Alejandro hunde los cánones con la mano izquierda en el tercero, con el que hace explosionar La Misericordia; Urdiales dicta su "Sí, quiero" al cartel de figuras y Ponce, todo lógica se la monta a un soso cuarto
EMILIO TRIGO, Zaragoza
Paseaban esta tarde en La Misericordia tres formas de entender la vida, de saber cómo afrontar el camino que sobre ellos yace y de, sobretodo, ir de frente en este del toreo que han elegido. Lo sabe la dilatada carrera de Enrique Ponce, que regresa a la Zaragoza que impulsó sus primeras campañas hace ahora 25 años; lo sabe un Urdiales que, a pesar de entrar por la vía de la sustitución, bien merece el puesto que ocupa; por último, también lo sabe Alejandro Talavante, quién ayer no gozó de suerte con su lote en su reaparición. Lo hacían frente a un encierro de Juan Pedro Domecq.
Fue el primero un toro que se caía ya en el capote de Enrique Ponce, por lo que tras su primera entrada al caballo fue devuelto. En su lugar salió "Hazmerreír", un sobrero del mismo hierro al que intentó imprimirle Ponce su temple capotero. Empujó en la primera vara, pero perdió las manos hasta en tres ocasiones tras la misma, lo que hizo presagiar un final en el que Enrique debería poner todo de su parte. Lo mimó muchísimo en el inicio de faena, no obligándolo un ápice hasta la segunda tanda, en la que lo llevó a media altura intentando aguantar el hilo de fuerza que poseía. Tenía nobleza pero le faltaba a raudales la fuerza, aun así, intentó el de Chiva exprimir el limón de su condición hasta el final a pesar de poseer dos perchas sin gracia en su frente. Mató de estocada.
Diego Urdiales hundió a la verónica La Misericordia: encajado, con embrujo y roto el de Arnedo para enjaretarle, tras la primera vara, otro quite por chicuelinas prendido de magia. Supo Urdiales medir muy mucho la floja y corta embestida del de Juan Pedro, y tras el brindis a sus compañeros de cartel, logró le enjaretó un inicio muleteril en el que el hieratismo se entremezcló con la gracia impresa en cada embroque. En la primera tanda, por el pitón derecho, hundió el mentón hasta el pecho y se dejó llevar por la nobleza del astado, a pesar de que le faltaba el empuje necesario para que rompiera totalmente. Debía tocarle hacia fuera al astado si quería que éste completara las tandas, que por otro lado fueron breves. Por el izquierdo mostró un tranco menos enclasado, peor aun así Urdiales logró sonsacar muletazos con una perfecta colocación en la cara del astado, bajándole mucho la mano y mostrando un valor sobresaliente. La torería se apoderó de la faena y Urdiales, tras el torerísimo final, logró una estocada y una oreja.
Un intento de recibirlo rodilla en tierra tuvo Talavante en el tercero, pero finalmente desistió por el despiste del de Juan Pedro. Fue templando poco a poco la embestida del astado por el pitón izquerdo, desde el comienzo con el cartucho de pescao hasta el toreo hundido, entregado, pleno y roto totalmente la natural. Fue todo entrega la del extremeño para con La Misericordia, logrando muletazos por el izuerdo de magia pura, de corazón sin medida y de vena torera esparcida por el ruedo maño. Dejó llevar su alma Talavante al natural y supo reconocerlo La Misericordia. Mató de una gran estocada, que tumbó al astado y las dos orejas cayeron en sus manos. Zaragoza premió también con una ovación al toro.
Fue devuelto el cuarto y en su lugar salió un sobrero de Torrealta al que Ponce llevó muy templado de nuevo a la verónica. El valenciano intentó cuidar muy mucho su condición. Después de sus entradas al caballo Diego Urdiales entró al quite, mostrando del mismo modo torería y encaje en sus formas. Ponce selló una actuación de tremendo valor frente a su cara, larga pero encajada y de plante de figura del toreo. Fue una faena de cabeza y muchísima lógica la que tuvo que componer Ponce, llevando al de Juan Pedro por derroteros que ni se pensaba e imprimiendo virtudes que el toro no tenía. No se pudo estar mejor con menos, pues la precisión en el trazo que Enrique le ofreció al astado fue de auténtico lío. Mató de estocada y cortó una oreja merecidísima.
Urdiales imprimió voluntad en los lances de inicio del quinto, un toro serio de Juan Pedro. Por chicuelinas quitó Alejandro Talavante con una bonita media como epílogo. Comenzó su faena con ayudados por alto, pero no tuvo suerte para redondear su tarde finalmente. Se le trastabilló el acero y Diego Urdiales tumbó el toro al segundo toro de verduguillo. Selló el de Arnedo una labor meritoria sin que terminara de fructificar.
No tomó vuelo la faena de un toro de la jota en el que Talavante intentó imprimir la misma actitud que en el tercero, pero su sosísima condición, además de andarina, no propició que el toreo caro llegara de su mano. Presentaba un tranco desclasado el de Juan Pedro.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de La Misericordia. Séptima de Feria. Lleno.
Seis toros de Juan Pedro Domecq, bien presentados y de juego variado. Destacó el bravo corrido en segundo lugar.
Enrique Ponce (marino y oro), ovación y oreja tras aviso.
Diego Urdiales (verde oliva y oro), oreja y ovación.
Alejandro Talavante (nazareno y azabache), dos orejas tras aviso y silencio.
Cuadrillas: Se desmoteraron Víctor García y Juan Carlos Tirado en el cuarto y Juan José Trujillo en el sexto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario