domingo, 3 de febrero de 2013

¡Válgame Dios, qué tarde en León!


TRIUNFAL, HISTÓRICA Y SIN PRECEDENTE


DIEGO Silveti, evocó a las musas y duendes. (FOTO: CORTESÍA EMILIO MÉNDEZ)

MIGUEL ÁNGEL GARCÍA
LEÓN, Gto.- ESTO fue testigo de este hecho sin precedente. La plaza de toros La Luz fue insuficiente para dar cabida al furor, al orgasmo, al éxtasis y paroxismo total que se vivió. Nos dicen que desde 1983 no sucedía algo similar y ayer, el conjunto del toreo joven actual triunfador en España y México, fue reunido atinadamente y los resultados han sido una bomba atómica del bien torear. Octavio García "El Payo", Arturo Saldívar, Juan Pablo Sánchez y Diego Silveti, todo un banquete de galanura para las féminas, han escenificado una auténtica pelea de perros, una campal de la que nadie salió ileso y que dio como resultado una tarde histórica, como pocas veces se vive. ¡Dos indultos y un rabo! Amén del desbordamiento de cada torero, del abandonamiento total de cada uno y de la entrega sin reserva del público, que esta vez no despegó su mirada del ruedo, no hubo nada que lo distrajera. Y qué decir del ganado de don Fernando de la Mora; permítame decirle, ganadero, su dehesa es hoy por hoy, si no la mejor, una de las más ejemplares y extraordinarias, porque guarda la bravura y calidad que se necesita para hacer más grande nuestra fiesta. ¡Bravo por todos, bravo por la fiesta brava!

La empresa Espectáculos Taurinos de México, con 46 años celebrando festejos en todo lo ancho y largo de la República Mexicana, echó la casa por la ventana con esta magna corrida de toros, conjuntando lo más atractivo del toreo actual. Vamos a los hechos.

¡QUÉ PEDAZO DE TORERO!

Abrió festejo el toro Jugador, con 487 kilos, Octavio lo recibió delicadamente con el percal, por lances a la verónica, previa siesta del toro ante el picador. Brindis a sus tres alternantes, seguro acordaron echar para adelante a la fiesta mexicana. El queretano pechó con un astado manso que aunado a su debilidad no dio opción al torero que en todo momento buscó las embestidas. Mal matando y pitos al toro.

A mi manera, con 554 kilos, segundo del lote, igual que su primero, con presencia, lo saludó por verónicas de buen corte. Con la franela el torero echó recurso de variedad y pases por ambos lados y aunque tuvo muy buenos momentos, no terminó de romper con el público al principio, pese a que toreó muy bien arrimado a su enemigo. No mermó el espada en deseos, iba por todas para triunfar y prácticamente al final fue cuando la gente le ovacionó con fuerza la reunión de toda su entrega y ganas por agradar, ante un toro que poco le colaboró. Mucho pundonor y gallardía del torero, que terminó en los cuernos del toro debido a su arrojo y entrega por no irse en blanco. Y entonces la gente se dio cuenta del pedazo de gran torero que estaban observando, pues Octavio se jugaba la vida de verdad; quiso matar recibiendo el torero y lo que recibió fue otra zarandeada infame, que lo dejó semiinconsciente, para finalmente dejar un bajonazo por obvias razones. Qué más da la espada, queda el gran mérito de Octavio. Regaló un sobrero y le cortó la oreja.

EMPERADOR DEL TEMPLE

Brincó al ruedo Samuelón, con 542 kilos para Juan Pablo Sánchez, que lo recibió de una larga cambiada de hinojos y verónicas en los tercios del ruedo de exquisita exposición. Apenas señalado el puyazo y Juan Pablo se fue a los medios del ruedo para comenzar a cincelar lo que auguraba una preciosa faena. Y así fue, ¡qué manera de torear! El hidrocálido hizo gala de recurso, temple y plástica en todo momento de lo que fue una magnífica labor. Juan Pablo se recreó ante un toro que, a pesar de sus kilos, tuvo buen recorrido y calidad, perfectamente bien entendida por Sánchez, quien logró una labor aseada, pulcra y de mucha clase sobre todo por derecha, adornada con dosantinas y pases de la firma. Qué gran faena de Juan Pablo, que rubricó con un espadazo casi entero que bastó y por consecuencia la petición de oreja le concedió el juez. Aplausos al toro.

Leonés, con 548 kilos, fue el segundo que sorteó el hidrocálido, quien repitió la dosis a mayor, pues se superó en calidad. Juan Pablo conjugó un trasteo de 24 quilates, de fineza pura y gran dimensión. Había que verlo para atestiguar lo escrito, un sin igual y gran torero. Se cansó de torear al magnífico ejemplar por ambos lados, con adornos, recursos, temple y calidad. Soberbia la estocada que ovacionó la gente, gran triunfo de Juan Pablo. El negro en el arroz fue el juez, quien sin pensarlo sacó el pañuelo verde y obvio, el torero terminó regresando el rabo tras la rechifla de la gente. Alguien dijo: "no necesitas de regalos, Juan Pablo", y qué verdad tiene esta aficionada. Vuelta al toro y vuelta el torero con el ganadero, don Fernando de la Mora. Gran tarde de Juan Pablo, que ha estado enorme.

