El hidrocálido sacó a relucir su mejor versión con un noble toro
MARCO A. HIERRO,
México
Celebraba la Monumental mexicana la tercera corrida de la Temporada Grande con un encierro de Marrón para el mexicano Arturo Macías, el español Alejandro Talavante y el también local Arturo Saldívar.
Vendió mucho las saltilleras del quite, ajustadas, casi sin espacio
para que pasase el animal, y mejores al principio que en el remate.
Tuvo mucha cadencia el saludo a la verónica de Macías al primero, pero también hubo mucha bondad en la enclasada acometida del cárdeno de Marrón, que remató el hidrocálido con media y brionesa. Muy medido el castigo en varas, con un sólo puyazo. Tanta bondad como feble condición tuvo el toro en la muleta, pero siempre quiso irse detrás de la tela que presentaba con inteligencia un Macías pleno de oficio que supo administrar las alturas desde el principio, variar las manos en medio de la faena y torear a favor del de Marrón para que le sirviese cuanto más mejor. Lástima fue que le faltase la chispa al fijo animal para que llegase la gran obra. Exprimió, aún así, el hidrocálido al animal para que no quedase una brizna de duda ante el trasteo, que concluyó con manoletinas y una estocada a la que el descabello alargó el efecto.
Tuvo mucha cadencia el saludo a la verónica de Macías al primero, pero también hubo mucha bondad en la enclasada acometida del cárdeno de Marrón, que remató el hidrocálido con media y brionesa. Muy medido el castigo en varas, con un sólo puyazo. Tanta bondad como feble condición tuvo el toro en la muleta, pero siempre quiso irse detrás de la tela que presentaba con inteligencia un Macías pleno de oficio que supo administrar las alturas desde el principio, variar las manos en medio de la faena y torear a favor del de Marrón para que le sirviese cuanto más mejor. Lástima fue que le faltase la chispa al fijo animal para que llegase la gran obra. Exprimió, aún así, el hidrocálido al animal para que no quedase una brizna de duda ante el trasteo, que concluyó con manoletinas y una estocada a la que el descabello alargó el efecto.
Muy protestado fue el cuarto en el
tendido por su escasa presencia, y tampoco su comportamiento, pegajoso y
sin entrega en el percal, le sirvió a Macías para
brillar con la capa. Con mucha suavidad ejecutó Macías el quite por
gaoneras, rematando con una torera larga mirando al tendido. Sobrado de oficio y de solvencia anduvo el mexicano con el torete de Marrón, de cansina y bobalicona embestida,
sin celo ni fijeza y sin un mínimo de raza para repetir en las telas.
Porfió Macías con el animal, pero no tuvo condición el animal siquiera
para que le otorgase el tendido importancia al que estaba en el ruedo.
Dejó correr Talavante
al segundo con dos cordobinas genuflexas antes de desmayar la figura
tremendamente encajada para dibujar cuatro verónicas y una larga que
levantaron al público de los asientos. Un puyazo muy corto el que ordenó
el extremeño para quitar después con primoroso toreo de capa, siempre
metido en lo que se estaba ejecutando. Muy fuerte fue el golpe que se
dio el animal contra el burladero, lo que hizo desistir del brindis a
Alejandro y acusar las consecuencias a un animal que humillaba sin la
largura ni la boyantía de la salida. Fue la mano izquierda la que usó Talavante para encelar al de Marrón,
tirar de la embestida poco a poco y encajarse con mucha pureza para dar
profundidad al natural. Pero no sirvió ya el toro, descordado y sin
plenitud. Falló, además, con la espada y escuchó silencio.
Volvió a gustarse con el capote un Talavante
que saboreó las verónicas cadenciosas con que recogió la humillación
del quinto en su salida para abrocharla con una media sencillamente
magistral.Pero se paró antes de la cuenta el animal, y de nada sirvió la pureza en el cite, la firmeza en el toque y la compostura en los embroques,
porque de nada sirve la gana de torear bien cuando no se arranca el
oponente. Desrazado y sin vida el de Marrón, se ocupó de hacer estériles
los esfuerzos denodados del extremeño. No estuvo fino tampoco con el
acero y en silencio concluyó su labor.
Queriendo salirse de la suerte y descomponiendo los embroques que entregaba Saldívar
salió el tercero, toro cárdeno que no le dio a Arturo la misma entrega
encajada que recibió. Se le quedó dormida la intención al animal tras el
puyazo y tuvo que esperarlo mucho Saldívar en el quite por chicuelinas
al que le faltó ligazón por las dudas del toro. Y muy feo fue el estilo de Alfeñique, bruto, áspero y a la defensiva
siempre ante la firme disposición de un valeroso Saldívar que no se
dejó nada en el tintero. Incluso fue capaz de extraer algún muletazo
estimable con la mano derecha sin continuidad por la mala condición del
de Marrón.
Saludó Saldívar con
chicuelinas la atolondrada salida del sexto, a más en el ajuste hasta
rematar con garbosa serpentina. El vibrante inicio de Saldívar, con la
pedresina prologando los cambiados por la espalda, a milímetros del
terno, sacó a La México del tedio. Pero fue el toreo que llegó después
lo que tuvo de verdad profundidad y valor. Fue largo el toreo al natural, templado y de mucho regusto, llevando la arrancada noble detrás de la cadera,
enroscándose el natural engolosinado de temple. Le apretó Arturo con
lentitud y parsimonia hasta que terminó por rajarse el de Marrón. Una
estocada defectuosa remató la actuación del hidrocálido, que cortó una
oreja.
FICHA DEL FESTEJO
Monumental Plaza México. Temporada Grande, tercera de abono. Toros de Marrón,
justos de presencia. De buena calidad y justa raza el soso primero;
descordado el segundo contra el burladero; áspero, bruto y de mal estilo
el tercero; consino, bobalicón y escaso de raza y presencia el cuarto;
desrazado y sin vida el quinto; noble y enclasado el sexto.
Arturo Macías (sangre de toro y oro): ovación tras aviso y silencio.
Alejandro Talavante (tabaco y oro): silencio y silencio.
Arturo Saldívar (verde botella y oro): silencio tras aviso y dos orejas.
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