viernes, 9 de mayo de 2014

Lección magistral de Enrique Ponce en la Feria de Sevilla

Pierde las dos orejas con la espada; Adame logra un trofeo

En su segunda actuación, Enrique Ponce sienta cátedra, con una faena extraordinaria, pierde las orejas por la espada. Adame, muy voluntarioso, corta un trofeo. Castella no logra brillar. Salvo el primero, muy flojo, los toros de Victoriano del Río resultan manejables; muy buenos, los dos últimos.

La tarde comienza muy mal. El primer toro clava los pitones en la arena y, después de la voltereta, se derrumba varias veces. Ponce no puede hacer nada y el público se encrespa, lógicamente. Todo cambia en el cuarto, un toro levantado, suelto, que protesta un poco. Lo recibe Ponce por verónicas, ganando terreno, hasta el centro. A la muleta llega corto y soso pero manejable. Poco a poco, Enrique le va enseñando a embestir. Después de los doblones, se suceden los derechazos: con naturalidad, con suavidad, con elegancia. Logra llevarlo prendido al engaño, como si fuera un imán. Una serie a cámara lenta enciende el entusiasmo, suena la música. 

Dicta una auténtica lección: en el sitio justo, a la altura medida, aprovechando las querencias. Gritan, en sol: «¡Torero bueno!» Por la izquierda, va peor. Todavía vemos una serie fantástica, a media altura, con compás, con cadencia, y dos poncinas completas. Los remates, de sabia elegancia, ponen al público de pie. Tenía cortadas las dos orejas pero logra la estocada a la tercera. Lo mismo le sucedió con un toro de Zalduendo, el 21 de abril del 2006. Tituló entonces el ABC de Sevilla, en portada: «Tarde histórica de Ponce». Y, más abajo: «Tarde sublime». No se queda ésta de hoy muy atrás.

División

Después de disfrutar con esto, ¿qué queda, para los demás? Las comparaciones son odiosas pero en arte, inevitables... Castella sigue sin conectar con este público. En el segundo, saluda en banderillas José Chacón (que también lidia bien al otro). Con su toreo impávido, el francés necesita un toro que se venga, fuerte, y éste acaba rajado; con aguante, no se solucionan las dificultades. El quinto tardea pero va largo, noble. Se suceden muchos muletazos, que acaban provocando división.

El mexicano Joselito Adame se gana la simpatía del público, con su entrega. El tercero embiste desigual pero sin graves problemas. Se muestra fácil, puesto, con recursos. (Se ha formado toreando corridas duras). Consigue ligar derechazos, aguanta parones con valor. Los descabellos le privan de cortar un trofeo.

En el último, muy bueno, vuelve a hacer vibrar al público por su disposición. Cuando le da distancia, el toro acude con gran nobleza y suena la música. (En Sevilla, no debe acompañarse con palmadas). Es entrampillado y sufre una voltereta. Mata entregándose: aunque tarda en caer, se le concede una oreja.

No hay comentarios: