«En facebook pongo mi mejor foto. ¿Tiene claro el mundo dle toro cómo quiere que se le vea?»
Para este profesor de inconfundible acento sevillano es imprescindible un «cambio de visión»
en la Fiesta para que, «sin perder su esencia», se posicione en el
«espacio digital». «El aficionado ha cambiado, es una persona
hiperindividualista, más exigente, que comenta lo que ve y no quiere
fraude. Lo que quiere son sensaciones»,
describió. Y las sensaciones se dan «no solo durante la corrida, sino
también antes y después». Como conclusión hizo una metáfora muy clara:
«Cuando abro Facebook pongo mi mejor foto, ¿tiene claro el mundo del
toro cómo quiere que se le vea?».
Vicente Royuela,
doctor en Economía por la Universidad de Barcelona, coincide «cien por
cien» en la necesidad de un regulador. «El Estado tiene que intervenir»,
dijo y abogó por que se hagan más estudios del sector: «Todas las
encuestas son inversión en capital social».
Un músculo privado para sobrevivir
Para Ignacio Lloret,
gerente de las plazas de Valencia, Alicante y Zaragoza, «hace falta un
músculo privado para sobrevivir porque lo público puede cambiar» y pidió
la creación de un lobby que defienda lo taurino.
Mientras, los ganaderos José Javier Núñez y Samuel Flores creen que el toro «ha sido el gran financiador de la crisis». Núñez apoya una «mayor diferencia» entre las entradas más baratas y las más caras
e incluso que estas varíen «dependiendo del cartel». Flores calificó de
«auténtica pena» la perdida de algunos encastes y exigió a los toreros
que acepten «retos entre sí».
La última mesa redonda del Congreso de Tauromaquia trató la relación con los «poderes públicos». Tristán Garel-Jones,
exministro de Asuntos Exteriores del Reino Unido, alertó del avance de
la cultura anglosajona, que tiene dos grandes grietas morales: la
ocultación de la muerte («en la lengua inglesa ya no se dice esa
palabra, tenemos 15 ó 20 eufemismos») y el antropomorfismo (la atribución de derechos humanos a los animales).
Por su parte Galo Chiriboga Zambrano, fiscal general del Estado de Ecuador, contó como en su país un juez ha prohibido la entrada a las plazas a los menores de 12 años «bajo
un supuesto no probado y falso» (la creencia de que los que acuden son
«violentos y sádicos»), lo que ha provocado una «desvalorización social
del espectáculo».
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