FAENAS SERIAS

Ambicioso, con 541 kilos, que fue pronto para la capa de Arturo Saldívar y que lanceó con gracia y elegancia, seguido de chicuelinas bien embraguetadas. Bregó al caballo a su socio y éste desmontó al picador, afortunadamente sin consecuencias que lamentar, más que el rubor del varilarguero. Apoyado en tablas dio Arturo sus primeros pases de tanteo, para luego escribir en la arena apuntes que conformaron una faena sería, muy sería, por las condiciones del toro. Y es que éste en veces se le frenaba a medio muletazo y sabía entonces para qué traía los pitones. Pero con base en aguantarle Arturo le hizo tragar por ambos lados, bien plantado y echando mano de su experiencia para evitar el percance que se lo estaba avisando su enemigo. Toreó con largueza y hondura, recargando la suerte en los riñones, dando dimensión a cada trazo que consiguió. Y lo bien toreado, bien rematado; Arturo dejó un estoconazo impecable, certero y eficaz, que puso al toro patas para arriba. Bien valía una oreja la pura suerte suprema, sin embargo, el juez sólo otorgó una oreja.

Alegría, con 538 kilos, fue recibido por Arturo con una larga cambiada abriéndose la chaquetilla, como diciendo, "aquí estoy yo". Y remató de verónicas, seguidas de chicuelinas en quites. Calló la música Arturo para escuchar el coro del público que al unísono coreaba la labor del torero y una vez enredado con el toro soltó la banda de música Pelea de Gallos. La locura total, el furor suelto y sin medida. El espada se recreó e hizo vibrar al público, que ya para entonces estaba extasiado, embriagado de tanta torería fina. Gritos de torero para Arturo, quien de igual forma la bordó sin reserva alguna. Y aunque el toro no fue al caballo como un bravo ejemplar y terminó con la cara arriba, fue indultado a petición y el juez no lo dudó. Orejas y rabo simbólicas para el torero y vuelta con el ganadero.

EL REY DAVID BAJÓ A VERLE TOREAR

¡Venga, Tigre! Le gritaban a Diego Silveti, quien recibió a Venadito por mandiles a pies juntos y verónicas de suma tersura que evocaron las emociones. Diego es el consentido en esta plaza y bien sabe responder al cariño de la gente. Bregó por chicuelinas andantes al piquero, quien también señaló sólo la puya, para enseguida quitar por finas y ceñidas gaoneras el espada. Brindis al respetable que ya lo tenía entregado, para cuajar de inmediato el de trinchera, desdén y pase de pecho como prólogo de su labor. Lo que a continuación vino fue todo un compendio del bien torear, ya que Diego bordó el toreo de la A a la Z, por ambos lados del toro.

El guanajuatense tiró del burel con un temple y clase que hasta el mismo Rey David se asomó en lo alto para verle torear. Al son de La Vida no vale Nada, Diego esculpió una faena de infinita calidad, amén de los adornos que cinceló. Y dicen que las manoletinas están de moda, más bien está de moda arrimarse y Diego las elaboró muy embarrado al toro, de locura. El menor de los Silveti realmente ha estado muy por encima; penosamente estuvo mal con la espada y todo concluyó en una, nada despreciable, vuelta al ruedo. El mismo reconocimiento fue para el toro, por su gran calidad y recorrido.

Lúcido estuvo Diego con la capa en su segundo toro y tras las banderillas, el brindis fue para sus colegas. Acto seguido, se fue a los medios a esperar a su toro para recitarle estatuarios y péndulos. La cosa apuntaba para algo grande. Pero lo que Diego logró rebasó los alcances, lo inimaginable. ¡Válgame la Santísima Trinidad! Si antes el Rey David se asomó a verle torear, esta vez bajó en persona para atestiguar lo que su hijo estaba haciendo en el ruedo. Indescriptible, fenomenal. Diego cuajó, ligó, bordó, esculpió, eslabonó, templó y todo lo que usted guste y mande frente a su astado. Indulto para el toro, la gloria para Diego. El paroxismo total y créame que esta vez observé a una afición embriagada de toreo únicamente. ¡Qué tarde, qué tarde! Rabo simbólico a Diego. Y el nombre del torero a coro.

DON FERNANDO Y OLÉ

Que más se puede agregar, si la dehesa de don Fernando de la Mora ha sido ideal para la tarde, sí, tal vez hubo algún manso, ¡pero carajo! ¿A quién le indultan y cortan un rabo en una tarde? Hablar del juego de cada toro sería elaborar un libro. En resumen, el ganado de don Fernando ha tenido lo que se necesita para hacer historia. ¡Enhorabuena!

Por cierto, ya de El Juli ni quien se acordara.

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