El cartel de esta tarde tiene claros alicientes: la
repetición del triunfador Leonardo, la presencia de Pablo Hermoso de
Mendoza, que disputa ahora el cetro del rejoneo a Diego Ventura (¡lástima que no compitan los dos en un mismo festejo, en San Isidro!), y el elemento sentimental de la despedida de Fermín Bohórquez.
Los toros del Capea, encastados, presentan algunas dificultades, salvo
el excelente tercero, y se reparten en tres lotes claramente distintos.
Con Fermín Bohórquez nos llegan aromas jerezanos.
«En Jerez de la Frontera –escribía don Gregorio Corrochano– se cría
vino, se crían caballos y se crían toros». Y relacionaba la venencia con
que se saca el vino de la bota con la avenencia: «Por la doma se ponen
de acuerdo jinete y caballo». Este Fermín hijo –así sigue siendo, para los que tenemos cierta edad– confirmó la alternativa en Madrid hace 25 temporadas y ha abierto siete veces esta Puerta Grande. Recuerdo alguno de sus grandes caballos: «Marismeño», «Triunfador»... Siempre ha sido fiel a su concepto, clásico y campero:
la templanza, el respeto al caballo y al toro, sin abusar de él; darle
ventajas al toro; meter el pecho; evitar la brusquedad en las ayudas;
salir toreando...
El primer toro de San Pelayo
resulta complicado. Fermín brilla, sobre todo, en dos pares de
banderillas a dos manos (una de sus especialidades), con el castaño
«Melero» pero no acierta con el rejón de muerte. Más dificultades ha
presentado el cuarto, muy manso, aquerenciado a tablas hasta el final,
que le obliga a un notable esfuerzo. Brilla al levantar de manos a «Bohemio» y clavar de frente. No ha tenido fortuna con su lote, en su despedida de esta Plaza...
Clamor en los quiebros
Pablo Hermoso de Mendoza, el
gran jinete navarro, reparte ahora su temporada entre España e
Hispanoamérica, donde es tan ídolo como aquí. Acaba de publicar un libro
donde recoge sus experiencias, «El corazón de los caballos».
Lo reciben con una ovación. En el segundo toro, distraído, presenta a
«Berlín», su nuevo caballo, que levanta un clamor en los quiebros;
impresiona «Dalí», al citar muy en corto. La faena es brillante, pierde el trofeo por el rejón de muerte. Saca a sus estrellas en el quinto, violento. «Disparate» aguanta arreones, con precisión absoluta; «Ícaro» juguetea con el toro; con «Pirata», clava a dos manos: otra gran faena mal rematada.
Vuelve Leonardo Hernández, que abrió la Puerta Grande, el pasado sábado. En el tercero, encastado, la faena es emocionante y espectacular. Destacan los «muletazos» con «Amatista»
y los quiebros, citando de lejos, con «Xarope». Un rejón de rápido
efecto: dos orejas. En el sexto, el más manejable, clava muy en corto
con «Sol». «Xarope», con sus saltos, vuelve a calentar al público. Rejón: tercera oreja.
La desigual fortuna en
los lotes ha sido determinante: no ha tenido fortuna Fermín Bohórquez;
una vez más, Pablo Hermoso ha lucido su magisterio pero ha matado mal;
ha repetido triunfo el ardoroso Leonardo Hernández. Dos salidas a hombros en Madrid, en una semana, es una verdadera hazaña.
Postdata.
Aunque no haya sido el triunfador de la tarde, merece un especial
recuerdo, por su trayectoria, el jerezano Fermín Bohórquez. En su honor,
se impone citar, una vez más, al poeta y ganadero Fernando Villalón:
«La corrida del domingo/ no se encierra sin mi jaca./ Mi jaca la
marismeña,/ que por piernas tiene alas./ Venta vieja de Eritaña,/ la
cola de mi caballo/ dos toros negros peinaban». Y, sobre todo, unos versos que
parecen escritos para la actual circunstancia de Fermín: «Que me
entierren con espuelas/ y el barboquejo en la barba,/ que siempre fue un
mal nacido/ quien renegó de su casta».
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