Corta una oreja, al igual que Climent, tras sufrir una dura voltereta
efe
andrés amorós
Programación insólita, con dos novilladas al final de la Feria; y ésta, al día siguiente de la «Cremá»: de ahí la pobre entrada. Tarde de perros [así te la hemos contado en directo], con lluvia y un vendaval que hubiera justificado la suspensión.
El madrileño Francisco José Espada, el más toreado, muestra su correcto oficio en el primero, apagado. El cuarto, complicado, le propina una fuerte voltereta. Le saca más de lo esperado pero mata mal.
El valenciano Cristian Climent,
al que aconseja Javier Vázquez, ha toreado muy poco. Banderillea
desigual, luce voluntad y estilo sorista, en el segundo. Mata con
decisión: oreja. El quinto es el más complicado.
El mexicano Leo Valadez,
discípulo de Encabo, causa excelente impresión. Fácil en banderillas en
el tercero, recibe un pitonazo en la cara, resuelve las dificultades
pero falla al matar. Al poner un par al quinto, es arrollado, recibe una paliza. En el último, serio y encastado, vuelve a mostrar soltura y variedad con el capote, notable firmeza en los naturales: justa oreja. Más allá del trofeo, parece tener un claro futuro.
En el coso valenciano, tan cuidado y céntrico, se impone pensar en una cubierta móvil:
esta Feria hubiera cambiado radicalmente. Estar hoy en los tendidos era
un suplicio; torear con este ventarrón, un absurdo muy peligroso.
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