Corta una oreja; el mejor toro fue «Olivito», que sembró el pánico en el encierro
El primer Miura es manejable pero demasiado flojo. Se luce la cuadrilla, aunque falte David Adalid. Javier Castaño le
da la lidia adecuada pero no hay emoción, por la escasez de fuerzas del
toro, que le lleva a quedarse corto, rebrincado. Recibe el diestro un fuerte palotazo
de una banderilla en la ceja. El fallo con la espada lo diluye todo. El
cuarto, cárdeno claro, con muchos pitones, se queda muy corto en el
capote, pega saltos, se frena, desarma al diestro. Como tantas tardes, pica bien Tito Sandoval y brilla con los palos Fernando Sánchez.
El toro es muy deslucido, se frena en los engaños, flojea, apenas tiene
recorrido. El oficio de Castaño le permite solamente no pasar
demasiados apuros. No cabe más. Mete la mano hábilmente, con la espada.
La mayor emoción de la tarde se vive en el segundo: pesa 600 kilos, es alto, se asoma por encima de la barrera, embiste con casta y nobleza. Bolívar, en su segunda corrida de la temporada, está muy animoso: lo recibe con una larga, en tablas, quita por chicuelinas. Le da distancia, logra muletazos con oficio y emoción;
algunos naturales, citando de frente. Entra a matar de verdad, el toro
lo engancha, le pega una paliza y le deja el vestido hecho unos zorros,
en un momento muy dramático: merecida oreja.
El pantalón de monosabio
Recibe al quinto, salinero, de capa espectacular, con dos largas cambiadas. Se ha puesto un pantalón azul de monosabio, como en las viejas fotografías. No hace mala pelea el toro en varas. Brinda a Los del Río, buenos aficionados, que están actuando en Pamplona. El toro, manejable, no se acaba de entregar pero Bolívar, muy firme,
le va sacando muletazos aceptables. Tarda mucho el toro en cuadrar,
mata al encuentro pero la espada hace guardia. No ha logrado rematar el
triunfo, se ha quedado muy cerca, pero deja excelente impresión.
Esaú Fernández mata Miuras por primera vez. Recibe a portagayola al tercero, que hace buena pelea en varas pero
se duele en banderillas y flaquea, queda corto en la muleta. Esaú
muestra voluntad y cierto oficio pero no logra conjunción ni lucimiento.
Mata muy caído. El último es el salinero que sembró el pánico en el encierro; en la Plaza, se mueve mucho, con emoción y nobleza. Se luce con los palos Curro Robles, que saluda. El diestro le planta cara, se justifica con muletazos voluntariosos y algún guiño a las peñas pero falla reiteradamente con la espada. (En el segundo pinchazo, el pitón le ha destrozado la pechera de la camisa).
Al final de la Feria, en el recuerdo de los aficionados quedan los hitos principales: el novillero Borja Jiménez; la seriedad de las reses, con especial mención para el toro de nombre «Español», de la ganadería de Victoriano del Río; entre las figuras, defienden su puesto El Juli y Fandiño, destaca claramente Perera, con una seguridad extraordinaria; también, la ilusionante sorpresa de Pepe Moral. A esa lista se añade Bolívar, muy firme con los Miuras.
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