El confirmante Javier Herrero saluda una ovación; pitos para Chechu
El albaceteño lo cuidó desde el prólogo, con el planteamiento inteligente de darle oxígeno entre cada serie. A derechas comenzó, siempre con el temple por bandera. Metía la cara con son por el lado de la escritura, pero cuando tomó el izquierdo, aquel pitón sobresalió con luz de calidades. ¡Cómo humillaba y qué clase! Y Tendero, aun sin ajuste de bolero, corrió la mano con largura y gusto,
con la generosidad de dar distancia pese a que las tandas se antojaban
cortas en muletazos. Quizá por ello la obra no acabó de ser de rotundidad aplastante y no palpitaron más emociones. Su firmeza y su actitud, con detalles sabrosos como un cambio de mano y una trincherilla, ahí quedaron hasta ganarse el «jornal» de una oreja, pese al pinchazo previo al espadazo. «Jornalero» fue despedido entre ovaciones.
En busca de un sitio
Con la mitad de la Puerta Grande en el esportón, el matador de Albacete lo intentó deseoso y con decisiones ante el castaño quinto -uno de los dos remiendos de Sánchez Herrero-,
que iba y venía rebrincadito. No era material de triunfo, y todo quedó
en palmas. Tendero, que de novillero entusiasmó y con solo tres corridas
el pasado año en su marcador, volvió a desperezar ilusiones.
Ojalá le valga, aunque en los tiempos que corren y en un sistema casi
inmovilista en muchos terrenos no será fácil abrirse un hueco de nuevo.
El sexto traía aires que recordaban al tercero. Buen toro, con el que el confirmante Javier Herrero buscó una templanza no siempre encontrada. Con el de la ceremonia, un «Fabuloso» noblote pero mermado de casta y fuerza, lo intentó con ganas.
Como Billy El Niño, el presidente desenfundó presto el pañuelo verde para echar para atrás al segundo, sustituido por un sobrero de Aurelio Hernando con pinta de viejuno. Chechu no se complicó mucha la vida con este «Rapaz»,
que desarrolló peligro y genio. Lo mejor: el prólogo por bajo. Con el
cuarto, que no se comía a nadie, pareció andar en otra parte y con una
espada para olvidar. Hablando en plata como su terno: fue el ejemplo de cómo no venir a Madrid, apático y como si tuviese ya los caminos labrados. Oyó pitos el torero de Sanse, con poses que parecían imitar a Morante. Y ya se sabe que las imitaciones...
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