jueves, 25 de junio de 2015

Capítulo V. EL REJONEO: Origen, Evolución y Normas

EL REJONEO EN MÉXICO
“Sobre el caballo llega a América la fiesta de los toros.
en primer término a México”
                                              José Alameda.


Publicado por: Hassan González
Autor: Don José Santos Alonso

La primera corrida de toros de que se tiene registro en América fue la del día 24 de Junio de 1526, día de San Juan, fecha en la que se corrían toros en la plazoleta del Volador, contigua a la plaza mayor de la ahora ciudad de México, (frente al sitio donde hoy en día se encuentra el edificio de la Suprema Corte de la Nación), y que es de nuestro conocimiento por estar consignada en la quinta carta de relación enviada por Hernán Cortés al emperador Carlos V, en la que relata este acontecimiento taurino que se efectuó para celebrar su retorno de la infructuosa expedición a las Hibueras, hoy Guatemala, en la que Ixcateopan, por el infundado temor de una rebelión, cometió la canallada de asesinar a Cuauhtémoc, último emperador azteca a quien llevaba como rehén.

Entre los asuntos relatados por Cortés a su soberano en la mencionada carta, le informó de la llegada del oidor Lic. Luis Ponce de León, hecho del que quedó enterado el conquistador por misiva que mediante mensajero le envió este oidor a su arribo a Veracruz y que recibió precisamente estando corriendo “ciertos toros”, expresión que ha dado pie a la especulación de que los toros en cuestión no fueran toros españoles sino americanos, es decir “cíbolos” o bisontes, lo que es muy poco probable ya que no existen testimonios que respalden esta especie, solo el producto de la especulación emanada de la frase en la carta de Cortés, lo que no justifica la teoría, demasiado especulativa, de pensar en cíbolos; porque hay que considerar que los bisontes o cíbolos habitaban en los territorios del norte en donde hoy es Texas, Nuevo México y Arizona, distantes dos mil kilómetros de la ciudad de México entre los que mediaban grandes extensiones de tierras pobladas por tribus hostiles, lo que haría imposible que se hubieran podido trasladar arreando las manadas de estos bóvidos, que por otro lado es dudoso que sirvan para el alanceamiento, por ser muy domesticables y no distinguirse por su acometividad; lo cierto es que si bien los primeros toros que se importaron de España, específicamente para la lidia, los trajo en 1527 Juan Gutiérrez Altamirano para establecerlos en el valle de Tianquistenco donde fundó la hacienda y la ganadería de Atenco, que prevalece hasta nuestros días, ya antes se habían hecho importaciones de toros de Cuba así como de la misma metrópoli, vía Veracruz, mismos que eran llevados a México por rutas establecidas, con lugares apropiados para el reparo (pausa que se da al ganado cuando se arrea durante largas jornadas, para que descanse o para que se refresque antes de abrevarlo) y sesteo de los jinetes y ganado y sobre todo por territorio conquistado y por lo tanto pacífico.

La afición a las corridas de toros en México tienen raíces muy antiguas, lo que ha quedado registrado en actas y crónicas que dan fe de los festejos taurinos que por motivo de celebraciones de toda índole se efectuaban desde muy recién  consumada la conquista, tal consta en la carta de relación referida y en actas del cabildo de la ciudad de México como la de fecha 21 de Julio de 1528 en la que los miembros del ayuntamiento ordenaron que todos los años se celebraran corridas de toros, en las fiestas de San Juan, así como el 13 de Agosto día de San Hipólito fecha de la caída y toma de Tenochtitlán, el 25 de Julio día de Santiago, patrón de España y el día de Ntra. Señora de Agosto; también se celebraban con corridas las fechas civiles, como la jura de nuevos monarcas, sus bodas, el nacimiento de los príncipes, la llegada de nuevos virreyes, sus onomásticos o cualesquiera otra fecha que ameritara celebrarse ya fuera civil, militar o religiosa y hasta la llegada sin novedad de la flota, era celebrada con fiestas taurinas.

Desde luego los protagonistas de estas festividades no fueron profesionales, sino los caballeros gobernantes de los que podemos mencionar al propio Cortés, al sanguinario Nuño de Guzmán, al no menos fiero Pedro de Alvarado, apodado “Tonatiúh”, por su roja cabellera que asemejaba  los rayos del sol y posteriormente a los virreyes Luis de Velasco y su hijo, “lindos hombres de a caballo”, según se les llamaba por su destreza en el arte de la equitación, quienes fueron la primera dinastía torera de México, también llegan a nuestros días los nombres de otros caballeros del siglo XVI y XVII amantes de la tauromaquia, entre los que se destacan, el marqués de Falca, Álvaro Manrique de Zúñiga, marqués de Villamanrique y Juan de Mendoza.
En el siglo XVIII hubo en la Nueva España una notoria decadencia de la costumbre de lidia toros a caballo, por los más distinguidos señores del virreinato, seguramente por la circunstancia acaecida en España del abandono del rejoneo por la aristocracia, que no solamente abandonó la tauromaquia hípica, sino también el gusto por la equitación a la jineta, empero en México no fue tan absoluto el rechazo a las lides ecuestres, seguramente por la naturaleza rural del país, por lo que en las corridas de toros se lidiaban toros a caballo, se incluían suertes de todas clases, en las que ya no participaban los aristócratas, sino profesionales, que fueron  abandonando el rejoneo y adoptando la moda española del toreo a pie, de manera que, a finales del siglo XVIII empezaron a mezclarse ambas modalidades, decayendo en Fausto y esplendor de la fiesta taurina, pero no obstante, manteniéndose como festejo popular en el que había toda clase de diversiones y se practicaban toda clase de suertes.

José Álvarez del Villar en su libro “Raíces de la Tauromaquia Charra” consigna los nombres de los toreros de esta época, entre los que se destacaron como piqueros, el “Negrito” Conde, Arcadio Reyes y el “Valiente” Oropeza, quienes desempeñaban la suerte de picar con mucha destreza que sus valiosos caballos no sufrían injuria alguna, pues jamás permitían que se los tocaran, lo que es digno de mencionar dada la habilidad y la perfección con que ejecutaban las suertes estos varilargueros novohispanos.


El 24 de Junio de 1526 se celebró en Tenochtitlán la primera corrida de toros en América

En el año de 1821 terminó la época colonial después de once años de lucha, el ejército insurgente integrado en su mayoría por gente del campo, estaba integrado por magníficos jinetes amantes de las suertes charras en las que siempre estuvo incluida la práctica del toreo a caballo, además de las costumbres nativas de lazar, manganear, colear y jinetear, que tanto gustan al pueblo mexicano.

Por esta razón en las corridas de toros del México del siglo XIX, entre toro y toro o a la mitad de los festejos se soltaban varios toros para coleadero, lo que perduró hasta principios del siglo XX, dándose el caso  que “ se colearon toros en la plaza del toreo como intermedio de una corrida formal”, según relata el citado José Álvarez del Villar en el libro mencionado “ por ser una suerte muy del gusto del público mexicano”. El ejemplo más representativo de esta mezcla de estilos lo fue Ponciano Díaz quien combinaba ambas modalidades, toreando en ocasiones, en la misma corrida, tanto a pie vestido de luces, como a caballo vestido de charro, en el intermedio de ésta, lo que se explica porque este torero vivió el renacimiento en México del toreo puramente español, recibiendo la alternativa de Frascuelo y alternando con otros toreros de la época, lo que le hizo abandonar paulatinamente la tauromaquia charra. Ignacio Gaeda, torero charro, de origen potosino, anterior a Ponciano Díaz, fue el inventor del par de banderillas a dos manos, que ejecutaba a caballo a la perfección, siendo el 7 de Octubre de 1888 la primera vez que la ejecutó en público, repitiendo esta suerte en señaladas corridas, tanto en México como en la Habana, Cuba, donde toreó 14 corridas en las que entusiasmó a la afición antillana con las banderillas a caballo.

Ponciano Díaz también banderilleó a dos manos a caballo, y lo hizo así mismo, en pelo, y en Europa el lusitano Joao Branco Nuncio, hizo esta suerte por primera vez en Lisboa el año 1923, inspirado en la información que obtuvo de la revista taurina “La Lidia” en la que se mencionaba que el mexicano Ponciano Díaz banderilleaba a caballo a dos manos desde hacía 40 años, lo que manifestó en una entrevista que le hizo el escritor lusitano José Tello Barradas para el libro dedicado al maestro Joao B. Nuncio, “Meio Seculo de Toureio e Gloria”, en el que el maestro da crédito al torero mexicano por la primicia de este lance, como correspondía a su condición de caballero.

Ponciano Díaz- Nació el 19 de Noviembre de 1856 en la famosa ganadería de Atenco, sus maestros fueron Bernardo Gaviño y José María Hernández, “El Toluqueño”, debutó profesionalmente el 1 de Enero de 1877 en Santiago Tianquistenco, el 1 de Mayo de 1881 participó en la corrida de inauguración del coso “El Huizachal”, su popularidad lo llevó a ser requerido por todos los empresarios por lo que toreó en todo el país, el año 1884 toreó en una plaza de Nueva Orleáns, en el vecino país del norte; el 15 de Enero de 1888, estrenó la plaza “Bucareli” de su propiedad; el año 1899, entre Julio y Octubre, toreó en Madrid, Puerto Santa María y Sevilla; así como en Porto y Villa Franca de Xira en Portugal, en Diciembre de ese mismo año toreó en la plaza Carlos III de la Habana y el 17 de Octubre de 1890 recibió la alternativa de matador, apadrinado por Salvador Sánchez “Frascuelo” y fungiendo como testigo Rafael Guerra “Guerrita” con toros del Duque de Veragua. Toreó Ponciano Díaz 217 festejos de los que se tiene fiel registro, aunque seguramente toreó más. Murió el 15 de Abril de 1899, a los 43 años, fue uno de los toreros más populares que ha dado México.


Ponciano Díaz, torero charro que vivió la transformación del toreo criollo al puramente español, recibiendo la alternativa de Frascuelo.

En los albores del siglo XX, Francisco Aparicio se destacó como torero a caballo, siendo el mejor banderillero de su tiempo, este caballista toreaba de acuerdo a los cánones peninsulares, es decir las reglas lusitanas y andaluzas, saliendo como es costumbre antes que los lidiadores de a pie. Paco Aparicio, como mejor se le conocía fue un buen torero de a pie y charro completo, alternó con éxito con los más destacados matadores de la época y su toreo a caballo era superior al de Ponciano Díaz, por lo que montó un espectáculo charro taurino que cosechó muchos y sonados triunfos en Portugal y España, por su habilidad como jinete, así como a su actualizado toreo a pie que se ajustaba a los cánones de la época.

Andrés Becerril.- Fue un charro de notables habilidades, participó en grupos de charros que daban espectáculos charro taurinos, tanto en México, Estados Unidos y España. Banderilleaba, toreaba y mataba a caballo con mucha habilidad, por lo que se le considera pionero del rejoneo en México de la misma manera que Paco Aparicio.



Don Juan Cañedo.- Oriundo de la ciudad de Querétaro, nació a mediado de los años veintes, estudió la carrera de las armas en el Heroico Colegio Militar en el Arma de Caballería, donde destacó como jinete y se perfiló como hombre afecto a la acción, por lo que abrazó el rejoneo profesional. Pertenece definitivamente al grupo de rejoneadores espectaculares, su toreo es el clásico toreo español que recorre los tres tercios, los cuales domina con facilidad. Es un jinete consumado y rejoneador muy dueño de sus corceles en la plaza, su rejoneo es muy efectivo y de gran vistosidad.

Toreó en los dos continentes taurinos codeándose con las figuras de su tiempo, rejoneaba toros en puntas lo que daba a su toreo mucha emotividad, encarnó al legendario torero macho, su actitud en la plaza rebosaba esa sensación del hombre dominante que sabe imponerse. Se presentó en la Monumental México el 26 de Febrero de 1950 y ese año repitió el 15 de Abril, y el 29 del mismo mes y año, toreó otras dos corridas en este coso una el 22 de Febrero de 1953 y la última el 26 de Marzo de 1967.

Una de sus más grandes hazañas taurinas la realizó en la plaza de Durango, donde le fue otorgada una pata de su enemigo por una faena llena de emoción y entrega, también rejoneó tres corridas un día 4 de Julio en las plazas de Reynosa, Matamoros y Nuevo Laredo. Sus actividades siempre han gravitado dentro del mundo de los caballos, hoy en día es criador de caballos de raza Lusitana y Española y se encarga personalmente del adiestramiento de sus caballos. Ha sido directivo y presidente de la Asociación Mexicana de Criadores de Caballos Lusitanos, A.C.

Carlos Arruza (padre).- Capitalizó su profundo conocimiento de la lidia a pie para convertirse en un rejoneador puntero, para los parámetros de la época, sobresaliendo en su nueva faceta taurina por su gran personalidad, por lo que fue considerado como el más taquillero de su época en México. Debutó como caballista el 16 de Septiembre de 1956 en Nogales, Sonora, México, en 1957 fue a España y toreó 30 corridas en plazas importantes, incluyendo Madrid en la que se presentó el 6 de Junio. Ese mismo año recibió del gobierno español La Cruz de Beneficencia por su labor altruista al participar en un sin número de corridas benéficas, presea que le fue entregada en Santander el 26 de Mayo de 1957, debutó como rejoneador en la México el 16 de Noviembre de 1960. Se retiró por primera vez como rejoneador en Ciudad Juárez Chihuahua, reapareciendo el 20 de Junio de 1965 en Tijuana, B.C. La penúltima corrida que toreó en la México fue el día 23 de Enero de 1966, en la que cortó las dos orejas y el rabo al toro “Gavilán” de Tequisquiapan. Siendo así el primer rejoneador que cortó un rabo en la México. Rejoneó por última vez en esta plaza, el 6 de Febrero de 1966, cortando las dos orejas al toro “Peregrino” de Reyes Huerta. En Mayo 15 de 1966 rejoneó por última vez en público en la ciudad de chihuahua y desgraciadamente, el 20 de Mayo de 1966 falleció en un accidente automovilístico en la carretera a Toluca.

Carlos Arruza (Padre)

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