Jiménez Fortes da una vuelta al ruedo en el decepcionante debut ganadero de Joselito
Diego Urdiales, en un pase de pecho / efe
andrés amorós
Sin primeras figuras, el cartel reúne a tres diestros con interés. Por desgracia, decepcionan los toros de Joselito,
en su debut en San Fermín: son serios, lucen pitones espectaculares
pero todo se queda en la fachada; no tienen gran peligro pero tampoco
fuerza ni casta; aunque los cuidan en varas, flaquean y se acaban
demasiado pronto. [Así lo contamos en directo]
efe
Sustituye Diego Urdiales al lesionado Antonio Ferrera. El primer toro, con pitones algo acucharados, es noble pero justo de fuerza. El riojano dibuja algunos buenos muletazos, con clasicismo,
a media altura; al torear por bajo, pierde las manos. Lo que no
imaginábamos es que este toro, que se ha quedado a mitad, a la postre
iba a ser el de mejor juego. El cuarto es espectacular por sus pitones
hacia arriba pero renquea desde el comienzo. Brinda Urdiales a Antonio Sánchez Puerto,
un excelente torero. (Recuerdo una tarde madrileña en que rozó un éxito
clamoroso, con un toro de Victorino). Sin afligirse por las «velas», se
pone en el sitio, logra buenos derechazos en una faena pulcra y torera, que el personal, concentrado en la merienda, apenas aprecia.
Único consuelo
Después de su éxito en Madrid, Morenito de Aranda se
muestra muy decidido. Recibe al segundo con dos largas de rodillas pero
el toro flaquea, embiste a media altura, topa y apenas da opciones en
la muleta. Lo mata mal. En el quinto, muy serio, se la juega Adalid,
que saluda, en banderillas. El toro queda corto, no dura nada. Morenito
recurre al arrimón, metido entre los pitones. Pincha antes de lograr
una gran estocada. Único consuelo: el diestro castellano vale mucho más que este «Musulmán».
Acaba de reaparecer Jiménez Fortes después de su grave cornada en el cuello, en Madrid, pero no ha menguado su reconocido valor. El tercero se deja pero es soso y mirón.
Le da distancia, lo mete enseguida en la muleta. Recurre a los pases de
rodillas, es arrollado y pisoteado. Pierde la oreja al matar a la
segunda pero se le ve tranquilo, en progresión. El último es otro toro que se deja hasta que protesta, a cabezazos. Saúl se muestra decidido, logra derechazos templados pero prolonga demasiado el trasteo. No debe abusar de los muletazos invertidos y las bernadinas.
Decepción final: sin toros no hay emoción. Están bien los pitones pero importa más la casta; el motor, más que la carrocería.
Postadata. Cada noche, a las 11, los toros bravos que al día siguiente correrán el encierro y serán lidiados se trasladan desde los corrales del Gas
a los de Santo Domingo: a oscuras, sin corredores, conducidos por los
pastores, en un silencio sólo interrumpido por la llamada de los cuernos
de caza y el resonar de las pezuñas, igual que se hacía en la Edad
Media. Es el Encierrillo: una reliquia única, de enorme belleza.
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