El primer toro tiene
muy poca fuerza; además, muy pronto se raja. Se luce en verónicas Oliva
Soto y replica Joselito Adame por gaoneras. Lo empapa en la muleta, se
le nota muy puesto, pero el toro se desentiende. Mata con decisión pero
falla con el descabello. Una faena de oficio sin relieve. El cuarto, un bonito jabonero,
es manejable. Lo llama de lejos, adelantando el engaño; al natural, le
coge bien el ritmo. Suena la música por primera vez en la tarde. Faena
de torero maduro, bien medida. Repite la estocada del primero, trazando
mucho arco, hasta la mano: justa oreja.
Sin hacer melodramas, tiene mérito que Oliva Soto toree en esta situación. El público lo recibe con la lógica simpatía. En el segundo, dibuja verónicas con gracia.
En la muleta, el toro vuelve rápido, con peligro. Además de su conocida
estética, el diestro demuestra valor, no se amilana, pero tiene
problemas a la hora de matar. En el quinto, saluda Alcalareño después
de dos grandes pares. Dibuja Oliva naturales con clase; después de
varios sustos, resulta volteado. Como otras veces, falla con los aceros.
El espigado Esaú Fernández recibe
a portagayola a los dos. Brinda a El Cid el tercero, muy flojo. Se le
ve puesto, poderoso, pero el toro flaquea demasiado. En el último,
saluda Curro Robles. Esaú logra naturales, deslucidos por las caídas del toro.
Al final, el sol ilumina los arcos del coso: se ha cortado
ya un trofeo y hemos visto cosas estimables. Queda abierta la esperanza.
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