El primer toro se arranca con alegría a los caballos, se duele en banderillas, galopa, resulta manejable. Robleño
 le da mucha distancia, conduce bien las embestidas, le baja la mano; lo
 mejor, unos naturales, provocando la arrancada, pero el toro ha ido 
claramente a menos. Mata regular. Los aplausos al toro nacen de la 
esperanza. Al llegar al cuarto, la tarde ya se ha despeñado.
 Debajo de los paraguas, el público siente el frío de la decepción. 
Derriba el toro por coger al caballo por delante: aplausos al picador 
Doblado. Saluda en banderillas Ángel Otero, valiente y espectacular, como la tarde anterior. Comienza Fernando clásicamente, sentado en el estribo. El toro es noble pero soso, corto y, muy pronto, se para. Al diestro, además, se le atranca el descabello.
Bonito castaño
La emoción surge solamente en el segundo toro,
 un bonito castaño, recibido con aplausos, que sale fuerte, humilla y 
vuelve rápido; de las banderillas sale ya descompuesto. El diestro 
aguanta con valor las embestidas rebrincadas pero
 no logra imponer su dominio, sufre algún desarme. La pelea es difícil 
pero emocionante. Recuerdo otra vez a Corrochano: «O mandas tú, o manda 
el toro». Esta vez, el público toma partido claramente por la res, que 
ha tenido más genio que bravura.
 El quinto, en cambio, es flojo y soso. Se luce Gustavo Adolfo García 
con los palos. El toro flaquea varias veces y acaba rodando: lo último 
que esperábamos de un Ibán... 
El albaceteño Rubén Pinar vuelve a esta Plaza después del percance que sufrió en el campo, el pasado diciembre, con un grave traumatismo craneoencefálico:
 se le recibe con simpatía, lógicamente, pero tampoco logra brillar. El 
tercero es muy deslucido, flaquea, se queda corto. Bajo una manta de 
agua, Rubén sólo puede mostrar su buen oficio. El último, castaño, acapachado de pitones, levanta ilusiones al salir galopando con mucho gas. Cae en la cara del toro Paco Cervantes y le hace un quite oportunísimo Luis Bolívar. En banderillas, sufre una lesión muscular el siempre voluntarioso Alberto Martínez.
 El diestro consigue algunos muletazos aceptables pero el toro sale con 
la cara a media altura, no dice nada, se apaga. Lo mejor, la estocada 
(la única de la tarde).

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