domingo, 16 de septiembre de 2012

Crónica de C.R.V. EL AMO DEL TIEMPO




El tiempo es ese río que arrastra cruel todo lo que nace. Quien tuviera el poder de parar el tiempo para que no se llevara consigo cada gesto, caminar, ser y estar de José Tomás en Nîmes. Para que cada lance, quite, muletazo, desplante, cada cite y cada voz hibernaran en un presente indefinido. Cogió José Tomás todos los josetomases posibles de su memoria y los esparció sobre la arena de Nîmes. Se los trajo desde cualquier esquina de su memoria para recordarlos todos. El José Tomás de los pies juntos, el del compas abierto, el de la mano baja, el del cite más retrasado, el de los pitones en cercanías, la lámpara de Aladino de los quites mexicanos... Y con todo ello dijo e hizo todo el toreo: El suyo y el de todos. Fue mañana de sol y de luz sin sombra que, como toda felicidad que nace del alma, provocó en miles de personas llanto y risas al mismo tiempo. Quien fuera dueño del tiempo para impedir que arrastre un sólo segundo de una mañana que ha sido la frontera sin país de un mundo de hadas que se llama antes y después.



Surgiendo todo natural hubo una lectura de privilegiados. Ver cada toro y a cada toro plantearle aquello que fuera justo en medida y en toreo. Al suave le habló y le toreó suave. Fue severo y poderoso con el fuerte. Se arriesgó con el de máximo riesgo, todo ello aderezado con una variedad de toreo de capa que pareció que el torero se había traido a todo México para vaciarlo en la arena del coliseo. Medido con el primero de Victoriano, toro medido. Poderoso con el de Jandilla, que tuvo poder. Fuerte y hondo con el bravucón de El Pilar. De suavidad profunda con el gran toro de Parladé. Breve y sincero con el de Garcigrande, toro a menos e impresionantemente valiente con otro de Victoriano del Río al que dejó acariciar una y otra vez el bordado de su taleguilla con la punta de sus pitones. 



Lejos de una crónica técnica, ni siquiera la literatura queda al alcance de describir las sensaciones de una encerrona que ha sido el paradigma de saber estar, de saber ser, de saber hacer el toreo. Tan previsible hemos hecho el toreo que es un arte sabido. Lo peor de un arte es que se conozca previamente. Tiró José Tomás cualquier norma al suelo, rompió los moldes de lo previsible y llegó a la cumbre de la mañana con el toro de Parladé al que toreó y quitó superior de capa para luego plegar el capote como un pañuelo, ligarle tres naturales y uno de pecho. Más alejando aún de la norma se fue al centro del coliseo con la muleta en la cintura y sin ayuda para ligarle dos tandas con la izquierda de una limpieza, largura y ligazón impresionantes, seguidas de otras dos tandas aún mejor con la mano derecha y sin ayuda. Pero aún mejor fueron los naturales a pies juntos de cuerpo encajado y cintura quebrada que precedieron al pulgar en alto de los miles de almas que pidieron el perdón de la vida de 'Ingrato', paradógico nombre pues su bravura, en manos de José Tomás, es el ejemplo de la gratitud del toreo. 



Con tres tandas sin apretar al toro de Victoriano del Río que abrió plaza, cortó las primeras dos orejas. Al de Jandilla, toro de poder que sólo cogía ritmo a partir del segundo y tercer muletazo, puso mando y tensión. Tandas de hasta ocho muletazos le recetó al toro de El Pilar, un animal con poder pero sin clase. Regresó a lo medido con el de Garcigrande, ejemplar de clase al que le faltó fondo y en el último, un toro de Victoriano de mal carácter y recorrido escaso jugó al juego de no me coges dejándose llegar los pitones a la barriga para, cuando se le veía cogido, llamarlo con la muleta y vaciar su embestida.



Todo ello sin que nada se pareciera a lo anterior ni a lo que quedaba por venir, pues los inicios y finales de las faenas fueron un libreto sin libro, un concierto de estatuarios, muletazos de castigo por bajo, toreo de pierna flexionada... los remates de las tandas desde las manoletinas dejando venir al toro al galope, un toreo a dos manos de pierna flexionada barriendo el lomo del toro, pases de costado por alto... el capote se abrio en sus vuelos una y otra vez para lancear a la verónica, compás abierto o cerrado, gallear por tapatías o chicuelinas, caleserinas, gaoneras, faroles invertidos.. y los remates, acuediendo al rescate de un surtido de largas soltando el capote a la cordobesa o a la mexicana.



De todos los presentes y ausentes es José Tomás el dueño del tiempo. Sólo él es capaz de hacer que éste no arrastre cruelmente lo que hemos visto. Porque todo arte que nace del alma es capaz de convencer al tiempo para pararse y permitir que estas dos horas y media de toreo queden imborrables en el tiempo presente, hibernadas, en cada lágrima, en cada sonrisa que provocaron.  
   
Coliseo de Nîmes. Quinto festejo de la Feria de La Vendimia. Lleno de No hay billetes. Toros por este orden de Victoriano del Río, (noble y justo de empuje), Jandilla (berreón y con poder), El Pilar (con más poder que clase), Parladé, (Ingrato, nº 31, negro, 510 kg INDULTADO) Garcigrande (con calidad y justo de raza), Toros de Cortés (complicado y con peligro). José Tomás, que actuó en solitario, cosechó el siguiente balance: dos orejas, dos orejas, dos orejas, dos orejas y rabo simbólicos, dos orejas y oreja. Obligaron a saludar a Simon Casas una vez concluido el espectáculo.

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