La reaparición en España de José Tomás, en el día del Corpus, que da nombre a la Feria de Granada, ha supuesto una verdadera revolución: lleno de «No hay billetes», reventa, turistas procedentes de muchos puntos... Este año, los toros tienen aquí especial protagonismo: incluso la Tarasca ha desfilado con una falda que simula un capote de torear. Se han vendido 9.500 abonados para un aforo de 11.000...
Final feliz para todos los que se han desplazado hasta la ciudad de la Alhambra, con José Tomás y Rafael Cerro como triunfadores. El episodio más emocionante se vivió en el quinto toro. Marcado con el hierro de Victoriano del Río, es el único que sale con algo de fuerza y soporta un puyazo bueno de José María Prieto,
cosa que la gente recibe con estupor. José Tomás lo brinda al público y
asusta a todos con tres muletazos haciendo el poste sin moverse. Surge
por primera vez la emoción, que había estado ausente toda la tarde. Los naturales resultan desiguales porque
el toro se para y se raja a tablas. La esperada apoteosis se apaga por
culpa de la res pero al dirigirse a tablas para coger la espada pierde
la cara y le pega un topetazo tremendo.
No se sabe si es solo el golpe o si va herido. Pasa a la enfermería.
Finito entra a matar a mucha distancia dos veces pero ante el asombro de
todos reaparece José Tomás, con una fuerte paliza pero sin cornada, y lo mata a la segunda, produciéndose el delirio. Asoman los pañuelos y corta las dos orejas.
Antes, el toro de su vuelta en España, de Domingo Hernández, es devuelto por flojo. Sale un sobrero de Juan Pedro Domecq parecido al titular: va largo pero con muy pocas fuerzas. Con el capote enlaza verónicas con chicuelinas,
un recurso populista. Lo cambian con un picotazo, da una vuelta de
campana y embiste a la muleta casi cayéndose continuamente. El diestro
luce muy buen estilo pero sin toro. Solo estética, nada de emoción.
Tanto es así que hay un pequeño conflicto con la música: cuando
empiezan a tocar, surgen protestas y la banda para; José Tomás dice que
sí y vuelve a sonar. En los naturales ha de citar seis veces para que el
toro embista y, además, se derrumba. La mayor ovación la logra al aguantar dos parones porque el juampedro se apaga enseguida. Escucho a mi vecino: «Un toro soso y bobo que no dice nada aunque él sea un gran torero». Corta una oreja ligerita tras una estocada caída.
Cuidadosamente escogidos
El cartel de esta tarde, como todos aquellos en los que
participa José Tomás, se ha preparado minuciosamente: toros de dos
ganaderías (no se sabe por qué razón), cuidadosamente elegidos; él actúa
en segundo lugar, después de un veterano y antes de un joven que,
presumiblemente, poco le van a apretar.
Como dice Crispín en «Los intereses creados», «el triunfo es seguro, ¡valor y adelante!»
Abre plaza Finito de Córdoba con un bonito burraco de Victoriano del Río.
Este primero sale justo de fuerzas pero muy noble y repite. La faena de
Finito es muy larga y desigual, con muchos muletazos. Destacan unos
toreros doblones y, al final, con el toro entregado, unos derechazos. Muy premioso al matar.
El cuarto flaquea
desde el lance inicial. Es una ruina. Finito se sale a los medios con
torería, intenta dibujar muletazos pero el toro se raja a tablas por
completo y mata sin estrecharse.
El tercero, de Domingo Hernández, mansea al comienzo pero va a más en la muleta, aunque tardea. Rafael Cerro
lo brinda a sus dos compañeros, se queda muy quieto y acompaña con
garbo las nobles embestidas. Consigue algún natural limpio. Alarga la
faena y desluce un poco pero se vuelca en una gran estocada. Oreja.
El sexto, de Victoriano del Río,
también tiene casta. Cerro sale a por todas con lances de rodillas y un
quite con el capote a la espalda. En la muleta se esfuerza y pone toda
su voluntad frente a un toro mirón y complicado. La gente está de su
parte y corta una oreja pese a pinchar dos veces antes de la estocada.
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