El torero y ganadero cumple 40 años el próximo 9 de enero. En esta entrevista concedida a ABC se sincera al hablar de su carrera y su estabilidad personal
Con doce años ya estaba pegando muletazos y comenzando a formar un alboroto entre la gente del toro. Irrumpió en los ruedos en 1987 y tuvo una brillante carrera de novillero para tomar la alternativa, con tan solo 16 años, en el coso francés de Nimes. Era septiembre de 1990. Desde entonces, una carrera fulgurante en la que supo como nadie hacerse con los públicos y las masas, que lo erigieron en su ídolo.
Controvertido siempre, dentro y fuera de los ruedos,
Jesús Janeiro Bazán (39), Jesulín de Ubrique, cumple el próximo 9 de
enero 40 años y, aunque ahora ve los toros desde la barrera, «porque
quiero», sigue pensando y viviendo en torero. «He tenido, hasta ahora, una vida intensa y larga,
con muchas cosas positivas y pocas negativas. Estoy toreando desde los
12 años y salvo un par de ellos, por el accidente de tráfico y otro en
el que estuve rehaciendo mi carrera, he estado toreando siempre», precisa el torero gaditano.
No oculta que ha tenido suerte en su carrera, aunque matiza que «la suerte es un plus más.
Está ahí y te puede llegar. Pero cuando esto ocurre hay que estar
preparado y dispuesto a jugarte la vida, a tirar la moneda sin saber de
qué lado va a caer y apostar, apostar mucho desde tu preparación».
«Volvería a ser torero»
Muchos sinsabores y muchos triunfos. Pero tiene muy claro que es una persona «con mucha suerte en la vida». «Todo lo que tengo en esta vida se lo debo al toro. Lo que tengo muy claro es que si volviese a nacer sería de nuevo torero y me gustaría parecerme a Jesulín. Vamos, que haría lo mismo que cuando empecé», explica.
Ha sacrificado mucho, sobre todo juventud. «Tienes que
olvidarte de amigos, de salir… y tienes a tus espaldas una carga, una
responsabilidad para con padres de familia que van en tu cuadrilla. Juegas a ser hombre siendo un niño. Y eso marca mucho». Pero todo eso «merece la pena. Claro que sí. Te repito que volvería a ser torero».
Un torero que rompió moldes en los años 90 y parte de la
década de 2000. Batió el récord de Manuel Benítez «El Cordobés» en
cuanto a festejos toreados en una temporada y pulverizó el suyo propio. Toreó solo para mujeres;
vistió de amarillo y puso de cabeza a empresarios y compañeros. Pero,
sobre todo, tuvo siempre al público de su parte. Por ello cabe
preguntarle qué es lo que ha podido aportar, a su juicio, a la Fiesta.
Se pone serio cuando tocamos este tema. «No lo digo yo, sino que lo han dicho muchos de los profesionales del toreo: yo he dado a ganar muchísimo dinero.
Suelo hablar poco, pero cuando lo hago -puntualiza- soy claro. He sido
muy rentable para los empresarios, para mí y para mis compañeros. Todo
el que toreaba conmigo ganaba dinero. Y yo era de los que repartían, era
espléndido para todos. Me han llegado a decir que después de El Cordobés he sido uno de los toreros más rentables para las empresas».
Ese interés se sustentaba, indudablemente, en unas bases
primordiales en los ruedos: el temple y la técnica, cualidades que
hicieron de Jesulín una primera figura. «No entro a valorar esta
cuestión, pero te diré que en esta profesión nadie regala nada. Salíamos a cortarnos el cuello.
Oye, que estar cuatro o cinco años arriba, echándome de comer aparte,
matando lo que saliese por los chiqueros y toreando con todos, eso es
por algo. Tengo valor y las cualidades que he tenido las supe
aprovechar. Cuando uno ha estado ahí arriba tanto tiempo, es porque algo tiene. Y además hay que saber sobrevivir. Y yo he sabido hacerlo».
Cantar y torear...
¿Le marcaron esas tardes de polémica, de corridas solo para
mujeres, de ir en moto vestido de luces, de ponerse el amarillo? Es
claro Jesús: «Es verdad que eso ha podido marcar mi carrera en muchos
momentos. Pero, sobre todo, he sido espontáneo y también impulsivo.
Lo mismo cantaba que toreaba. He hecho cosas que ahí están. Pero
después había algo fundamental: ¿cómo te aguantaban? Porque era capaz de
salir al ruedo y torear y formar los líos que formaba. De nada sirve
montarte en un toro, cantar y todo eso si luego no eres capaz de
responder. Entonces hubiese sido un chufla».
Todo aquello, la competencia y la espontaneidad, parece
haberse perdido. Al menos para Jesulín. «El toreo no se puede basar en
sota, caballo y rey. En mi época había tíos con arte, explosivos,
malajes… en el toreo tiene que haber diez o doce toreros que tengan
interés para los empresarios, para el público, para los aficionados. Yo, ahora mismo, con todos los respetos, me siento en un tendido y sé lo que va a pasar.
No quito méritos a nadie, pero hay que renovar. Si pudiésemos tener,
ahora mismo, tres o cuatro toreros de mi época, de ese nivel, sería
extraordinario. Fíjate en una cosa: del primero al quinto pasábamos de
las cien corridas toreadas cada año; y los seis o siete siguientes
estaban entre las sesenta y las setenta corridas. Ahora llega uno a las
treinta y dice que está cansado. ¿Cansado? Así está el toreo».
¿Y por qué no sigue toreando Jesulín? Otra respuesta clara y contundente. «No toreo porque pido la pasta por delante. Tengo enmarcados en casa unos pagarés por 120.000 euros que me deben.
Y esos que me los deben siguen dando toros. Por eso no toreo. El pasado
año me ofrecieron una exclusiva por veinte corridas de toros y dije que
de acuerdo, pero a diez millones por tarde y quince en las plazas de primera. Y que cuando fuese a la plaza ya estuviese el dinero en mi cuenta. Hasta hoy».
«Yo he toreado -continúa Jesulín- todo lo que me han pedido
por buenas causas, y cuando he visto a un empresario apurado de verdad
le he echado una mano en el dinero. Pero que te contraten, no te paguen y
sigan dando toros… yo no paso por el tubo. Y lo peor de todo es que
muchas figuras de ahora te lo comentan, se quejan, pero luego siguen
así. Yo toreo gratis si me da la gana a mí».
Todo ello tiene un componente fundamental: su estabilidad personal. «Si no la tuviese, estaría tragando lo que fuera. Lo poquito que he tenido he sabido invertirlo. Yo no he abarcado más de lo que me han permitido mis posibilidades. Por eso estoy donde estoy».
¿Y dejaría que su hijo fuese torero? «Ahora está todo muy
mal en el toreo y piden mucho dinero para montar espectáculos. Pero si
mi hijo quisiera ser torero, si fuese de verdad, por derecho, quemaba el
cortijo si hiciera falta con tal de sacarlo adelante», sentencia
orgulloso.
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