bien diferenciadas.
Primero, las series largas y templadas, sembrado en la arena y toreando a placer; después, el arrimón en la corta distancia, para poner al público al filo de sus asientos.
Dueño de su habitual carisma, y también de un sitio envidiable, Arturo se pegó un arrimón en la parte final del trasteo, quizá sin el arrebato juvenil de años anteriores y sí con una capacidad lidiadora y una cabeza más clara y despejada, que es quizá lo más importante que le ha transmitido el maestro
Fermín Espinosa “Armillita”, su apoderado y director artístico.
De no haber sido tan larga la agonía del toro, tras la estocada entera, algo tendida y delanterilla que le colocó, seguramente le hubiesen concedido las dos orejas. Así que el premio solitario tras esta labor fue apenas una probadita de lo que vendría más tarde.
Ya metido en honduras, Arturo salió hecho un jabato, fiel a su costumbre, a tratar de abrir la puerta grande a como diera lugar. Y bajo los acordes de la famosa “Pelea de Gallos” toreó de pie y de rodillas en esa faceta también tan suya que tanto gustó a la gente.
En todo momento estuvo por encima de un toro noble, que terminó parada y sin transmitir nada. Pero eso no fue impedimento para que el sonoro grito de “¡Viva Aguascalientes!” se escuchara con una fuerza tremenda mientras Macías se mantuvo en pie de guerra hasta que sufrió un pisotón que lo derribó, con el consiguiente peligro de que el toro hizo por él cuando yacía sobre la arena, sujetándose de los pitones del animal.
Se perfiló a matar con la mirada fija en el morillo y aunque se fue derecho detrás de la espada, señaló un pinchazo arriba que antecedió a una estocada tendenciosa de la que resultó nuevamente volteado, afortunadamente sin consecuencias.
El defecto de colocación del acero impidió que el toro doblara con prontitud y se vio obligado a utilizar el descabello y ahí se esfumó la hipotética salida a hombros que merecía.
Pablo Hermoso intentó redondear su gran triunfo del domingo anterior, pero el rejón de muerte le jugó una mala pasada y se tuvo que conformar con el cariño del público, que al final de la lidia del cuarto toro le tributó una ovación en el tercio.
Resulta raro ver a Pablo sin las orejas en las manos, y más en una corrida tan significativa, como era ésta del cierre de su brillante temporada mexicana. Y a pesar de este dato que atiende a lo numérico, hay que destacar la faena que cuajó al toro que abrió plaza, un ejemplar de Los Encinos que tuvo mucha clase.
Si el tercio de banderillas montando a “Chenel” fue fantástico, por el temple y los terrenos tan comprometidos que pisó en los recortes por dentro, cuando galopó sobre los lomos de “Manolete” la plaza estalló en júbilo, pues este caballo expresó toda su torería llevando al toro cosido al estribo a milímetros y más tarde ejecutando piruetas tan reunidas como riesgosas.
Y ya cuando la gente se había roto con el navarro, vinieron los adornos con “Pirata” antes de que los pinchazos vinieran uno tras otro y se esfumara por completo la posibilidad de cortar las orejas que ya eran suyas.
Fermín Spínola estuvo centrado toda la tarde, aunque sin terminar de conectar con el público, que le jaleó más la segunda faena ante un toro noble, de buenas embestidas, perteneciente a la divisa queretana de Campo Real.
El torero de Atizapán lo llevó muy templado, en redondos suaves, toreando en “la línea”, y tratando siempre de no derribar al toro, que embistió con docilidad pero sin la fuerza suficiente para que la labor de Fermín calara más hondo en el tendido. A la hora de matar se eternizó hasta escuchar dos amargos avisos que no reflejan, ciertamente, lo que había conseguido con la muleta.
El trasteo al segundo toro de la tarde fue un tanto largo, con un toro que vino a menos y no le permitió mostrarse como hubiese querido. Mató de pinchazo y estocada y se retiró en medio de silencio.
El magnífico quite por gaoneras que hizo al tercer toro, de la ganadería de Campo Real, fue muy emotivo y marcó el rumbo de su actuación, pues ya no se bajó de ese tren arrollador en una faena vibrante que tuvo dos partes bien diferenciadas.
Primero, las series largas y templadas, sembrado en la arena y toreando a placer; después, el arrimón en la corta distancia, para poner al público al filo de sus asientos.
Dueño de su habitual carisma, y también de un sitio envidiable, Arturo se pegó un arrimón en la parte final del trasteo, quizá sin el arrebato juvenil de años anteriores y sí con una capacidad lidiadora y una cabeza más clara y despejada, que es quizá lo más importante que le ha transmitido el maestro
Fermín Espinosa “Armillita”, su apoderado y director artístico.
