Madrid. Raúl Doblado
Ingrato», el toro indultado de Parladé Al filo del mediodía llegamos a «Lo Álvaro», santuario del encaste Domecq y lugar de peregrinaje de medios de comunicación y curiosos. Una joya de bravura habita en el edén de la dehesa sevillana: «Ingrato», nombre del ejemplar de Parladé que José Tomás indultó en su histórica encerrona en Nimes. «Va a ser el toro más mediático de la Historia», sentencia su criador, Juan Pedro Domecq.
«Ingrato» no salió de los mares como aquel hermoso ensabanado que Minos pidió a Poseidón con el propósito de sacrificarlo, pero al que perdonó la vida atraído por su singular belleza. «Ingrato», un toro guapo como el de la copla, nació en Castillo de las Guardas. Y allí regresó el pasado martes, entre heridas y aureolas, como un soldado que marcha a la guerra y pelea por ver de nuevo su tierra y sus amores: un harén de 25 vacas le aguarda a partir de enero para transmitir su legado de bravura a la savia nueva.
El ganadero observa las curas que el veterinario José Luis Diz practica a «Ingrato», herrando con el número 31. «Tiene dos heridas grandes por los puyazos, cuatro por banderillas y una de la divisa, alguna de casi 30 centímetros, pero su evolución es muy buena». El veterinario explica a ABC el proceso: «Primero se le pone un desinfectante para limpiar la herida, luego antibióticos espumosos, agua oxigenada, analgésicos y antiinflamatorios. Todo por vía parenteral, cada cuatro o cinco días, procurando que entre el oxígeno. En un mes y medio estará perfecto».
Después de los minutos de tratamiento, «Ingrato» abandona el cajón de curas y emprende el camino al edén de los sementales. Allí le reciben su padre, un imponente «Bullicioso», y su hermano, un 57 de categoría. Juan Pedro Domecq habla con pasión de sus parientes: «Es hijo del semental más importante de la ganadería, que ha dado vacas excepcionales y toros como el de Morante en Barcelona. Acaba de cumplir nueve años y marcará una época».
«Ingrato» pasta ya junto a su progenitor, aunque este elegido busca ahora su espacio de soledad hasta recuperarse del todo: el olor a sangre revoluciona a sus camaradas. Desde su lidia hasta hoy ha perdido casi 100 kilos, pero sus 400 kilos mantienen su naturaleza intacta.
El binomio perfecto
Sus armónicas hechuras enamoraron a José Tomás, pues el propio matador lo eligió, siempre guiado por el sabio consejo ganadero. «Vino este verano a la finca y le encantó; desde primera hora hubo una comunión única». José Tomás fue desde aquel día Picasso, el artista cautivado por su modelo, «Ingrato». Conjunción astral para que asomase el pañuelo mandarina en el coliseo nimeño. «Fue una tarde memorable. "Ingrato" ha venido a quitarle el "in" a toda la ingratitud que hay en la Tauromaquia. Ha sido una bonoloto. Ha venido a que se hable de la Fiesta de las emociones, de un torero que toreó sin ayuda, con verdad por la izquierda y por la derecha, con una perfección sublime y una embestida cada vez más perfecta».
El heroico artista que perdonó la vida a «Ingrato» se ha interesado por su estado y está feliz por su favorable evolución. «José Tomás me ha dicho que vendrá a darle el homenaje que el toro se merece», cuenta Domecq. Un gesto de torería.
La mirada de Juan Pedro rezuma felicidad, fundida con la emotividad de la rememoranza de los suyos (su padre, su hermano, su madre...). Momentos de duro sacrificio recompensados con la bravura, «mi obra más intensa, una manera de vivir». Se autodenomina creador de bravos, «porque si un toro no embiste, no hay grandes faenas por muchos José Tomás que hubiese». ¿Influyen las manos? «Por supuesto, es clave. Muchos se marchan al desolladero sin que se les saque el pozo interior. Los toros son la materia prima para que los genios extraigan sus embestidas, toreen con el alma y conecten con el alma de los espectadores». Explosión de sensaciones que desembocan en faenas como la de Manzanares anteayer en Sevilla o la del indulto de «Ingrato».
Juan Pedro lanza un aviso para navegantes antitaurinos: «El toro es el único animal que se gana la vida luchando. Busquen a otro: no lo encontrarán». Y otro más: «Me molestan los ataques al encaste Domecq, llenos de tópicos. Cada ganadero impone su personalidad, prueba de ello es que en Nimes cada uno fue distinto. Hay que llamar al pan, pan, y al vino, vino».
Mientras charlamos sobre la alquimia de la bravura «en una temporada a más», «Ingrato» acude a los comederos. Respira en libertad y dentro de tres meses disfrutará de esas noches de amor invernal junto a su harén de vacas, con el fin de procrear y transmitir ese legado de casta a sus descendientes, futuros toros de lidia que de nuevo tendrán la oportunidad de luchar por su vida en el ruedo.
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