El ángel de la guarda de la torería visitó también a los otros dos heridos en la negra e histórica corrida del 20-M, algo que sucedió por (pen)última vez en 1979. «La evolución es positiva», reconforta a los íntimos. Saúl Jiménez Fortes, con dos cornadas (en el muslo y la pala ilíaca) y once en su carrera, sorprende por su entereza desde el hule de la 208. «Estoy contento, porque dentro de lo que cabe me recupero bien», comenta mientras suspira su madre, la torera Mary Fortes.
¿Podía pensar algo de este calibre? «Para nada -señala el
convaleciente-. La cosa se complicó desde que resultó herido David
(Mora). Se puso de rodillas frente a toriles, donde los toros cogen con violencia y tarda mucho en llegar un capote».
Solo un gladiador en pie
Por unos instantes, el malagueño fue el único gladiador que
quedó en pie en el coliseo, con sus dos compañeros ya en camilla,
aunque delante de Fetén «no era consciente». La escena al acceder al túnel del cloroformo
se semejaba a la de un velatorio de pañuelos mojados y estampitas:
«Cuando entré, pregunté si había opción de operarme y seguir adelante,
pero era imposible, por lo que no había otra que suspender. Allí me
encontré a Antonio (Nazaré) desconsolado y llorando por no poder salir».
A escasos cinco metros, en la 204, el sevillano asiente. Los toreros también lloran.
«Yo lloré mucho, me quedé roto. Cuando vi entrar a Saúl (Fortes), me
dije: “Ahora sí tengo que tirar para delante con la corrida”. Pero sentí un crujido en la pierna y
apenas podía apoyarla. Llegaron las autoridades y se vio que no había
más camino que la suspensión», cuenta emocionado. La profundidad de sus
ojos marítimos ahonda en el lado humano de los que se visten de luces:
«Los toreros no somos superhéroes
ni de otra pasta, somos hombres de carne y hueso. A veces nos ponemos
un torniquete y seguimos en el ruedo, como si no llevásemos nada, pero hay que darle importancia al toro.
Las cornadas duelen, lo que ocurre es que nuestra responsabilidad nos
hace dar la cara siempre». Su tono se eleva y va más allá: «Esta tarde
engrandece la Fiesta y su verdad. A veces es una guerra, aquí no hay teatro, se muere de verdad. Los toros cogen cuando un torero se juega la vida. La prueba: tres tíos noqueados».
Enorme interés
Algunos periodistas ajenos a lo taurino escuchan atónitos a los caídos, que piensan ya en la vuelta al ring. Un reguero de medios va y viene por los pasillos de este Sanatorio de Toreros. «Esto es mejor que irse con silencio y silencio de la plaza. Ha tenido una repercusión enorme. ¿Vendrán todos al hotel cuando abra la Puerta Grande?», reflexiona Nazaré mientras lanza un dardo a los que «solo» se interesan por los percances.
Durante la conversación, se dispara la buena noticia: a pesar de la gravedad de su lesión, con rotura del ligamento colateral interno de la rodilla derecha,
la resonancia diagnostica que «por suerte no ha afectado al cruzado,
que sería bastante peor». Los médicos estiman como mínimo seis semanas
de convalecencia, pero el espada de Dos Hermanas rompe los cánones del
dios Asclepio: «El 19 de junio torearé en Sevilla sí o sí», afirma al cuadrado. Fortes se fija el 30 de mayo en Córdoba. Y Mora, pese al brutal percance, ya piensa en la muleta. De carne y hueso, sí, pero héroes de sangre grana...
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