De no haber sido tan larga la agonía del toro, tras la estocada entera, algo tendida y delanterilla que le colocó, seguramente le hubiesen concedido las dos orejas. Así que el premio solitario tras esta labor fue apenas una probadita de lo que vendría más tarde.
Ya metido en honduras, Arturo salió hecho un jabato, fiel a su costumbre, a tratar de abrir la puerta grande a como diera lugar. Y bajo los acordes de la famosa “Pelea de Gallos” toreó de pie y de rodillas en esa faceta también tan suya que tanto gustó a la gente.
En todo momento estuvo por encima de un toro noble, que terminó parada y sin transmitir nada. Pero eso no fue impedimento para que el sonoro grito de “¡Viva Aguascalientes!” se escuchara con una fuerza tremenda mientras Macías se mantuvo en pie de guerra hasta que sufrió un pisotón que lo derribó, con el consiguiente peligro de que el toro hizo por él cuando yacía sobre la arena, sujetándose de los pitones del animal.
Se perfiló a matar con la mirada fija en el morillo y aunque se fue derecho detrás de la espada, señaló un pinchazo arriba que antecedió a una estocada tendenciosa de la que resultó nuevamente volteado, afortunadamente sin consecuencias.
El defecto de colocación del acero impidió que el toro doblara con prontitud y se vio obligado a utilizar el descabello y ahí se esfumó la hipotética salida a hombros que merecía.
Pablo Hermoso intentó redondear su gran triunfo del domingo anterior, pero el rejón de muerte le jugó una mala pasada y se tuvo que conformar con el cariño del público, que al final de la lidia del cuarto toro le tributó una ovación en el tercio.
Resulta raro ver a Pablo sin las orejas en las manos, y más en una corrida tan significativa, como era ésta del cierre de su brillante temporada mexicana. Y a pesar de este dato que atiende a lo numérico, hay que destacar la faena que cuajó al toro que abrió plaza, un ejemplar de Los Encinos que tuvo mucha clase.
Si el tercio de banderillas montando a “Chenel” fue fantástico, por el temple y los terrenos tan comprometidos que pisó en los recortes por dentro, cuando galopó sobre los lomos de “Manolete” la plaza estalló en júbilo, pues este caballo expresó toda su torería llevando al toro cosido al estribo a milímetros y más tarde ejecutando piruetas tan reunidas como riesgosas.
Y ya cuando la gente se había roto con el navarro, vinieron los adornos con “Pirata” antes de que los pinchazos vinieran uno tras otro y se esfumara por completo la posibilidad de cortar las orejas que ya eran suyas.
Fermín Spínola estuvo centrado toda la tarde, aunque sin terminar de conectar con el público, que le jaleó más la segunda faena ante un toro noble, de buenas embestidas, perteneciente a la divisa queretana de Campo Real.
El torero de Atizapán lo llevó muy templado, en redondos suaves, toreando en “la línea”, y tratando siempre de no derribar al toro, que embistió con docilidad pero sin la fuerza suficiente para que la labor de Fermín calara más hondo en el tendido. A la hora de matar se eternizó hasta escuchar dos amargos avisos que no reflejan, ciertamente, lo que había conseguido con la muleta.
El trasteo al segundo toro de la tarde fue un tanto largo, con un toro que vino a menos y no le permitió mostrarse como hubiese querido. Mató de pinchazo y estocada y se retiró en medio de silencio.
Ficha
Aguascalientes, Ags.- Plaza Monumental. Lleno en tarde calurosa. Dos toros de Los Encinos (1o. y 4o.) para rejones, parejos en presentación y de juego desigual, de los que destacó el 1o. por su clase. Cuatro de Campo Real, bien presentados, desiguales en presentación y juego, de los que destacó el 2o.
Aguascalientes, Ags.- Plaza Monumental. Lleno en tarde calurosa. Dos toros de Los Encinos (1o. y 4o.) para rejones, parejos en presentación y de juego desigual, de los que destacó el 1o. por su clase. Cuatro de Campo Real, bien presentados, desiguales en presentación y juego, de los que destacó el 2o.
Pesos: 506, 495, 462, 514,
472 y 475 kilos. Pablo Hermoso de
Mendoza: División y ovación. Fermín Spínola (nazareno y oro): Silencio y pitos tras
dos avisos. Arturo Macías
(azul turquesa y oro): Oreja y ovación tras aviso.
Destacó en banderillas Alejandro Prado, que saludó en el 3o.
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