Cali - Colombia.
Sin haberse producido hasta el momento de escribir esta columna, ningún
comunicado oficial emanado de cualquiera de las partes en conflicto, es
ya sabido que, “por fin parió Paula”.
El parto tan esperado de Paula, no es ni más ni menos que el acuerdo
entre la Sociedad Anónima Plaza de toros de Cali y la Fundación Plaza de
toros de Cali, por medio del cual desaparece la Fundación como empresa
gestora de la temporada taurina (esto para los efectos que nos interesan
a los aficionados).
Complacencia grande es pues, la que reina ahora. La otrora gran afición caleña, venía asistiendo impotente al deterioro de la que en un momento llegó a ser la primera Feria de América.
La soberbia, el desconocimiento del tema taurino, los intereses personales y la falta de presencia frente a los apoderados españoles, con el ingrediente del ningún respeto por ese público cautivo que engrandeció a Cañaveralejo, llevaron al que yo como piloto llamaría:
El Punto de No regreso.
Con este acuerdo nace una esperanza. Una esperanza llena de dificultades, porque no es ningún misterio que la Fiesta brava pasa por una época de grandes retos, de los cuales siendo optimista se podría salir, siempre que se haga una labor integral que incluya el restablecimiento de los valores que han sido pilares fundamentales del toreo como es el toro toro, las presidencias de las corridas y la juntas técnicas con independencia y conocimientos, los empresarios con peso específico frente a las Figuras y por supuesto, la implementación de programas amenos y diferentes de divulgación, que atraigan a la afición perdida y a la nueva que está llena de ofertas de distracción, con las cuales habrá que competir.
Tarea difícil la que tiene la nueva empresa, “que supongo saldrá del seno de la S.A.” que entre otras cosas, ese seno, no es que esté sobrado de leche taurina y que además va a estar contaminado de las prácticas de la Fundación que desaparece, por razones naturales como son la tenencia de poder accionario y la necesidad de poner sus ganaderías en los carteles de feria.
Como todo no puede ser “darle palo al burro”, pensemos en que Cali tiene gentes en la Plaza de toros que son honestas y que estoy seguro sobrepondrán intereses personales y ánimos de protagonismo en pro de restablecer el buen nombre de nuestra Feria y la actividad taurina en general.
Hagamos votos porque sepan y entiendan que como primera gestión tienen la de convencer a ese magnífico alcalde que por fin tiene nuestra ciudad para que facilite el blindaje de la Fiesta brava mediante la declaratoria de Patrimonio Cultural Inmaterial a nivel local. Y después sí que venga la determinación más conveniente para que la gestión eminentemente taurina quede en lo posible, en manos de profesionales, para lo cual hay innumerables pliegos de condiciones en Espana que pueden ser asimilados en nuestro medio, para que antes que nada, defiendan de esas águilas descalzas que pululan por ahí.
La lista es larga de lo que hay por hacer en la búsqueda de devolverle a Cali su sitio en el mundo del toro y no soy yo precisamente quien les va a ordenar la agenda. Pero si les pido de corazón, que traten de hacer bien la tarea.
Que Dios reparta suerte.
Complacencia grande es pues, la que reina ahora. La otrora gran afición caleña, venía asistiendo impotente al deterioro de la que en un momento llegó a ser la primera Feria de América.
La soberbia, el desconocimiento del tema taurino, los intereses personales y la falta de presencia frente a los apoderados españoles, con el ingrediente del ningún respeto por ese público cautivo que engrandeció a Cañaveralejo, llevaron al que yo como piloto llamaría:
El Punto de No regreso.
Con este acuerdo nace una esperanza. Una esperanza llena de dificultades, porque no es ningún misterio que la Fiesta brava pasa por una época de grandes retos, de los cuales siendo optimista se podría salir, siempre que se haga una labor integral que incluya el restablecimiento de los valores que han sido pilares fundamentales del toreo como es el toro toro, las presidencias de las corridas y la juntas técnicas con independencia y conocimientos, los empresarios con peso específico frente a las Figuras y por supuesto, la implementación de programas amenos y diferentes de divulgación, que atraigan a la afición perdida y a la nueva que está llena de ofertas de distracción, con las cuales habrá que competir.
Tarea difícil la que tiene la nueva empresa, “que supongo saldrá del seno de la S.A.” que entre otras cosas, ese seno, no es que esté sobrado de leche taurina y que además va a estar contaminado de las prácticas de la Fundación que desaparece, por razones naturales como son la tenencia de poder accionario y la necesidad de poner sus ganaderías en los carteles de feria.
Como todo no puede ser “darle palo al burro”, pensemos en que Cali tiene gentes en la Plaza de toros que son honestas y que estoy seguro sobrepondrán intereses personales y ánimos de protagonismo en pro de restablecer el buen nombre de nuestra Feria y la actividad taurina en general.
Hagamos votos porque sepan y entiendan que como primera gestión tienen la de convencer a ese magnífico alcalde que por fin tiene nuestra ciudad para que facilite el blindaje de la Fiesta brava mediante la declaratoria de Patrimonio Cultural Inmaterial a nivel local. Y después sí que venga la determinación más conveniente para que la gestión eminentemente taurina quede en lo posible, en manos de profesionales, para lo cual hay innumerables pliegos de condiciones en Espana que pueden ser asimilados en nuestro medio, para que antes que nada, defiendan de esas águilas descalzas que pululan por ahí.
La lista es larga de lo que hay por hacer en la búsqueda de devolverle a Cali su sitio en el mundo del toro y no soy yo precisamente quien les va a ordenar la agenda. Pero si les pido de corazón, que traten de hacer bien la tarea.
Que Dios reparta suerte.
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