Torero
Joselito: «Tenía todo a punto para cometer una locura y me faltó valor»
El diestro relata en «Joselito, el verdadero» desde su polémica niñez con un padre traficante al sabor del éxito
Patricia
Navarro
Lo ha contado todo. O casi. En «Joselito, el
verdadero», que va por la quinta edición, habla claro de la dureza de su niñez,
sus miedos, sus éxitos, su fracaso. Joselito en estado puro.Dice que ahora es agricultor y ganadero.
Soy torero por encima de todo, claro. Pero ahora me paso el día en la gestión del toro bravo, los mansos, los cochinos, la siembra...
Por qué ahora contar su historia
Me daba mucho miedo y me ha costado mucho. Era desnudarse y dar un salto al vacío. Sentía que me iba a quedar indefenso. Pero ya está. Esto es lo que hay. El que piense que soy un sinvergüenza que lo piense y el que crea que soy un tipo estupendo, pues también.
Es una historia que va mucho más allá de los toros.
Es lo que quería reflejar. Todo el mundo habla pero nadie sabe. Es una manera de conocer mi personalidad. Toda la vida se ha dicho de mí que si era borde, que si era no sé qué. Habían muchas cosas detrás.
Esa amargura, ¿le ha ayudado a conseguir todo lo que ha sido en el toreo?
Sin duda. Por eso la dedicatoria: «A los que me quieren y a los que me odian». Gracias a los sufrimientos he sido capaz de ser sensible y afrontar muchas cosas. De la amargura sale la creatividad.
En «Joselito, el verdadero» dice las cosas muy claras.
No he querido levantar polémica ni ampollas. Me he mostrado como soy a calzón quitado. Hay cosas que podría haber omitido, pero era lo que pensaba. Si no las sacas del contexto, la polémica es cero.
Otra cosa es que se quiera sacar.
Claro, pero en lo de Francisco Rivera... es verdad que digo que es un soberbio y un «chulito», pero como yo, y así queda explicado. Si mañana él dice de mí que le he parecido como torero un cansino o un triste, pues lo aceptaré. No hay más.
Muchos toreros se retiran pero no se les quita la idea de volver.
A mí no. No, porque no tengo valor. Soy sensato conmigo y para no estar al nivel que quiero, me quedo en mi casa.
Pero en los festivales, uno en Madrid, ha sido el de siempre.
Sí, pero en momentos puntuales.
Cuando estaba en activo, ¿le cambiaba el humor con la presión?
Sí, dependía mucho de las variables externas. De mi vida privada y luego, por ejemplo, los días plomizos me iban de maravilla o los días de mucho calor. Pero el viento, el frío me sentaba fatal. Y ya a mitad de septiembre me entraba una melancolía tremenda.
Tras una infancia tan dura como queda contada en el libro, vino después del éxito una depresión en la retirada.
Sí, lo pasé fatal. Tuve que ir a un psicólogo y sacar todo lo que llevaba dentro. No podía dormir y era incapaz de tomar decisiones. Cualquier gestión me costaba un horror. Siempre se me ocurría una excusa para posponerlo.
Y a punto estuvo de hacer una locura.
Lo tenía todo preparado, pero me faltó valor en el momento crítico. Llamé a mi madre llorando y vino también mi mujer. Llamaron a mi padre que estaba en México y al día siguiente estaba aquí. Eso me tranquilizó y fue ahí cuando empecé con un especialista.
Y luego lo ha soltado todo en un libro maravilloso.
Ha sido mi mejor terapia. He pasado muchas horas hablando con Paco Aguado. Me he introducido de nuevo en mis océanos, el animal estaba dormido, se despertó y me ha sentado fenomenal. Tenía mucha inseguridad, porque me daba miedo mostrarme como soy.
Habrá muchas cosas que no entienda de su infancia.
No entiendo a mi madre, por ejemplo. Me dejó con mi padre, abandonó a mi hermano y luego tuvo el don del mal momento.
Como el día que apareció en el hospital tras la cornada en el cuello de Madrid
Fue horrible. Iba con el hombre que vivía y ambos intentaban ser de pronto cariñosos conmigo, como si no hubiera pasado nada.
Le ha visto tres o cuatro veces.
Otra vez fue en Alcalá, donde ella vivía. Y me revolvía tanto verla que decidí no torear allí jamás.
Le seguiría alterando ahora
Menos que antes, pero alteraría mi sistema nervioso seguro.
No es que rozara el mundo de las drogas, sino que lo tuvo en casa.
Había kilos y kilos en casa de «chocolate». Cuando mi padre estuvo en la cárcel tuve que hacer yo algunos trabajillos. Tuve todas las papeletas para caer ahí pero por suerte el toro me fue llevando por otro camino.
Había dos «Joselito»: el de la escuela de toros y el de casa.
Y radicalmente opuestos. Durante el día iba con los pelos largos, me gustaba el heavy, los pantalones apretados, las gafas de policía... Y en la escuela me metía los pelos por dentro, me quitaba un collar que llevaba y me ponía el chándal.
Y por ser atípico, se casó cuatro veces, con la misma persona.
Sí, sólo me falta hacerlo ya por un rito de esos raros.
Qué significan Adela y Enrique Martín Arranz
Han sido mi tabla de salvación. Y con un mérito tremendo porque acogieron a un chaval insoportable, que se portaba fatal. Era un salvaje acostumbrado a no tener orden ni horarios, tenía unas movidas tremendas en casa, los malos tratos... No entendía la normalidad de una familia, nunca lo había vivido.
Vuelve por el piso de Cartagena
Voy poco. He llevado a mis hijas para que entiendan cómo fue la vida de su padre. Esos 34 metros de casa, me parecieron el palacio de Buckingham después de donde venía.
Joselito, el verdadero» es un legado para sus hijas
Para ellas es en gran parte.
Ahora, José Miguel Arroyo, ¿un hombre feliz?
Soy un privilegiado. He tenido una estrella, una suerte apabullante y eso también se refleja en el libro. Por eso nunca compro lotería. He tenido tanta suerte que sería malo tenerla más. No tengo derecho.
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