lunes, 20 de octubre de 2014

El maestro que pasó mucha hambre y se despachó 6 toros en 1 hora y 20 minutos

19 de junio de 1960. Siete y media de la tarde. Calle de Alcalá arriba, una legión de enfervorizados seguidores lleva a hombros a Gregorio Sánchez (Santa Olalla, 1930), el torero que acaba de encerrarse con seis toros en la Corrida del Montepío después de que no pudieran acompañarle los convalecientes Antonio Bienvenida y Fermín Murillo.

El hito del toledano fue mayúsculo: cortó siete orejas al encierro de Jesús Sánchez Cobaleda, ¡Barcial!, que se dice pronto. Y lo hizo en menos de lo que el reloj tarda en dar una vuelta y media al anillo: «Solo una hora y veinte minutos duró la lección que con tanta maestría explicó el domingo Gregorio Sánchez. No hacía falta más. Era también el tiempo justo, porque estaba hecho de faenas justas, con los pases precisos para cada toro. En fin, una bonita lección a los profesionales del toreo», escribía Andrés Travesí en las páginas de ABC.

El maestro que pasó mucha hambre y se despachó 6 toros en 1 hora y 20 minutos
abc
Gregorio Sánchez
 
Y remataba la crónica: «Eran las siete y veinte de la tarde cuando -despachado el sexto toro de Barcial- la gente se decía: "¿Y ahora, adónde vamos tan pronto? ¿Habrá entradas para el fútbol?"».

Tiempo récord

Curiosamente, en los mentideros taurinos, alguna lengua viperina dijo que el matador había lidiado la corrrida en este tiempo récord para irse al Bernabéu a ver la final de Copa entre el Real Madrid y el Athletic de Bilbao. Pero lo cierto es que el maestro, madridista de manoletinas a montera, no podía ni ir al fútbol por la paliza que llevaba en lo alto tras el festejo. 

Aquella corrida le cambió la vida y le colocó en el camino de la gloria. Criado en una familia humilde, con once hermanos -de los que murieron siete-, sufrió las penurias de la guerra, con una amargura herrada: con trece años recién cumplidos, barbilampiño aún, fue testigo de la orden de fusilamiento a su padre.
Fueron muchas las miserias. Lo recordaba el maestro en ABC en sus bodas de oro: «Por aquel entonces éramos toreros hechos de la nada y, cuando te daban la oportunidad de torear, te arrimabas como un loco, como una fiera». ¿Hambre de triunfo o de no tener nada que llevarse a la boca? «Menudas necesidades pasábamos -comentó-. Yo trabajaba de albañil. Vivía por Pacífico y los fines de semana iba a entrenarme al pueblo de Vallecas, aunque en ocasiones ni podía porque no tenía fuerzas. Lo único que había era pan duro. La carne y el pescado ni existían. Y el jamón era prohibitivo. En cambio, hoy veo a los chavales que se comen unos bocadillos de aúpa. ¡Qué bocatas se meten!»

De chavales a hombres

Una vez retirado, su labor como director de la Escuela Taurina Marcial Lalanda, con El Juli como su gran «obra», fue una inyección de vitalidad: «Cuando me retiré del toro, sentí una tristeza y un vacío enormes. Satisface ver cómo los chavales se convierten en toreros y en hombres». Recuerdos de un hombre sin infancia: «Yo no he sido niño. Desde muy chiquitito empecé a sufrir, a pasar calamidades, a pasar hambre. Viví la guerra y sus miedos, muchos más que delante del toro».
Pero Sánchez se impuso a los temores con una ilusión: «Tener una casa con baño. Vivía en una casa pequeña y dormía en el comedor. Todos los sábados cogía el jabón y la toalla y me iba a una casa de baños para ducharme. Y así hasta la semana que viene. Menudas ganas tenía yo de poseer una casa con su ducha, una habitación para mí y un armario grande con muchos vestidos de torear».

El maestro que pasó mucha hambre y se despachó 6 toros en 1 hora y 20 minutos
abc
Gregorio Sánchez y El Juli
 
La realidad acabó superando a los sueños. Atrás quedó la ropa alquilada y llegaron los ternos de estreno. Nueve Puertas Grandes avalan su exitosa trayectoria, la carrera de una oportunidad comenzada cuando no dudó en matar un novillo con una nube en el ojo, que le puso en la senda de 17 novilladas en Barcelona... Hasta que llegó el desafío de los seis toros en el Montepío. Los ochenta minutos de una corrida, impensable en estos largometrajes actuales que sobrepasan las dos horas. No hizo falta más para cosechar siete orejas. El cielo de Madrid aguardaba calle de Alcalá arriba...

No hay comentarios: