Toros de Garcigrande y Domingo Hernández,
de poca caja pero rematados por delante, bravos en el caballo en
conjunto y de juego desigual. Primero y cuarto de dejaron sin acabar de
romper; muy flojo el segundo; con genio el tercero; andarín pero con
buen fondo, el quinto; y humillador y noble el sexto, premiado con la
vuelta al ruedo en el arrastre.
Finito de Córdoba, silencio tras aviso y silencio tras dos avisos.
Juan Bautista, palmas y dos orejas.
José María Manzanares, ovación tras aviso, y dos orejas y rabo.
La plaza rozó el lleno en los tendidos.
Finito se
mostró muy conformista frente al primero de la función, un toro
cumplidor en el caballo y que se dejó después en la muleta aunque sin
romper de verdad hacia adelantes. Faena precavida y sin apostar de Juan Serrano, que llegó a aburrir al personal.
El cuarto fue un toro con buen son, con el que Finito se eternizó manejando el capote y tiró muchas líneas después sin comprometerse jamás en el último tercio. Otra vez aburrió, tanto que llegó a escuchar dos avisos.
El segundo toro de la tarde tuvo movilidad y buen son en el entonado recibo capotero de Juan Bautista,
pero después de dos picotazos casi simbólicos blandeó a la salida del
caballo antes de derrumbarse del todo e imposibilitar el quehacer de un
Bautista que ni mimándolo mucho pudo armar faena.
El quinto, muy correoso y andarín al principio, trajo de cabeza a la cuadrilla durante los dos primeros tercios. Le costó media faena a Bautista encontrar el equilibrio entre
poderle y no poderle, pero a base de sobarlo mucho, encontró el torero
francés el punto justo para empezar a remontar una tarde que, en esos
momentos, parecía algo imposible.
A base de temple, elegancia y mucha cabeza,
Bautista logró momentos de notable interés, sobre todo en el toreo
sobre la mano izquierda, por donde surgieron muletazos de buen aire.
Mató en la suerte de recibir al segundo intento y cortó dos orejas.
A Manzanares
lo sacaron a saludar antes de salir el tercero de la tarde, un bonito
toro castaño con picante, un punto de genio pero con la virtud de la
obediencia. Faena voluntariosa del alicantino salpicada con algunos
momentos lucidos, por lo que fue ovacionado al finalizar su labor.
El último fue el único prototipo de toro conforme a lo que es esta ganadería, un animal de gran nobleza y movilidad.
Manzanares llevó a cabo una faena en modo carrusel, es decir, de
circulares ligados y componiendo muy bien la figura, lo que provocó el fervor de unos tendidos, que, por momentos, parecían un manicomio.
Citó Manzanares para ejecutar con el estoque la suerte de recibir a
diez metros del toro. Le tiró la muleta para fuera en el momento del
embroque, dejando dos tercios de espada tendida, suficiente para cortó
hasta el rabo de un toro premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario