David de Miranda sale a hombros pero sorprende la proyección Roca Rey
Foto: Carlos Núñez |
Lama de Góngora, de celeste y oro, pinchazo hondo y tres descabellos (ovación); pinchazo y media tendida (oreja). David de Miranda, azul eléctrico y oro, pinchazo y estocada (oreja); pinchazo y media estocada (saludos tras insólita petición de oreja), estocada (oreja). Roca Rey, de celeste y oro, pinchazo, estocada y dos descabellos (vuelta al ruedo), pinchazo y estocada (oreja).
Es peruano y aún muy joven, pero es tan capaz, tan inteligente, está tan preparado y tiene tantas condiciones, que ni siquiera un pésimo lote de novillos impidió que los aficionados (siempre minoría) vislumbraran la proyección de Andrés Roca Rey, quizá un gran torero mañana mismo por la tarde. Con un valor de espanto, una mente preclara, un gran concepto taurómaco y un poderío enorme, arrancó muletazos donde parecía imposible y, literalmente, se inventó sendas faenas meritísimas por mucho que no pudieran ser brillantes. Pero fue una alegría contemplar a un chaval con tanta madera de torero. El tiempo y el destino dictarán sentencia.
Para el público, sin embargo, el hombre del día fue el
local David de Miranda, tambien con un valor seco terrible aunque más rústico
en sus formas y mucho todavía por aprender. Le hizo un buen quite por tapatías
a su primer oponente, y lo recibió de muleta en los medios para cambiarlo por
la espalda estoico entre el clamor de sus paisanos. Luego, la bravura fogosa
del animal le dio más ruido de la cuenta aunque la faena, desigual, tuvo
quietud y momentos de toreo largo y limpio. En su segundo turno se armó el
escándalo porque el presidente se negó a devolver a los corrales un castaño que
era manso de libro, y quizá también burriciego. El caso es que el chaval lo
mató como pudo mientras los onubenses amenazaban con asaltar el palco, así que
para calmar os ánimos sacaron una pizarra anunciando que en séptimo lugar, y
como desagravio, David lidiaría el sobrero (que por cierto, regaló el
ganadero). El onubense nacido en Trigueros pudo salir a hombros tras otra faena
marcada por el valor la quietud, la voluntad, los sustos y los altibajos.
Abriendo plaza compareció el sevillano Lama de Góngora, que ejecutó la faena
más conjuntada del festejo en cuarto lugar frente al único ejemplar noble de un
complejo encierro. Lama toreó con ligazón, compostura y disposición en una
labor notable, aunque demasiado vociferante y que acabó con acusados alardes de
valor. Cortó una oreja, dos se llevó Miranda y un trofeo sumó Roca Rey, un
torero de momento anónimo.
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