Era habitual verla en una barrera de una plaza de toros. Pero tanto en Sevilla y Madrid como en otras localidades de menor importancia. Porque Cayetana Fitz-James Stuart, fallecida este jueves en Sevilla, fue una gran aficionada a los toros. Y defensora a ultranza de la Fiesta Nacional.
Siempre que tuvo oportunidad no dudó en apoyarla ya no sólo con su
presencia en los cosos sino también en entrevistas y reportajes.
Una tradición que ha sabido inculcar a su familia. Admiradora de grandes toreros, siempre que su agenda se lo permitía solía ir a los toros
para contemplar las faenas de figuras del toreo con los que tuvo mucha
amistad. Incluso vivió la boda de su hija Eugenia, duquesa de Montoro,
con el matador de toros Francisco Rivera Ordóñez, por el que sentía una gran devoción incluso después de divorciarse de Eugenia.
Pero ésta fue, si que quiere, una de las últimas amistades
que cultivó en el mundo de los toros. Porque desde que era joven le
gustaba estar rodeada por matadores de toros a los que solía ver en los
ruedos. Nunca ocultó su predilección por la dinastía de los Vázquez, Pepe Luis y Manolo. Con el primero de ellos mantuvo una prolongada amistad y le causó un tremendo dolor su muerte en mayo de 2013.
Otro de los diestros de su preferencia fue el también sevillano Manolo González, torero de la llamada «escuela sevillana», como Pepe Luis. Su concepción del toreo siempre le llamó la atención.
Trabó amistad con Pepe Luis Vázquez, Manolo González, Litri, su ex yerno Rivera Ordóñez...
Famosa es la fotografía en la que la princesa de Mónaco Grace Kelly vio una corrida de toros en compañía de la duquesa de Alba, quien le explicó los pormenores de las distintas suertes.
Otro de los toreros predilectos de Cayetana fue el onubense Miguel Báez «Litri», lo mismo que el hijo de éste. Por ambos sintió verdadera admiración y los siguió allá por donde toreaban.
Curro Romero
Pero, sin lugar a dudas, la amistad más grande con un torero la tuvo con su idolatrado Curro Romero.
El Faraón de Camas cautivó a Cayetana con su toreo y desde siempre se
mostró como una ferviente admiradora. Esa devoción traspasó los ruedos
de tal forma que se convirtieron en inseparables junto con la esposa de
Romero, Carmen Tello, amiga íntima de ella.
Era habitual verlos juntos en distintos actos que se celebraban en la
ciudad de Sevilla tanto en honor a ella como al genial torero de Camas.
No dudó en invitar a los toros a personalidades internacionales
Y si sentía devoción por Francisco, no le iba a la zaga su admiración por su hermano Cayetano Rivera Ordóñez, otro de los diestros preferidos de la duquesa. También lo vio en muchas ocasiones cuando toreó en el coso de Ronda.
El mundo del rejoneo también era de su predilección. No en
vano, la duquesa era una experta amazona que incluso llegó a hacer sus
«pinitos» rejoneando. Trató mucho con los hermanos Ángel y Rafael
Peralta; don Álvaro Domecq y Díez y su hijo Álvaro... vivió y sintió la Fiesta Nacional como una aficionada más y disfrutó de muchas tardes de toros.
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