Nueve meses después de una lidia de mansos y bravos, a las
diez de la noche la Tauromaquia se ha declarado este miércoles en el
Senado Patrimonio Cultural gracias a la mayoría del Partido Popular y el
apoyo de UPN, que se desmarcó del Grupo Mixto. El PSOE se retrató con
la abstención; los demás grupos de izquierdas y los nacionalistas
rechazaron la ley. Así quedó la votación: 144 a favor, 54 abstenciones y
26 en contra.
El texto aprobado insta al Gobierno a aprobar un Plan Nacional de fomento y protección de la Tauromaquia, además de impulsar en un plazo de tres meses los trámites necesarios para solicitar la inclusión de los toros en la lista del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco.
También se pide al Ejecutivo que impulse las actuaciones que fomenten
el principio de unidad de mercado, una de las esperanzas de los
empresarios para reclamar las corridas en Cataluña. Precisamente esta
ILP, avalada por más de 600.000 firmas, fue impulsada por la Federación Taurina catalana con el sueño de devolver los toros a su tierra.
Pero ese hecho no se producirá, pues la ley que entra en vigor no tiene
carácter retroactivo ni el Estado las competencias, en manos de cada
comunidad. El regreso de los clarines está en manos del Tribunal
Constitucional. La otra luz: «Aquella prohibición fue un expolio
cultural, y según la Constitución corresponde al Estado la preservación
cultural», señaló el PP.
Varios han sido los cambios experimentados en esta larga faena. Si en un principio la Fiesta llegó al Congreso con el objetivo de ser Bien de Interés Cultural,
el Derecho advirtió de que a un bien inmaterial como la Fiesta la
valoración que le corresponde es la de Patrimonio. Todo un hito en la
Historia, pues es la primera ILP en materia de Cultura que adquiere el rango de ley.
En el último y encendido debate, el valor lo puso el PP. Sebastián Ruiz
no sólo ensalzó la Fiesta como «el arte popular por excelencia», sino
que fue más allá: «Esta industria cultural, que aportó 41,5 millones en
IVA, es necesaria para la economía. ¿O quieren anular lo que genera
empleo?», cuestionó a los detractores. Por parte de los populares
intervino Julián Lanzarote,
que desató los aplausos así: «Si quieren podemos cambiar lo de que un
toro vive a cuerpo de rey para decir que vive a cuerpo de sindicalista
andaluz de la UGT».
Esquerra protagonizó la gran mentira diciendo que el toreo recibe subvenciones de 600 millones ante
la indignación de profesionales como Carlos Núñez, Simón Casas y Uceda
Leal. Así remató: «Las corridas no volverán a Cataluña. Ya pueden mandar
a la legión entera». El PNV mostró su única preocupación por «una
invasión competencial que no vamos a permitir». Idéntico era el pesar de
CiU. Los socialistas, los mismos que pasaron los toros de Interior a
Cultura, agotaron el diccionario torero después de arrancarse por la vía
demagógica: «Sorprende esta ILP en un país donde seis millones de
españoles no pueden ir a los toros porque les falta al pan». Frente a
sus incoherencias, el PP les pidió que se «crucen con la verdad que les
piden sus votantes taurinos y no con el pico».
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