El torero español Alberto Aguilar Carabaña fue corneado en la plaza de toros Cañaveralejo.
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La corrida quedó en mano a mano entre el español Javier Castaño y el bogotano José Alzate.
Tras cuatro años de ausencia volvió Mondoñedo a Cali, y lo hizo con una corrida de gran trapío, casta y complejo estilo.
El madrileño Alberto Aguilar fue cogido, en forma impresionante, por el segundo de la tarde y tuvo que ser llevado a un centro médico. La corrida quedó en un mano a mano entre el español Javier Castaño y el bogotano José Fernando Alzate.
Lo que sucedió toda la tarde fue una batalla entre duros toros y los arrojados lidiadores, con mucho más dramatismo que arte, con más valor que estética y más ¡ay! que olé. El cuarto, de 568 kilos, tiró al picador Luis Viloria, y su solución de continuidad Hildebrando Nieto. Cogidos hubo: Aguilar con cornada en la pantorrilla izquierda y Alzate con paliza sin heridas. Sustos, con embestidas broncas, inciertas, punteos, cabezadas arriba, revueltas en un palmo de terreno...
Además, los toros tenían poder. La corrida no fue mansa, pero fue muy problemática; cada una de las embestidas llevaba peligro y transmitía sensación de miedo. Los Mondoñedos no necesitaron de gran tonelaje, ni armas de largo alcance para sentar de nuevo sus reales.
Javier Castaño, torero de miuras, se jugó a fondo con las telas, pero fracasó con las espadas, siendo silenciado en sus tres turnos.
El joven Alzate, hechura de la escuela taurina local, fue el triunfador, haciendo de tripas corazón y apostando la vida en cada una de las suertes. El público, incondicional con él, le perdonó las imperfecciones e incluso le aplaudió tras los tres avisos que le dejaron vivo al tercero, y se le entregó plenamente durante la impresionante pelea con el sexto, la cual comenzó con una tanda de muletazos, rodillas en los medios, continuada con pases más injundiosos que aseados por una y otra mano. La verdad y el riesgo eran el aval. De pronto fue cazado y apaleado aparatosamente. Reanudó el combate aún con más brío. La plaza enardecida lo acompañó en el estocadón y pidió con furor la oreja que le dio el triunfo de la tarde. De los 6 mondoñedos, los 4 últimos se fueron aplaudidos, evidencia de que ese es el toro que le gusta a Cali. El toro de Cali.
JORGE ARTURO DÍAZ
ESPECIAL PARA EL TIEMPO
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