Conformarse con poco
Once toros para seis lidias arrojaron una ovación y una vuelta
MARCO A. HIERRO,
Madrid
Ni espíritu, ni vida, ni fondo tuvieron los pupilos titulares del regreso de Víctor Puerto
a Madrid. Él despachó sólo uno, que iba a salir cuarto y apareció
primero tris por mor del correrse turno. Es más complicado comentar el
orden en que salieron los toros que la porfía vana y sin resultados del manchego
por mantener en pie al semoviente. Pero tiene Puerto más triquiñuelas
en las telas para haberse metido con más intención con el que fue cuarto
de facto, sobrero cornalón, vareado y con temperamento del Conde de la Maza,
que tuvo más transmisión por embestir encendido y en corto cuando iba
sujeto, que fue en contadas ocasiones. Víctor dejó la porfía para tarde
más propicia, a pesar de que Madrid, hoy, se hubiese conformado con muy
poco.
Lo comprobó Eugenio de Mora con el colorao de La Rosaleda,
en único toro con armonía y buen remate del despropósito ganadero. Tuvo
el animal corto el viaje porque no se corre mucho en los corrales, pero
transmitió al tendido en el pronto acudir, el mucho humillar, el franco
repetir y el siempre demandar un gobierno firme que sólo encontró el
manchego en dos derechazos profundos de mano baja. Ahí
ya no fue tan corto el viaje del toro, que la empujó hacia adelante con
codicia y franqueza. Lo demás fue un pasar sin pulso, un acompañar sin
mando y un amontonamiento de pases en tandas que duraban lo mismo que un
suspiro. Pero se conformó Madrid con ese poco, y hasta le pidió una
oreja a Eugenio, que dio la vuelta al ruedo más fácil que haya paseado en Las Ventas.
La papeleta la tuvo Alberto Lamelas,
que había entrado en San Isidro por jugársela en La Paloma y le
faltaron ritmo y toros defenestrados para enfrentarse al codicioso
sobrero de Los Chospes que cumplió el tercer acto.
Exigente el animal de revieja cara y morrillo tiritón. Codicioso, de
rabiosa acudida cada vez que lo citaban, pero también que humillado
embroque y enrazada vuelta para repetir incansable. Le costó al
jiennense imponerse primero y encontrarle el pulso después, y fue por la heroica, por la dramática de tirar la moneda al aire como
arrancó una ovación para no irse de vacío. Se la jugó Alberto cuando ya
se le iba la faena, y pisó terrenos de hule, citó para la inmolación
manifiesta y se llevó un terrible volteretón que le magulló el cuerpo,
pero no la raza. Tuvo que conformarse con ese poco el chaval, porque el
sexto fue una prenda dorada con el que no hubo que rascar por más que
quiso hasta ponerse pesado.
Con ese poco debió conformarse Madrid,
que bastante bonancible estuvo el día en que hasta los veterinarios
debieron salir corriendo para reconocer sobreros en la trastienda.
Bastante tendrá Peñajara con lo que piensan hoy los parroquianos de Las Ventas. Y eso que se conformaron con muy poco.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Feria de San Isidro, decimosexta de abono. Más de dos tercios de entrada. Toros de Peñajara,
de variada planta y pinta, homogeneos en la falta de condiciones.
Devuelto el primero por inválido; devuelto el sobrero (segundo bis, de El Cortijillo), por partirse un pitón. Primero tris, de Peñajara, desfondado y deslucido. Segundo, devuelto por inválido. Segundo bis (de Peñajara), sin fuerza ni vida. Tercero, devuelto por inválido. Tercero bis, de Torrealba, devuelto por flojo. Tercero tris de Los Chospes, enrazado, codiciososo y con genio. Con temperamento y poder el cuarto, del Conde de la Maza. Repetidor de humillado viajó corto el quinto, sobrero de La Rosaleda. Medidor, protestón e incierto el sexto, de Peñajara.
Víctor Puerto (marino y oro): silencio y silencio.
Eugenio de Mora (nazareno y oro): silencio y vuelta al ruedo.
Alberto Lamelas (blanco y oro): ovación tras aviso y silencio.
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