Decíamos ayer... Y Joselito se lió a torear.
Aquel ayer fue un 13 de octubre de 2003 en Zaragoza. La siguiente
lección la dio ayer mismo, más de una década después, en una pequeña y
coqueta plaza de toros en la Camarga francesa ante
unos tres mil aficionados. Para quienes gustan de las estadísticas,
cuatro orejas y un rabo cortó el maestro madrileño. Y eso, con ser
mucho, fue lo de menos en una tarde en la que, por encima de todo,
Joselito fue tremendamente honrado con
su concepto del toreo. El más clásico, el más asentado, el de la muleta
plana y siempre por delante, el de ofrecer el medio pecho, el del
temple, la despaciosidad y el ritmo.
Y para explicar su toreo, para explicar el toreo, se eligió una corrida a modo de Garcigrande y Domingo Hernández,
seis toros sin excesos pero con el trapío y el fuste suficiente como
para complementar la lección, la cita no precisaba de más.
Joselito no se olvidó de la variedad que siempre imprimió a su capote. Las verónicas rodilla en tierra con que recibió al cuarto resultaron una inyección contra la monotonía.
Con la muleta siempre a más. Los pies clavados en la arena, la figura
erguida, ligando los muletazos en series sin solución de continuidad. No
fue el Joselito al que se le achacaban los muletazos de uno en uno, no.
Ayer las series fluyeron con el denominador común de la naturalidad. Si hubiera que quedarse con algo: una serie de naturales, dos inacabables pases de pecho a su primero y la profundidad con la derecha en el otro. Fue la versión del mejor Joselito, del más puro, el mejor de los recuerdos se volvió a hacer realidad. ¿Trofeos excesivos?Claro,
especialmente las dos primeras orejas tras no rematar bien con la
espada a su primero, pero quién puede ir contra el aura joselitista que
envolvió la tarde. Joselito rompió este domingo su silencio, y él solo
sabe si ha sido o no para siempre...
Morante, el
otro gran aliciente del cartel que llevó a Istres a aficionados de todos
los rincones de España, no se acopló con el tercero, y dibujó con el
quinto muletazos de gran clase,
que, sin embargo y sorprendentemente, no tuvieron eco, ni enloquecedor
ni del otro, en los tendidos, pero que el respetuoso respetable francés
premió con una oreja.
El francés Cayetano Ortiz tomaba
la alternativa y en tarde de tanto compromiso no quiso ser un convidado
de piedra. Las cosas no comenzaron bien para el muchacho, pues el
primero fue devuelto por sus escasos pitones y como no hubo forma de que volviera a chiqueros, lo tuvo que despachar en el ruedo. En el de la alternativa se lució al natural y logró un trofeo y en el sexto demostró que maneja la muleta con buen aire y encomiable empeño.
A Joselito se lo llevaron a hombros. «¡Vuelve, te necesitamos!», le gritaron desde el tendido.
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