Sonríe a cada paso mientras llueven los plácemes y el teléfono arde. «Se nota el reconocimiento a todos los niveles», asegura. Al fondo de su mirada feliz se adivina la Puerta Grande. Por partida doble. Un hito en la historia reciente de San Isidro. Miguel Ángel Perera, con dos salidas a hombros, igualó su propio récord: el obtenido en 2008, cuando alcanzó el pórtico más codiciado en la primavera y el otoño de Las Ventas. Aquella temporada, en la que encadenó 19 triunfos consecutivos, lo aupó a lo más alto del escalafón. Y este año continúa en idéntica dirección: en sus últimos seis paseíllos, sus pies no han pisado la arena para abandonar los cosos de España ni Francia. Media docena de tardes en volandas, desde Madrid a Nimes. «Es toda una satisfacción hilar triunfos», dice el exultante vencedor de la feria más larga e importante del mundo.
De sus victorias venteñas charló ayer en un chat con los lectores de ABC.es, que le hicieron variopintas preguntas, aficionados que deseaban conocer el antes y el después de un éxito tan mayúsculo. Del cielo al que se abrazó hablaba su admiradora Sara Clavijo. La respuesta de la figura extremeña resumía el cúmulo de sensaciones: «Tenía la impresión de estar acariciando la gloria. Son momentos soñados, indescriptibles.
Si antes de la feria me dan un papel para escribir el resultado, nunca
hubiese pedido tanto», explicó mientras agradecía «contar con pereristas
tan fieles». Juanito Maravilla
ensalzaba su «temple, poder, mando, torería, firmeza y valor». El
matador se mostraba pletórico con sus seguidores «por compartir estas
Puertas Grandes; ni en el mejor de los sueños podía imaginar algo así».
Esta vez la realidad superó a cualquier fantasía novelada,
a los duermevelas de obras por conquistar. No solo ha sido declarado
triunfador del «mundial» donde se forja el destino del toreo, sino que
el jurado de la empresa Taurodelta lo ha designado autor de la mejor faena. «Es un orgullo», señala.
Triunfo con los adolfos
Sus fans sentían curiosidad por el previo a las corridas: «Intento estar tranquilo en el hotel y seguir mi rutina diaria.
Como pronto y antes de vestirme salgo a hacer deporte». Confiesa que se
echó unas carreras en los pasillos del Palace, escenario donde se
enfundó de verdad y oro las tardes del 23 de mayo y el 3 de junio. En esta última fecha agrandó su currículum al convertirse en el primer matador en alumbrar una Puerta Grande con adolfos.
«Lo afronté como si fuera uno de los hierros que estoy habituado a
matar, salí sin ideas preconcebidas e imprimí mi sello». La afición se
refirió a la variedad de encastes, a la clasificación de «toro artista» y «duro». Perera, que tuvo el gesto de lidiar dos divisas para todos los gustos
en su décimo aniversario de alternativa, puso los puntos sobre las íes:
«Precisamente, de las ganaderías de la feria, han destacado con
importancia toros de Parladé (Domecq) y Puerto de San Lorenzo (Lisardo-Atanasio)».
Alberto le recordó que, además de las estoqueadas, su intención era dar cuenta de la victorinada.
«Visto el resultado –reflexiona el lector–, ¿fue una suerte no haberla
matado o piensa que podía haber estado por encima?» Claridad del
protagonista: «Sí, creo que fue una suerte y
que las cosas pasan por algo. Después de ver el resultado de los toros,
dudo que hubiera estado mejor que mis compañeros, hechos unos tíos».
Verónica, faro y guía
No faltó en el chat con nuestros lectores la alargada sombra abrileña: el G-5 y su ausencia de Sevilla.
¿Le ha perjudicado formar parte de ese grupo? «Sinceramente, el G-5 no
lo sé. Sí me perjudicó mucho el G-10, pero no me arrepiento de nada,
nadie me obligó a hacerlo». ¿Volverá en 2015? «Aún ni me lo planteo.
Sería una pena no estar un año más, pero tengo mi mente puesta en el presente». Su hoy son los ruedos y su mujer, la hija del Niño de la Capea. Verónica Gutiérrez, que vivió desde el tendido la apoteosis, es faro y guía en esta imparable ascensión, inseparable de su marido y conocedora de las necesidades de un torero desde la cuna. ¿Influye esa estabilidad
en el éxito? «Sí, indudablemente. Juega un papel fundamental». Y, con
una mirada cómplice a su compañera de camino, remata con una sentencia: «Se torea como se es y como se está». Son los ojos de la gloria.
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