Llevamos cinco corridas de toros, se ha puesto dos veces el cartel de «No hay billetes»
y se han cortado ya siete orejas. No va tan mal la cosa como algunos
pretenden. Están saliendo, eso sí, muchos toros flojos y escasos de
casta.
Sevilla vive un domingo dedicado al toro y al caballo, tan unidos en su cultura agraria: por la mañana, la Exhibición de los Enganches; por la tarde, la primera corrida de rejones.
El portugués Rui Fernandes ya
sabe lo que es abrir la Puerta del Principe. Su primero es dócil pero
transmite muy poco. El caballero, muy tranquilo, se luce más al encelar y
lidiar que al clavar. Faena correcta, sin gran emoción. Mata a la
segunda a este «Pecador».
Más brillo alcanza en el cuarto, noble. No es raro que se luzca con
«Cervantes», en un quiebro espectacular, ni que baile en la cara del
toro, con «Fado». Acierta al matar: una oreja.
Diego Ventura sigue mostrando una regularidad apabullante; es, ahora mismo, una garantía de espectáculo.
Esta tarde, se luce tanto con los caballos ya famosos como con alguno
nuevo, para mí, al menos. Y continúa segurísimo en la suerte suprema: el
éxito rotundo está justificado. El segundo toro sale con pies. Lo para
perfectamente con «Suspiro».
Con «Nazarí», mide distancias y galopa de lado. Cuando la res se para,
realiza un quiebro ajustado con «Milagro». «Remate» sube la temperatura
en las cortas y logra un rejón fulminante: oreja.
«Sueño» causa sensación
En el quinto, «Silencio»
lo lleva cosido a la cola. «Sueño» realiza pasadas por dentro que
parecen mentira, aguanta muchísimo, causa sensación. Va a ser, sin duda,
una nueva estrella. Al final, con «Remate», vuelve a mostrarse segurísimo,
en el rejón de muerte: el clamor general exige las dos orejas.
Recuerden este nombre: este «Sueño» le va a dar todavía más vida a su
dueño.
El onubense Andrés Romero,
discípulo de Diego Ventura, se enfrenta primero a un «Soberano» que no
hace honor a su nombre («El matador fue Bellido y el impulso,
soberano»). ¿Sorprende a alguien que «Cheque»
tenga problemas al quiebro? Se muestra espectacular pero desigual, al
clavar, y tarda en matar. Se supera en el último, muy arropado por el
público. Lo recibe a portagayola con «Perseo», arriesga mucho con
«Guajiro», mata rápido con «Chamán»: dos orejas.
Viendo salir por la Puerta del Príncipe a Diego Ventura, recuerdo a la gran figura que resucitó en España el rejoneo, en los años veinte, el cordobés don Antonio Cañero, cantado por Ignacio Sánchez Mejías en sus crónicas. Toreaba toros en puntas, sorteando con los matadores. Su maravillosa jaca «Bordó»
los recibía en chiqueros, iniciando la carrera con un salto de hasta
cinco metros. En 2012, la asociación Córdoba Ecuestre le quiso rendir
homenaje. Un político socialista se opuso, le llamó «ser humano
despreciable» y uno de los responsables del «genocidio franquista en
Córdoba». Ese político se llama Juan Pablo Durán y
acaba de ser nombrado presidente del Parlamento Andaluz. Así estamos...
A pesar del sectarismo político, don Antonio Cañero ya forma parte de
la historia del rejoneo. Y Diego Ventura, también.
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